En la semana del 16 al 20 de junio en Sueños de libertad, la intensidad emocional alcanza niveles dramáticos que marcarán un antes y un después en la historia. La protagonista María, atrapada entre sus propios tormentos mentales, toma una decisión que sacude los cimientos de todos los vínculos: encierra a Andrés, su esposo, en un gesto desesperado que la pinta como víctima de sus demonios internos. Mientras tanto, Gabriel, desde las sombras, pone en marcha su ataque, revelando que las amenazas no solo vienen del interior, sino también del exterior de la familia.
La relación entre María y Andrés se desgasta profundamente. Andrés, consumido por el sentido del deber y el amor por su esposa, se entrega por completo a su cuidado, aunque esto le cuesta todo: rompe definitivamente con Begoña, cerrando una historia que parecía inquebrantable. María, por su parte, cae en un espiral de decisiones oscuras, y sus acciones desatan una cadena de reacciones inesperadas.
Raúl, al enterarse de las revelaciones de María sobre el accidente, se enfrenta furioso a su jefe, acusándolo directamente de ser el culpable. Lo que comienza como una discusión verbal se transforma en un intercambio de amenazas que casi termina en una pelea física. La tensión está a punto de explotar, pero Manuela interviene rápidamente, separando a los dos hombres antes de que ocurra una tragedia.
Manuela, todavía alterada, corre a contarle a María lo ocurrido. Entonces llega uno de los momentos más potentes del avance: María, con la mente confundida pero el corazón firme, se enfrenta a Raúl y le dice claramente que Andrés nunca la empujó. Esa frase corta de raíz cualquier esperanza que Raúl albergaba, y el joven queda completamente destrozado. El dolor de Raúl es palpable mientras la verdad lo golpea como una losa: lo que soñó nunca podrá ser.
Por otro lado, Cristina comete un error gravísimo en el laboratorio. Al intentar ajustar la fórmula del perfume por su cuenta, altera la mezcla sin supervisión. El resultado es catastrófico. Luis descubre el desastre y estalla en furia. Cristina, totalmente avergonzada y sin poder dar explicaciones, huye del laboratorio envuelta en culpa.
En otro escenario, don Pedro, lleno de rabia, se enfrenta a Damián, a quien acusa de entrometerse en la vida de Irene, algo que no está dispuesto a tolerar. Sin embargo, Damián no se intimida: le lanza una amenaza devastadora. Está decidido a revelar todos los secretos de la familia, incluyendo cómo Irene fue cruelmente separada de su hija y del hombre que una vez amó. Don Pedro queda profundamente afectado. Por primera vez, se lo ve realmente abatido.
En paralelo, María se derrumba emocionalmente al descubrir que su parálisis es irreversible, pero Andrés no se aparta. Al contrario, le promete que no la dejará sola. La tragedia ha logrado unirlos de un modo que antes parecía imposible.
En la tienda, Carmen recibe a su hermano Chema, quien llega a Toledo con la intención de vender enciclopedias. Su visita parece menor, pero representa un contraste con la tormenta que azota al resto de los personajes.
Mientras tanto, en una cena organizada en su honor, Gabriel se gana la simpatía de todos en la casa de los De la Reina, pero pocos saben que en realidad es un infiltrado de Brasort, la competencia directa de Perfumerías De la Reina. Su presencia es una amenaza silenciosa y bien calculada.
En un giro crucial, Irene descubre que don Pedro le ocultó el paradero de Cristina durante años. Dolida y decepcionada, le retira su confianza y su afecto. Esta ruptura emocional deja a Don Pedro más solo que nunca y demuestra que sus decisiones pasadas empiezan a pasarle factura.
Joaquín, por su parte, empieza a unir las piezas del rompecabezas. Las palabras de Damián resuenan en su cabeza y lo llevan a cuestionar seriamente la figura de don Pedro. Sospecha que tras la supuesta venta de la empresa y las reuniones secretas con Gorris, hay una verdad mucho más turbia. Habla con Andrés, quien le revela los secretos más oscuros del patriarca, y todo empieza a encajar: don Pedro ha manipulado más de lo que parecía.
Sin embargo, Gema no cree en las sospechas de Joaquín, sobre todo cuando él sugiere que alguien podría haberlo drogado la noche anterior a una reunión clave. La teoría le parece absurda, pero Joaquín continúa investigando, convencido de que hay una red de traición que amenaza con destruirlos a todos.
De regreso a la casa De la Reina, Gabriel es recibido por Begoña. Desde el primer momento, hay una tensión sutil entre ellos. La forma en que él se mueve, su seguridad, su aura misteriosa, despiertan una admiración silenciosa en Begoña. Aunque intenta ocultarlo, sus ojos brillan cada vez que lo mira. Incluso Marta parece mostrar cierta simpatía por Gabriel, algo que Damián nota con una sonrisa fría y calculadora. Él sabe que su plan está funcionando… y está a punto de dar su primer golpe.
Este “primer movimiento” de Damián, aún no revelado, parece ser un ataque perfectamente planeado que cambiará todo. La aparente calma se transforma en inquietud, y la sombra de su amenaza se cierne sobre todos.
Finalmente, Raúl, tras una conversación reveladora con María y su enfrentamiento con Andrés, decide dar un paso al costado. Con la voz rota por la tensión y el arrepentimiento, se disculpa y renuncia a su puesto. Manuela intenta intervenir a su favor, pero Andrés, implacable, lanza una pregunta directa: “¿Qué hay entre Raúl y María?” Las miradas que se cruzan confirman lo inevitable. Lo que había sido un secreto a voces, ya no se puede negar.
Este preavance semanal deja a los espectadores al borde del asiento. La traición, el dolor, la culpa y el deseo se entrelazan en una trama que no da tregua. Don Pedro, otrora figura de autoridad, aparece ahora derrotado, vulnerable y rodeado de enemigos. Y mientras las verdades salen a la luz, los lazos que antes unían a los personajes se deshilachan, dejando al descubierto las cicatrices que todos preferían ocultar.