El episodio del miércoles 18 de junio en La Promesa es uno de los más intensos y conmovedores de la temporada. La historia se sumerge en los conflictos más profundos de sus personajes, mostrándonos hasta qué punto están dispuestos a llegar para defender sus principios, proteger a sus seres queridos y enfrentarse a sus propios miedos. En este capítulo, Curro toma una decisión impulsiva y termina cometiendo un error que podría costarle caro: revela más de la cuenta a Esmeralda y pone en juego todo lo que ha tratado de proteger.
El drama se abre con Ángela, cuya determinación desafía todas las expectativas. Después de ser expulsada de La Promesa por orden de su madre Leocadia, Ángela no solo se niega a marcharse, sino que decide quedarse en los jardines del palacio. Allí improvisa un refugio precario y convierte su presencia en una forma silenciosa pero poderosa de resistencia. Su actitud no es solo una negativa: es una rebelión emocional, una declaración de independencia que retumba por los pasillos del lugar como un eco incómodo.
La respuesta de Leocadia es inmediata y cruel. Para aplastar la voluntad de su hija, ordena a todos los trabajadores ignorarla por completo. Espera que la indiferencia social desgaste la resistencia de Ángela, que la soledad y el frío rompan su espíritu. Pero sus cálculos fallan. Aunque los criados acatan las órdenes en apariencia, en el fondo sienten simpatía por Ángela y no están dispuestos a dejarla a su suerte. En silencio y con gestos discretos, le brindan apoyo básico: un poco de comida, abrigo, atención. Su humanidad prevalece por encima del miedo.
En este clima tenso, Curro se convierte en una figura clave. Su vínculo con Ángela es mucho más que fraternal. Siente una obligación moral, un deber de protegerla no solo como hermana, sino como símbolo de dignidad. Leocadia, al notar esa cercanía, reacciona con una amenaza contundente: si sigue ayudándola, será despedido. Pero Curro, lejos de amedrentarse, reafirma su compromiso. No actúa desde la rebeldía impulsiva, sino desde una firme convicción de que lo correcto no siempre se alinea con las órdenes del poder.
Los días pasan y Ángela se debilita. Las noches frías y la humedad minan su salud. Pero su espíritu sigue intacto. Cada noche bajo el cielo abierto es un mensaje de resistencia. Martina, su amiga más leal, logra visitarla en secreto y queda estremecida por su frágil estado. La situación es cada vez más peligrosa para Ángela, pero la admiración que despierta en quienes la rodean crece con cada hora que pasa.
Paralelamente, dentro del palacio, Leocadia continúa con su juego de manipulación. Esta vez su objetivo es Samuel, a quien obliga a ocultar su excomunión. No le importa la verdad, solo preservar las apariencias ante el duque. La familia no puede permitirse otro escándalo, y ella está dispuesta a todo para evitarlo. Este acto muestra su desesperación por mantener una imagen de control que, en realidad, se tambalea cada vez más.
Lejos de estos conflictos visibles, otra intriga comienza a formarse en el hangar. Manuel y Toño notan que algo no está bien. Herramientas desaparecen, objetos cambian de lugar… Alguien entra allí por las noches sin ser visto. El ambiente se llena de sospechas y preguntas sin respuesta.
Curro, siempre observador, se ofrece como voluntario para vigilar el lugar. Pero en realidad, tiene otra motivación: buscar a Esmeralda, la misteriosa mujer de la joyería Yob. Él sospecha que ella sabe más de lo que aparenta sobre el veneno relacionado con la tragedia de Hann, su hermana fallecida. Su interés por encontrarla crece cada día, hasta que por fin logra su objetivo.
En una noche cargada de tensión, Curro se encuentra con Esmeralda en el hangar. La conversación que tienen es todo menos superficial. Curro la acorrala, exigiendo respuestas. Quiere saber qué papel jugó en todo lo ocurrido, qué sabe del veneno, qué oculta detrás de su fachada tranquila. Pero en medio de su presión, comete un grave error: revela información personal crítica, incluyendo su verdadera relación con Hann y otros detalles que había mantenido en secreto. Se expone por completo.
Esmeralda, lejos de intimidarse, queda con una nueva ventaja. Curro ha cruzado una línea sin darse cuenta. Lo que comenzó como un intento de conseguir respuestas podría volverse en su contra. Ya no tiene el control de la situación. Su vulnerabilidad ha quedado al descubierto y ha perdido el factor sorpresa.
Mientras todo esto ocurre, Rómulo, el mayordomo de confianza y alma vieja de La Promesa, también toma una decisión importante. Después de muchos años de servicio, siente que su tiempo en el palacio ha terminado. Sueña con una vida tranquila junto a Emilia, lejos del ruido de los secretos y las intrigas. Habla con Catalina y le confiesa sus intenciones con sinceridad. No lo hace con tristeza, sino con la esperanza de un nuevo comienzo. Sabe que enfrentarse a Alonso será difícil, pero también entiende que ya no puede seguir sacrificando su vida por un lugar que ya no le pertenece.
Este episodio, lleno de decisiones importantes, deja al descubierto lo que realmente mueve a los personajes: la necesidad de ser fieles a sí mismos, aunque eso implique romper con lo conocido. Ángela, debilitada pero firme en su rincón del jardín, representa el poder de la resistencia silenciosa. Curro, dispuesto a arriesgarlo todo por la verdad, se enfrenta a las consecuencias de hablar más de lo necesario. Rómulo, cansado del pasado, decide finalmente pensar en su propio futuro. Y Leocadia, aún aferrada a su autoridad, empieza a darse cuenta de que el control no es eterno.
Cuando cae la noche sobre La Promesa, lo que reina no es el silencio, sino la tensión contenida de tantas decisiones por estallar. Las palabras no dichas, las visitas secretas, las amenazas veladas… todo se mezcla en un cóctel de emociones que anuncia más conflictos.
El error de Curro con Esmeralda puede parecer pequeño, pero en un lugar donde cada secreto es un arma, podría ser el inicio de una cadena de eventos irreversibles. En La Promesa, todo gesto, por mínimo que sea, puede desencadenar consecuencias imposibles de detener. Y este capítulo lo demuestra con una fuerza que deja al espectador al borde del abismo emocional.