En uno de los capítulos más impactantes de La Promesa, Catalina se convierte en la pieza clave para destapar la red de mentiras y ambición tejida por Leocadia. Cansada de ver cómo su padre Alonso se doblega ante una mujer que no pertenece a la casa, decide tomar cartas en el asunto. Una noche, entra sigilosamente en la habitación de Leocadia y descubre, ocultos en un doble fondo de una mesita, un pendiente de esmeralda y una llave oxidada. Esa joya resulta ser idéntica a las piedras de una pulsera hallada previamente por Ricardo, vinculada a la primera marquesa y a secretos antiguos del palacio. Para Catalina, esa joya es la primera prueba física que vincula a Leocadia con algo mucho más oscuro.

Mientras tanto, Curro, herido por la sumisión de su padre a la nueva “señora de la casa” y atormentado por la muerte de su madre Dolores, comienza a observar en silencio los movimientos de Leocadia y Lisandro. Siguiéndolos una noche hasta el viejo pabellón de caza, escucha una conversación que lo deja helado: ambos confiesan estar manipulando a Alonso para quedarse con las tierras y el control de La Promesa. Hablan de papeles que pronto serán firmados, de una “garantía” relacionada con la misteriosa pulsera y de un plan para que Leocadia se convierta en la marquesa viuda en menos de un año.

Por su parte, Rómulo y Ricardo siguen indagando el origen de la joya. El descubrimiento en el taller de un viejo joyero confirma sus sospechas: la pulsera fue diseñada como regalo por el marqués para su primera esposa, lo que conecta directamente a Leocadia con una apropiación indebida de los recuerdos más íntimos de la familia Luján. Todo apunta a una conspiración cuidadosamente urdida.

La revelación llega durante una tensa cena, en la que Catalina presenta las pruebas halladas. La máscara de Leocadia cae al suelo: su plan ha sido descubierto ante todos. Lisandro intenta escapar, pero la Guardia Civil irrumpe y lo detiene. Alonso, destrozado, se arrodilla ante el peso de sus errores. El destino de La Promesa parecía condenado, pero Catalina, Curro y Manuel, cada uno con su fuerza y su propósito, logran defender el legado familiar.

Sin embargo, una pregunta queda en el aire: ¿qué secretos aún guarda la llave que Catalina encontró… y qué más está dispuesto a ocultar el palacio donde todo comenzó?

En La Promesa, se destapa por fin la oscura verdad que Leocadia ocultaba desde hace años, cuando Catalina descubre una red de traiciones que amenazaba con destruir a toda su familia. Todo comienza con una joya rota: una pulsera sin su piedra principal y un pendiente desaparecido, piezas clave que Leocadia usó años atrás para urdir su plan. Aprovechando la muerte de Dolores, madre de Curro, Leocadia regresa al entorno de Alonso fingiendo haber sido confidente de Dolores, usando verdades a medias para ganarse su confianza mientras se alía con Lisandro, su viejo cómplice sin escrúpulos.

Leocadia manipuló emocionalmente al marqués haciéndole creer que la muerte de Dolores fue culpa suya, llevándolo al límite emocional y convenciéndolo de que era incapaz de dirigir La Promesa. Catalina, con la ayuda de Curro, Ricardo y Rómulo, destapa poco a poco el plan. La tensión explota durante una cena en la que, con teatral precisión, colocan en la mesa la pulsera restaurada y un pendiente perdido, lo que siembra la primera duda en Alonso.

Las pruebas se acumulan: un joyero confirma que la joya pertenecía a Carmen, la abuela, y no a Dolores como dijo Leocadia. Luego, Catalina presenta cartas en las que Leocadia confiesa haber provocado la muerte de Carmen para quedarse con sus bienes, en complicidad con Lisandro. Al verse acorralada, Leocadia pierde el control y confiesa todo en un estallido de odio, llamando a Alonso débil y reconociendo que planeaba deshacerse incluso de Lisandro tras quedarse con todo.

La Guardia Civil, alertada previamente, irrumpe justo a tiempo para detener a Leocadia y Lisandro. Tras su detención, la familia queda destrozada, pero unida. Alonso, devastado al comprender cómo fue manipulado, pide perdón a Curro, su hijo, en una escena profundamente emotiva. Padre e hijo se reconcilian, abrazados entre lágrimas, con Catalina, Martina y Manuel uniéndose al abrazo.

Finalmente, La Promesa vuelve a ser un hogar. Alonso reconoce el valor de Catalina y le entrega el control de la finca. Curro, liberado del odio, comienza a sanar. Y con la verdad por fin expuesta, la familia inicia una nueva etapa de esperanza tras el tormento.