En el capítulo del lunes 9 de junio de La Promesa, los conflictos internos, las tensiones familiares y los secretos ocultos continúan sacudiendo los cimientos de la finca. Este episodio marca un punto de inflexión crucial, especialmente para Catalina, quien comienza a ver con claridad la verdadera cara de Leocadia, desatando una serie de reacciones en cadena que afectarán la convivencia dentro de la casa.
Todo comienza cuando Alonso, siempre pendiente del comportamiento y la imagen familiar, exige a Curro que se disculpe con don Lisandro por haberle hablado con desdén e irreverencia. El joven, visiblemente incómodo y sintiéndose manipulado, accede a las disculpas, pero lo hace de mala gana y con evidente falta de sinceridad. En realidad, Curro no está arrepentido; lo que siente es humillación y un profundo resentimiento hacia su padre, al que culpa de haberlo expuesto a esa situación. Este gesto forzado no hace más que profundizar la brecha emocional entre ambos.
Mientras tanto, Manuel, actuando desde un lugar de empatía y responsabilidad, decide intervenir en la difícil situación de Toño. Le ofrece saldar la deuda que tanto le agobiaba, un gesto noble que podría cambiar su destino. Además, lo anima a reconstruir su vida junto a su familia. Pero lejos de reaccionar con agradecimiento, Toño se muestra pesimista y rechaza la idea. Cree firmemente que su relación con su esposa e hijos ya no tiene remedio, que está destruida para siempre, y no quiere hacerse ilusiones. El dolor y la culpa lo paralizan, y ni siquiera un acto tan generoso como el de Manuel parece poder moverlo.
Tras los perturbadores sucesos ocurridos durante el bautizo —que todavía resuenan en la memoria de todos—, Adriano regresa a La Promesa buscando un poco de paz. Pero su regreso no es tan sencillo como esperaba. Su cuerpo y su mente siguen en proceso de recuperación después del brutal ataque que sufrió. Aunque trata de descansar, su salud sigue frágil, y su estado de ánimo refleja el trauma vivido. Su presencia vuelve a llenar la casa de tensión contenida, como si su mera existencia recordara a todos lo frágil que puede ser la aparente tranquilidad.
En otro rincón de la finca, Catalina y Martina toman una decisión importante: despedir a Petra. Sin embargo, no consultan previamente a Leocadia, lo que desata la furia de esta. Leocadia se siente profundamente ofendida y desplazada, como si su autoridad hubiese sido menospreciada. No tarda en encararse con las jóvenes y las reprende con dureza, en especial a Catalina, de quien esperaba lealtad o, al menos, respeto por su posición en la jerarquía doméstica. Este incidente marca un antes y un después para Catalina, que comienza a vislumbrar la faceta más autoritaria y calculadora de Leocadia, una mujer que hasta ahora había mantenido cierta apariencia de rectitud. La joven noble empieza a sospechar que Leocadia no solo desea mantener el orden en la casa, sino también ejercer un control absoluto sobre todos los que la habitan.
Alonso, lejos de apaciguar las aguas, toma partido por Leocadia. Se alinea con ella y recrimina a sus hijas por haber actuado sin consultar. Les recuerda que la jerarquía dentro de La Promesa no puede ser alterada a su antojo, y advierte que no tolerará más actos de rebeldía. Con firmeza, les exige que respeten las normas y, sobre todo, a las personas que él ha puesto en posiciones clave dentro de la casa. Esta postura paterna, más autoritaria que conciliadora, deja a Catalina aún más confundida y sola frente a un sistema que parece proteger a Leocadia por encima de todo.
Mientras las tensiones se acumulan en el interior de la mansión, un nuevo misterio comienza a gestarse. Ricardo encuentra una pulsera de esmeraldas en un rincón de la finca y decide mostrársela a Rómulo. El mayordomo, intrigado por la pieza, sospecha que la joya podría tener un origen comprometedor o estar relacionada con secretos oscuros de los habitantes de la finca. Sin perder tiempo, le pide a Ricardo que inicie una investigación discreta para averiguar el origen de la pulsera. Ambos comprenden que ese objeto no puede haber llegado ahí por casualidad.
Para avanzar en sus pesquisas, Ricardo convoca al personal de la finca con la intención de descubrir si alguien reconoce la joya. Sin embargo, todos niegan saber algo al respecto. El silencio del servicio no hace más que alimentar las sospechas y aumentar la intriga. ¿A quién pertenece la pulsera? ¿Qué historia oculta guarda esa pieza de esmeraldas? Las preguntas se multiplican y el ambiente en la casa se torna cada vez más denso.
Por otro lado, Curro sigue inmerso en su dolor. La reciente muerte de su madre lo ha dejado emocionalmente devastado. A pesar de su angustia, el deber lo llama. Rómulo, siempre firme en sus principios, le recuerda que, aunque el dolor sea humano y comprensible, las responsabilidades del servicio no se detienen por cuestiones personales. Le comunica con severidad que el marqués ha ordenado su regreso inmediato a las labores. Aunque todavía no está del todo preparado, Curro comprende que no tiene más opción que acatar la orden y retomar sus tareas.
Este episodio del lunes 9 de junio pone sobre la mesa varias tramas paralelas, pero destaca especialmente por el cambio de percepción que Catalina comienza a tener sobre Leocadia. Ya no la ve como una simple ama de llaves eficiente y protectora, sino como una mujer ambiciosa, calculadora y con un poder cada vez más peligroso dentro de la casa. Esta revelación será clave para los próximos capítulos, donde es probable que Catalina intente desmantelar la red de influencias que Leocadia ha construido a su alrededor. Pero para ello, necesitará astucia, aliados y mucho coraje, pues enfrentarse a Leocadia no será tarea fácil.
En conclusión, el capítulo 612 de La Promesa viene cargado de emociones, revelaciones y tensiones que siguen escalando. Con Alonso del lado de Leocadia, Toño sumido en su pesimismo, Adriano recuperándose en medio del trauma, Curro volviendo al trabajo pese a su duelo, y la misteriosa pulsera sembrando dudas, se prepara el terreno para grandes confrontaciones y descubrimientos. Catalina ha dado el primer paso para abrir los ojos… y no hay vuelta atrás.