En el capítulo 359 de Sueños de Libertad, se devela un lado completamente desconocido y siniestro de Pelayo, el hombre que Marta siempre defendió y en quien confió ciegamente. Todo comienza con una escena cargada de un silencio incómodo y de intenciones encubiertas: Pelayo entra en la casa de la colonia de manera sigilosa, procurando que nadie lo vea. Sin embargo, la casualidad le juega en contra. María, en su silla de ruedas, aparece de improviso y lo sorprende en pleno pasillo.
La tensión es palpable. María, con la mirada fija en él, lo saluda de manera cordial pero dejando traslucir su sorpresa: no esperaba verlo allí, sobre todo después de que el viaje a Londres fuera cancelado. Ella pensaba que Pelayo estaría ocupado con compromisos laborales. Él, siempre astuto para salir de situaciones incómodas, se justifica con aparente tranquilidad: aún le quedan llamadas pendientes, pero prefiere hacerlas desde casa.
En ese instante, María se muestra más vulnerable y sincera. Le confiesa que, aunque ella no podía viajar, le habría encantado ver las fotos y escuchar las historias de Londres. Hay un tono de nostalgia en sus palabras, como si sintiera que la vida pasa ante ella sin poder participar. Pelayo minimiza la importancia del viaje diciendo que “Londres siempre estará ahí”, pero María le lanza una frase cargada de significado: “no hay que desaprovechar las oportunidades, porque la vida puede cambiar en un instante”. Ella sabe bien de lo que habla: su accidente la dejó paralítica, su mundo se transformó sin aviso previo.
Pelayo intenta mantener el ambiente liviano, respondiendo que espera que esos cambios tan drásticos no ocurran, pero María, con una mezcla de amargura y resignación, le replica que a ella ya le sucedió. Se siente atrapada en esa casa, en esa familia, como una prisionera de su propio destino.
La conversación parece desviarse hacia lo cotidiano. Pelayo se ofrece a llevarla a su habitación. Mientras la empuja en la silla de ruedas, María, con un tono que parece broma pero que esconde algo más profundo, le advierte que “no cante victoria todavía”, refiriéndose a Marta: ella sigue siendo “una reina, con sus defectos y sus virtudes”. Pelayo sonríe, coincidiendo en que Marta tiene muchas virtudes. Pero en ese punto, María deja caer una frase cargada de intención: “tú y yo deberíamos hablar un día tranquilamente, ¿no crees?”.
El comentario de María no es inocente. Ella intuye que hay algo en Pelayo que no termina de cuadrarle. Pero él, con la habilidad de un maestro en el engaño, evita la conversación con la excusa de que tiene asuntos urgentes que atender.
Cuando Pelayo finalmente la deja en su habitación y cierra la puerta tras ella, su rostro cambia completamente. Desaparece la sonrisa amable y aparece el verdadero Pelayo: frío, calculador y determinado. Sin perder tiempo, se dirige sigilosamente a otra habitación de la casa. Allí, busca con precisión una caja escondida, de donde extrae una llave. Con ella, abre un cajón oculto que esconde una caja fuerte.
Pelayo abre la caja fuerte y dentro encuentra varios sobres. Sin dudarlo, comienza a revisar cada uno, eligiendo cuidadosamente algunos documentos que guarda en el bolsillo de su chaqueta. Luego, con meticulosidad, deja todo tal como lo encontró, devuelve la llave a su escondite y se asegura de que nada indique que alguien estuvo allí.
Finalmente, sale del cuarto con la misma cautela con la que entró, ajustándose la ropa y vigilando cada paso para no ser descubierto. Esta escena revela de forma definitiva que Pelayo no es el hombre honesto y trabajador que todos creen. Es alguien que actúa en las sombras, que manipula y roba información o documentos que podrían ser cruciales.
María, aunque no vio lo que hizo, ya comienza a sospechar que Pelayo oculta algo importante. Su propuesta de conversar tranquilamente no fue un comentario al azar; María empieza a intuir que Pelayo no es quien aparenta ser y que, tal vez, es una amenaza latente en la familia.
Este episodio deja claro que Marta, quien siempre ha defendido y amado a Pelayo, en realidad no conoce al hombre que tiene a su lado. Pelayo es un farsante, alguien con un doble juego y con objetivos ocultos, y aunque aún no sabemos qué contienen esos sobres que ha robado, todo indica que sus intenciones no son buenas. El misterio sobre su verdadera identidad y sus planes oscuros apenas comienza a desvelarse.
¿Descubrirá Marta el verdadero rostro de Pelayo? ¿Será María quien destape el engaño? La intriga está servida y la caída de Pelayo podría estar más cerca de lo que imagina.