En un capítulo desgarrador de La Promesa, la tragedia golpea con fuerza cuando un frasco de cianuro provoca un caos inesperado en el palacio. La sospecha por la muerte de Jana conduce a Curro, Pía y Lope a analizar el misterioso contenido de un vial. En un intento desesperado por confirmar si realmente es veneno, un accidente pone en peligro la vida de Curro: una gota cae sobre una herida abierta en su mano. En cuestión de segundos, se desata el pánico. Curro se desploma convulsionando mientras todos intentan salvarlo… sin éxito evidente. Afortunadamente, la absorción no fue letal, pero el miedo se apodera de todos: alguien dentro de La Promesa está dispuesto a matar.

Simultáneamente, Samuel, el exsacerdote, rompe el silencio durante la cena del servicio. Confiesa que Petra no fue la causa de su caída en desgracia. Fue el amor —prohibido y desgarrador— que sentía por María Fernández. Esta revelación no solo limpia el nombre de Petra, sino que deja a todos atónitos. María lo había convencido de que la verdad era necesaria, aunque implicara escándalo. Con su confesión, se desata otra ola de tensión emocional en el palacio.

Mientras tanto, Leocadia planea vengarse de Ángela por acercarse a Curro, Lorenzo manipula herencias, y el marqués Alonso descubre una traición dentro de su círculo más íntimo relacionada con su proyecto aeronáutico. El palacio se convierte en un campo minado de mentiras, traiciones y secretos a punto de estallar. En La Promesa, nadie está a salvo, ni siquiera de quienes juran proteger.

El caos estalla en La Promesa cuando Curro cae víctima de un misterioso envenenamiento. Aunque la sustancia mortal avanza lentamente por su cuerpo, cada minuto cuenta. Pía toma el control de la situación, ordenando a Lope buscar antídotos en los libros del marqués, mientras Manuel es la única esperanza: su conocimiento químico podría salvar una vida. Contra reloj, logra estabilizar a Curro con nitrito de amilo y tiosulfato de sodio, confirmando que lo que sufrió no fue un accidente, sino un intento deliberado de asesinato… y quizá, el mismo veneno que mató a Jana.

Mientras tanto, la confesión de Samuel sacude los cimientos del servicio. Ante todos, admite que su excomunión no se debió a una conspiración de Petra, sino a que se enamoró de una mujer… una que aún trabaja en La Promesa. Todas las miradas se dirigen a María Fernández, y Petra, que esperaba una disculpa, queda humillada, transformando su decepción en deseo de venganza.

Por otro lado, Manuel descubre que Jacobo, movido por la envidia hacia Adriano, podría estar tras una serie de traiciones. Y Leocadia, moviéndose con frialdad, prepara una trampa perfecta: incrimina a Ángela escondiendo las cartas de Jana y el frasco de cianuro entre sus pertenencias. Todo apunta a un crimen pasional, lo que encaja a la perfección en su plan.

Curro, aún convaleciente, recuerda detalles clave del envenenamiento y se une a una investigación secreta con Manuel, Lope, Pía y Alonso. La sospecha gira en torno a la caja de la esmeralda falsa. ¿Quién la manipuló? ¿Vera? ¿Alguien más con acceso al veneno? La red se estrecha, mientras una sombra de muerte continúa acechando La Promesa.

En un giro inesperado y estremecedor, La Promesa desvela uno de los secretos más oscuros que ha albergado la finca. Tras el envenenamiento de Curro, Pía recuerda un detalle clave: el frasco donde estaba el veneno olía intensamente a perfume de nardos, uno que solo usa Leocadia. Aunque la idea de que ella sea una asesina parece descabellada, las piezas empiezan a encajar. Su odio hacia Ángela, su obsesión con la honra y su extraña presencia en momentos clave la convierten en sospechosa.

La investigación clandestina los lleva a descubrir en el tocador de Leocadia un frasco del mismo perfume… y un libro de toxicología con un capítulo sobre cianuro marcado. Todo apunta a ella, pero necesitan una confesión. La oportunidad surge durante una cena tensa, cuando Curro irrumpe debilitado, enfrentando a su padre biológico, Lorenzo, acusándolo de querer eliminarlo y de haber detestado a Jana por su origen. La sala enmudece.

Pero es Manuel quien revela lo impensable: no hay un solo culpable, sino dos. Leocadia puso el veneno y Lorenzo lo consiguió. Acorralada, Leocadia estalla y confiesa: el veneno iba dirigido a Ángela, Jana murió por accidente. Lorenzo, intentando huir, es detenido. Ambos son arrestados ante la conmoción de todos.

Con los culpables fuera, La Promesa comienza a sanar. Curro se reconcilia con Alonso y vive libre su amor con Ángela. Samuel, liberado por su confesión, deja el sacerdocio. Manuel retoma su sueño de volar junto a Adriano. Y mientras Petra cae en el olvido, otros como Rómulo y Emilia redescubren el amor.

En lo alto del valle, Curro honra a Jana no con venganza, sino con esperanza: viviendo una vida digna de su memoria. La Promesa, finalmente, renace.