En el esperado capítulo 338 de Sueños de libertad, las tensiones alcanzan un nuevo nivel mientras las intrigas familiares, las propuestas inesperadas y las sospechas sobre Don Pedro amenazan con hacer estallar todo desde dentro. El título del episodio, “Con el enemigo en casa”, no podría ser más acertado: cuando se mezcla la familia con la desconfianza, lo que parecía un refugio se convierte en un campo de batalla emocional.
La historia arranca en la casa de los Reina. Mientras Damián y Andrés desayunan tranquilamente, aparece Gabriel, quien está a punto de partir rumbo a Madrid para formalizar los detalles de su nuevo contrato en un prestigioso bufete. Aunque su visita ha sido breve, Gabriel agradece sinceramente la hospitalidad que ha recibido. Para él, sentirse parte de la familia ha sido un regalo inesperado y profundamente significativo. Damián, conmovido por sus palabras, aprovecha para hacerle una propuesta crucial: quiere que Gabriel se convierta en el abogado oficial de las perfumerías de la Reina.
La reacción de Gabriel es de genuina sorpresa. Aunque halagado, duda. Ya tenía planes establecidos en Madrid y recuerda que la empresa ya cuenta con representación legal. Sin embargo, Damián le insiste en que desea a alguien de absoluta confianza, alguien que trabaje exclusivamente para ellos, y no como parte de un despacho externo con múltiples clientes. Andrés secunda la idea, destacando que confiar en un miembro de la familia traería más tranquilidad para todos.
Gabriel duda, pero cuando escucha que incluso podría vivir en la casa familiar y formar parte activa del legado de su tío, algo dentro de él se remueve. Finalmente, acepta la propuesta. Pero la pregunta inevitable no tarda en llegar: ¿Don Pedro estará de acuerdo con su incorporación? Damián corta la conversación con firmeza: “Del señor Carpena me ocupo yo”.
En paralelo, en la fábrica, Joaquín y Tasio comentan lo vivido durante la época en que Gorriz estuvo allí. Ambos recuerdan con amargura los momentos de tensión y cómo este personaje manipuló información para perjudicar a quienes lo rodeaban. Joaquín revela que Gorriz se reunió recientemente con Don Pedro y que podría estar buscando recuperar su puesto. Aunque no tiene confirmación, teme que Don Pedro esté considerando esa opción. Por ello, decide actuar por su cuenta y se propone contactar al sargento Pontón.
En medio de todo esto, Marta aparece y resuelve un problema logístico con un camión de reparto. Joaquín aprovecha para preguntarle si sabe algo más sobre la investigación de Gorriz. Ella le comenta que la Guardia Civil pretende volver a interrogar a su hermana, pero no hay novedades relevantes. Joaquín no queda satisfecho y decide que es momento de hablar cara a cara con las autoridades.
En otra línea argumental clave, Don Pedro y Digna visitan a María en su habitación. Aunque el tono inicial de la conversación es amable, María está claramente a la defensiva. Le dice a Don Pedro que su vida ya no tiene sentido si depende constantemente de los demás. Él, con su acostumbrado tono manipulador, intenta convencerla de que aún puede cumplir un rol importante en la fábrica, especialmente velando por los intereses de Julia, como era deseo de Jesús.
María, sin embargo, no confía. Le acusa de querer utilizarla, incluso en su estado de vulnerabilidad. Le recuerda con dolor que cuando más lo necesitó, nadie —ni siquiera Andrés— fue capaz de defenderla. Como prueba de su desesperación, le muestra las muñecas marcadas por el daño que se ha causado. Don Pedro, incómodo pero implacable, le dice que aunque entiende la situación, Andrés ha descuidado su trabajo, y eso podría tener graves consecuencias. Le sugiere que quizás lo mejor sería que Andrés vendiera sus acciones y se retirara para cuidarla a tiempo completo. María, atónita, percibe el trasfondo de la propuesta: Don Pedro busca debilitar aún más a Andrés dentro de la empresa.
Mientras tanto, Joaquín finalmente se encuentra con el sargento Pontón. Va al grano: quiere saber si hay alguna pista sobre Gorriz. El sargento, presionado por la falta de pruebas, le dice que no hay avances y que incluso han intentado localizar a la hermana de Gorriz sin éxito. Al parecer, Gorriz y su familia han embarcado rumbo a Venezuela. Joaquín se agarra a esa pista como a un clavo ardiendo, pero el sargento lo frena: no hay base legal suficiente para abrir una investigación. Gorriz, le recuerda, solo fue acusado de provocar una revuelta menor en la fábrica.
Joaquín contraataca: aquel “follón”, como lo llama el sargento, fue el desencadenante de la muerte de su primo Jesús. Aun así, el sargento insiste en que sin pruebas, todo son conjeturas. Le dice que el fallecimiento de Jesús fue considerado un accidente fortuito y que Gorriz no es una prioridad para las autoridades. Aún más, cuando Joaquín insinúa que deberían investigar a Don Pedro directamente, el sargento lo descarta: Carpena es un hombre respetado, sin denuncias previas, y sin pruebas concretas no se puede hacer nada.
Joaquín termina la conversación frustrado pero no derrotado. Sabe que algo oscuro se esconde detrás de los movimientos de Don Pedro y está dispuesto a llegar hasta el final, incluso si eso significa enfrentarse a su propia familia o quedarse solo en el intento.
Este episodio, cargado de giros emocionales y decisiones que cambiarán el rumbo de la historia, deja clara una cosa: el verdadero enemigo puede estar más cerca de lo que creemos. Con el retorno de Gabriel como nuevo integrante del clan Reina, las sospechas de Joaquín sobre Don Pedro, y la manipulación emocional que ejerce sobre María, la tensión está al límite. ¿Será capaz Joaquín de destapar la verdad? ¿Caerá Don Pedro o saldrá una vez más impune?
El capítulo 338 de Sueños de libertad es un recordatorio poderoso de que cuando los secretos se esconden bajo el mismo techo, la familia puede convertirse en el campo de batalla más peligroso.