En el episodio más reciente de Sueños de Libertad, una noticia aparentemente positiva desencadena un torbellino de emociones, dudas y tensiones ocultas en la pareja formada por Marta y Pelayo. La posibilidad de que él se convierta en el próximo gobernador civil, lejos de celebrarse con total entusiasmo, siembra una semilla de inquietud en el corazón de Marta.
Todo comienza con un ambiente cotidiano, en el que Teresa, Marta y otros miembros del entorno familiar se encuentran conversando sobre sus actividades del día. Teresa es elogiada por su indispensable ayuda, mientras que Pelayo regresa de una cacería que, aunque breve y marcada por el barro de la tormenta reciente, resultó ser mucho más relevante de lo que parecía.
Durante la cacería, Pelayo fue oficialmente presentado por Miguel Ángel Vaca como su sucesor para el cargo de gobernador civil. El actual gobernador, enfermo, ha decidido dimitir en unos meses, y su círculo de confianza considera que Pelayo es el candidato ideal para ocupar su puesto. La noticia, que debería ser recibida con total júbilo, es inicialmente celebrada por algunos de los presentes, incluyendo su suegro, quien le felicita calurosamente.
Pero no todo es entusiasmo. En paralelo, Luz, completamente concentrada en sus estudios de medicina, demuestra una vez más su dedicación y preparación, dejando entrever la importancia que tiene para ella superar su próximo examen. Su conversación con Irene es emotiva, y se muestra decidida a liberarse del peso del secreto que ha marcado su vida. Este contraste entre el crecimiento personal de Luz y las aspiraciones políticas de Pelayo marca uno de los ejes simbólicos del episodio.
Mientras Luz se marcha a visitar a María, Marta y Pelayo se quedan a solas, y es entonces cuando se abre la verdadera conversación. Pelayo quiere celebrar la buena nueva, pero Marta no lo ve todo tan claro. De hecho, se muestra prudente e incluso preocupada. Le explica que aún nada está hecho: debe almorzar con Miguel Ángel para cerrar detalles, y si no cuenta con el apoyo de ella —su esposa—, es posible que su candidatura ni siquiera se consolide.
Pelayo se sorprende. ¿Por qué no lo apoyaría? Después de todo, era parte del acuerdo implícito que ambos aceptaron al casarse. Pero Marta tiene razones más profundas. Su duda no proviene de una simple oposición, sino de la consecuencia directa que asumir ese cargo tendría sobre su vida y su rol en la fábrica.
Explica que si Pelayo se convierte en gobernador civil, es probable que ella tenga que ceder espacio en su trabajo, tal como ya ocurrió durante la cacería: mientras él se ganaba el favor de los hombres y sus esposas, ella fue relegada a conversaciones superficiales sobre decoración y banalidades. Marta teme que esa escena se repita constantemente, y que su papel se limite al de “esposa ejemplar”, perdiendo progresivamente la autonomía profesional que tanto le ha costado construir.
Pelayo intenta consolarla: le dice que no es un precio tan alto y que, en realidad, su posición como esposa del gobernador también puede abrir nuevas oportunidades para ambos. Marta podría acceder a círculos influyentes, entablar relaciones con personas de poder y, en última instancia, conseguir que la empresa crezca y que incluso el dominio de Don Pedro se debilite.
La propuesta no es del todo absurda. Pelayo le recuerda que si él ocupa el cargo, podría facilitar el camino para que Marta recupere su lugar como directora en la fábrica, desplazando por fin a Don Pedro. Marta no niega que ese pensamiento le atrae. De hecho, confiesa que sueña con el día en que vuelva a sentarse en el despacho de dirección. Pero también reconoce que esa decisión no solo les afecta a ellos dos: hay un entorno que también podría verse sacudido por esa ambición.
La conversación concluye con Marta alejándose para prepararse y asistir a la fábrica, dejando en el aire la sensación de que algo se ha quebrado. La felicidad de Pelayo por su posible ascenso político choca con los temores de Marta por perder su identidad profesional. Lo que para uno es un logro, para la otra representa un sacrificio.
Este episodio pone de relieve los conflictos silenciosos que surgen dentro de una pareja cuando los proyectos individuales no siempre coinciden con los del otro. Marta, aunque orgullosa de Pelayo, teme verse atrapada en un rol tradicional del que ha luchado por salir. Pelayo, en cambio, ve en ese puesto una oportunidad no solo para él, sino para avanzar juntos.
A medida que la historia avanza, la serie lanza una pregunta inquietante al espectador: ¿es posible alcanzar el poder sin ceder parte de uno mismo por el camino? ¿Se puede compartir una vida sin renunciar a los sueños individuales? Y, sobre todo, ¿Marta sacrificará su libertad profesional por una ambición política que no termina de convencerla?
El título del episodio, “Marta no ve claro que Pelayo se convierta en gobernador civil”, encapsula una verdad amarga: el éxito de uno puede significar la renuncia del otro. Y eso, en Sueños de libertad, nunca es una decisión sencilla.