En los próximos episodios de La Promesa, se destapará una trama llena de mentiras que durante años han marcado el destino de una familia, especialmente de Ricardo Pellicer y su hijo Santos. Una verdad escondida desde hace más de dos décadas amenaza con cambiarlo todo, y el regreso de Santos solo viene a intensificar el misterio que gira alrededor de su madre, Ana, la sombrerera de pasado turbio y carácter cuestionable.

Para entender lo que se avecina, hay que mirar atrás. Ricardo nunca tuvo una vida fácil. Su esposa Ana lo abandonó cuando Santos aún era un niño, pero no lo hizo por necesidad ni pobreza, sino porque se enamoró de Juan Antonio, el cuñado de Ricardo. Esta traición no solo destruyó su matrimonio, sino que destrozó la familia entera. Juan Antonio no dudó en dejar a la hermana de Ricardo para fugarse con Ana, provocando una ruptura dolorosa que marcó para siempre a los Pellicer.

A partir de ese momento, Ricardo se vio obligado a criar solo a Santos y también hacerse responsable de su hermana abandonada y sus sobrinos. Desde entonces, su vida ha sido un sacrificio constante, sin descanso. Sin embargo, la relación entre Ricardo y Santos siempre fue tensa. Santos creció con un carácter fuerte, rebelde, con una inclinación hacia la violencia y el desprecio hacia su propio padre. Nunca valoró el esfuerzo de Ricardo y la relación entre ambos siempre fue un continuo enfrentamiento.

El problema principal radica en una mentira que Ricardo consideró necesaria en su momento: cuando Ana se marchó, Ricardo le dijo a Santos que su madre había muerto. Pensó que la verdad lo destrozaría aún más y prefirió ocultarla. Esta mentira perduró durante más de veinte años… hasta que Petra, experta en remover secretos ajenos, descubrió la verdad y localizó a Ana. La trajo de regreso al Palacio de los Luján, causando un escándalo emocional.

Santos, al enterarse de que su madre estaba viva y que su padre le había mentido toda la vida, se sintió traicionado. Ana, por su parte, apareció de forma ostentosa, con sus extravagantes sombreros y la pretensión de recuperar no solo el cariño de su hijo, sino también el amor de su exmarido. Sin embargo, después de tanto tiempo, las cosas no eran tan sencillas. Ricardo había intentado rehacer su vida con Pía Adarre, pero Santos nunca aceptó esa relación. Al contrario, siempre mostró un odio velado hacia Pía, viéndola como una intrusa que se interponía entre sus padres.

El regreso de Ana complicó aún más todo. Ricardo ya no pudo continuar su relación con Pía porque técnicamente seguía casado con Ana. La revelación de que no era viudo formalmente trajo la ruptura con Pía, algo que causó tristeza en muchos, pues su historia de amor parecía sincera.

Pero lo peor estaba por venir. Ana, en un intento desesperado por ganarse el afecto de todos en la Promesa, cometió un grave error. Fue a la casa de Beni, la esposa del molinero en el pueblo de Luján, y se llevó al hijo de Pía, fingiendo que lo había encontrado solo y perdido en el camino. Su idea era presentarse como una heroína, pero Vera, siempre atenta y perspicaz, descubrió la verdad. Este acto le costó caro a Ana, quien tuvo que huir avergonzada y señalada por todos en el pueblo. No se fue sola: Santos renunció a su trabajo y se marchó con ella.

Parecía que esa era la última página de esta historia, pero no. Santos ha regresado, solo, sin su madre, y con un aura de misterio y de algo no resuelto. Ricardo, como buen padre, percibe que algo no está bien. Le pregunta directamente a Santos por su madre, pero él niega que haya pasado algo grave. Sin embargo, su mirada esquiva y su rostro sombrío delatan que hay una verdad que oculta.

¿Qué ha pasado realmente con Ana? Esa es la gran incógnita. ¿Acaso Santos ha descubierto algo tan terrible que ha decidido cortar definitivamente con ella? ¿Está Ana enferma? ¿O ha cometido otro acto imperdonable que incluso su propio hijo no puede justificar? No lo sabemos aún, pero está claro que Santos ha vuelto diferente, más endurecido y con un rencor renovado, sobre todo contra Pía. La sigue viendo como una amenaza en su vida y en la de su padre, y no duda en confrontarla nuevamente.

La gran pregunta es si esta nueva situación llevará a una redención para Santos, o si al contrario, lo llevará por un camino aún más oscuro y peligroso. Lo que sí es evidente es que hay una segunda gran mentira en juego, algo que podría reconfigurar el equilibrio de relaciones en la Promesa.

Además, hay quienes sospechan que el regreso de Santos solo anticipa más conflictos. Sus enfrentamientos con Pía podrían escalar, y no se descarta que su regreso esté ligado a un plan oculto que todavía no ha salido a la luz. Quizá Santos sabe algo que podría arrasar con la reputación de su madre, o con la suya propia.

Mientras tanto, Ricardo intenta mantenerse firme, aunque el peso de la duda sobre el paradero de Ana lo inquieta. No es fácil ser padre de un hijo que siempre ha caminado en sentido contrario, y menos aún cuando el pasado regresa en forma de secretos.

Lo cierto es que en La Promesa, cada mentira tiene sus consecuencias, y lo que empezó como una mentira piadosa para proteger a un niño de la verdad de su abandono, ahora se ha transformado en una bola de nieve que amenaza con sepultar las últimas ilusiones de reconciliación en la familia Pellicer.

La audiencia espera con expectación los próximos capítulos para descubrir qué sucedió realmente con Ana. ¿Está viva? ¿Está enferma? ¿Santos le hizo algo? ¿O simplemente la ha abandonado después de un desencanto irreversible? ¿Por qué regresó solo? Son preguntas que mantendrán en vilo a todos los seguidores de la serie.

Sin duda, el regreso de Santos sin su madre reabre una herida que nunca terminó de sanar, y promete desencadenar más conflictos, más verdades a medias y, probablemente, más dolor. La respuesta, como siempre, solo la conoceremos viendo los próximos episodios de La Promesa, donde el pasado nunca está realmente enterrado y cada regreso esconde más de lo que aparenta.