Alicia Moruno: una artista que abraza la madurez sin perder la chispa de su niña interior

Alicia Moruno es una actriz andaluza que se ha ganado el cariño del público gracias a su talento, carisma y una manera muy especial de encarar su profesión: con la sabiduría de los años y la frescura de su alma infantil. Su personaje en la serie diaria de La 1, La Promesa, ha dejado huella en los televidentes, pero detrás de Eugenia hay una mujer profundamente apasionada por su oficio, que se entrega con cuerpo y alma a cada papel, sin reservas y con un entusiasmo contagioso.

Con una trayectoria artística que abarca teatro, televisión y cine, Alicia ha sabido consolidar una carrera marcada por el compromiso, el aprendizaje constante y una sensibilidad única para interpretar personajes complejos. La actriz nos abre las puertas de su mundo creativo en una entrevista íntima donde reflexiona sobre su crecimiento personal, su método de trabajo y el poder transformador de la actuación.

La niña interior como motor creativo

Uno de los pilares fundamentales en el proceso interpretativo de Alicia Moruno es su conexión con la niña que lleva dentro. Para ella, conservar viva esa parte espontánea, curiosa y emocional es esencial. Considera que es justamente esa niña interior la que le permite entregarse por completo a cada historia, jugar con libertad en el escenario o frente a las cámaras, y crear una relación auténtica con el personaje y con el público.

En sus propias palabras, “interpretar es un juego serio”, donde se combinan el rigor técnico y la emoción pura. Esta forma de trabajar le permite conectar de una manera honesta con el rol que encarna, aportando matices únicos que surgen de su propia vivencia y sensibilidad. Ya sea dando vida a una reina o a una mujer rota por las circunstancias, Alicia nunca pierde la capacidad de asombrarse y conmoverse, dos cualidades que considera fundamentales en su arte.

La madurez como herramienta artística

Moruno destaca cómo su evolución personal se ha reflejado también en su carrera. Con el paso de los años, ha aprendido a mirar cada proyecto desde una perspectiva más profunda y enriquecedora. La experiencia le ha enseñado a no temer a los desafíos y a abrazar las emociones que surgen en el camino.

Su participación en La Promesa ha sido, según confiesa, un punto de inflexión en su trayectoria. No solo por la visibilidad que le ha otorgado la serie, sino también por el reto emocional y profesional que ha supuesto interpretar a Eugenia. Este personaje le exigió una entrega total, un trabajo de introspección constante y la capacidad de navegar por una amplia gama de emociones.

La escuela del teatro

El teatro ha sido, desde sus inicios, la base de su formación como actriz. Alicia habla del escenario con un respeto casi reverencial, considerándolo el lugar donde todo comenzó y donde sigue encontrando sus raíces como artista. El rigor del directo, la cercanía con el público y la intensidad de cada función han moldeado su carácter interpretativo y le han dado herramientas valiosísimas para su trabajo en otros formatos.

“El teatro me enseñó a confiar en mí misma”, afirma. Gracias a esta disciplina, ha aprendido a mantener la concentración, a gestionar la presión y a asumir cada papel como una oportunidad para crecer. Esa preparación sólida le ha permitido trasladar con éxito su talento al mundo audiovisual, sin perder la profundidad emocional que caracteriza su trabajo.

Eugenia: una mujer entre la fragilidad y la fuerza

Hablar de Alicia Moruno hoy en día es hablar de Eugenia, su personaje en La Promesa. Esta mujer, marcada por la violencia y las circunstancias adversas, representa un viaje emocional lleno de matices. Su evolución dentro de la trama —de víctima a figura de autoridad— ha permitido a Alicia desplegar todo su arsenal interpretativo y experimentar con registros muy variados.

Eugenia es un personaje transformador, tanto en lo que representa para la ficción como en el impacto que ha tenido en la propia actriz. Alicia confiesa que darle vida ha sido una experiencia catártica y enriquecedora, que le ha enseñado mucho sobre sí misma y sobre el poder de resiliencia de las mujeres. “Eugenia me ha dolido, me ha desafiado y también me ha enseñado a sanar”, expresa con emoción.

El arte de preparar un personaje

Alicia nos revela detalles interesantes sobre su metodología de trabajo. Lejos de improvisar, se sumerge en un proceso muy minucioso y emocional. Una de sus herramientas favoritas es marcar el guion con colores, asignando diferentes tonalidades a los estados anímicos del personaje. Esto le permite visualizar con claridad el arco emocional y detectar los momentos clave de cada escena.

Además, utiliza una técnica poco convencional pero muy efectiva: vincular al personaje con un animal. A través de esa analogía, logra captar la esencia del rol que interpreta. “Hay personajes que se mueven como un gato, otros que tienen la energía de un toro”, explica. Esta asociación le facilita encontrar una corporalidad, una voz y un ritmo que diferencien a cada uno.

Más personajes femeninos complejos

Alicia también se pronuncia sobre el estado actual de la industria audiovisual, celebrando que cada vez hay más espacio para personajes femeninos maduros, con historias potentes y bien construidas. Le entusiasma ver cómo las mujeres mayores de 40 están ganando terreno tanto delante como detrás de las cámaras, aportando experiencias y miradas distintas.

“Durante mucho tiempo parecía que una actriz dejaba de existir a cierta edad. Ahora, por suerte, eso está cambiando”, señala. Considera que es fundamental seguir impulsando relatos que reflejen la diversidad de la experiencia femenina, mostrando mujeres que aman, sufren, lideran, caen y se levantan.

El equilibrio entre la experiencia y la espontaneidad

En todo momento, Alicia Moruno transmite pasión por lo que hace. A través de sus palabras, queda claro que no entiende la actuación como un simple trabajo, sino como una forma de vida, una vía de conexión con el mundo y consigo misma. En cada personaje que interpreta, encuentra una excusa para redescubrirse, aprender y evolucionar.

Su historia es un testimonio del poder del arte como herramienta de transformación, no solo para quien observa, sino también para quien lo encarna. La madurez le ha dado profundidad y conciencia; su niña interior, la libertad de jugar y emocionarse. Y en esa alquimia perfecta, Alicia ha sabido construir una carrera sólida, honesta y profundamente humana.