🎨 LA PROMESA – Jana regresa y revela el motivo que la llevó a destruir la pintura de la Cruz (Avance detallado)

El ambiente en La Promesa ha alcanzado un punto de ruptura cuando el icónico retrato de Cruz, aquel cuya presencia estremecía cada rincón del palacio, ha sido hallado destrozado en circunstancias misteriosas. Este avance anticipa la impactante revelación de Jana, quien regresa para confesar que fue ella quien destruyó la obra causada por la Cruz—y por sus propias razones muy personales. Lo que en apariencia es solo una pintura rasgada, encierra una historia de traición, venganza y redención.

1. La presencia perturbadora del retrato

Desde su llegada, el lienzo ha generado tensión en todos los niveles de la casa. Manuel incluso confesó a Curro que le hablaba al cuadro como si Cruz pudiera responderle; la mirada fija del retrato lo hacía sentir observado, vulnerable. No solo él: Petra, el ama de llaves, revivió en solitario sus propios fantasmas mientras lo contemplaba bajo una tormenta, y el propio marqués Alonso, ante su imperiosa figura, mostró signos de quebranto emocional. La tensión en la mansión era palpable.

2. Alonso, encarando recuerdos dolorosos

A pesar de la indiferencia de algunos—como Lorenzo—, Alonso fue incapaz de ocultar lo mucho que le afectaba la presencia del retrato. Frente a Leocadia, quien lo miraba con fría serenidad, expresó: “Es mucho más que un lienzo: es Cruz, la mujer con la que compartí casi treinta años de mi vida“. Reconoció que entre ellos hubo un amor devastador y una enemistad profunda, y admitió haber tratado de olvidar hasta que ese retrato lo trajo de vuelta a la pesadilla de su propio corazón. Las heridas que creía casi cerradas se reabrieron por completo, y su entorno comenzó a ver en el retrato un símbolo inadmisible del pasado.

3. Petra y el dolor del recuerdo

Durante una noche tormentosa, Petra se encontró sola frente al retrato. Lo tocó con timidez, como si tratara de reconectar con la marquesa ya ausente. Pero pronto sintió un nudo en la garganta, un miedo que tal vez no era solo miedo, sino furia contenida. Recordó a Feliciano, el esposo que perdió por culpa de esa mujer retratada. El gesto de acariciar la pintura se convirtió en un acto de confrontación: ¿cariño, asco o redención? Aquel silencio cargado de emoción anticipaba que Petra no guardaba sus sentimientos por siempre.

4. Una decisión que no llega a concretarse

La mañana siguiente anuncia la calma después de la tormenta. Alonso, decidido a terminar con el tormento que le ocasiona el retrato, propone guardarlo en el desván: una solución definitiva. Leocadia, con su acostumbrada fría cortesía, le pregunta si está seguro. El marqués admite que siente algo en la mirada del retrato que le recuerda a un Velázquez auténtico. Sin embargo, cuando Leocadia va a comprobarlo, descubre que la pintura ha desaparecido… solo para hallar restos rasgados que atestiguan que alguien la ha destruido con violencia.

5. Los sospechosos: quién pudo haberlo hecho

Ahora, La Promesa se convierte en una escena del crimen emocional. ¿Quién tuvo motivos para destruirla?

• Curro o Manuel: El retrato representa a la marquesa que fue responsable directa de la muerte de la hermana de Curro y de la esposa de Manuel. Ambos compartían una única mirada cargada de dolor hacia aquella figura.
• El marqués Alonso: Su evidente incomodidad y deseo de librarse del retrato lo colocan en la lista de sospechosos. Además, era la persona más cercana al cuadro, con acceso directo y poder para actuar.
• Petra: Fue vista cerca del cuadro, y frente a él gimiendo de dolor rememoró horrores pasados. Cerca de ella se encontró un abrecartas, un posible instrumento de la destrucción.
• Martina: Se desmayó sola frente al retrato, víctima de algo más que el cansancio. Se especula que la intensidad emocional también podría haberla empujado a actuar.
• Leocadia: No esconde su tranquilidad ni su poder. A menudo justificaba el silencio del cuadro y decía que solo ella podía lucir harapos cuando Cruz se atrevería a vestirlos.
• Candela: La supersticiosa cocinera había advertido que el retrato traería desgracias. Se movía entre amenazas veladas y oraciones. Podría haber atentado con sus propias manos o con convocaciones oscuras.

6. La confesión que sacude todo

Justo cuando la tensión parecía saturar el ambiente, Jana irrumpe en escena. Con voz firme y mirada desafiante, dice: “Fui yo, marqués. Fui yo quien destruyó el retrato de Cruz y lo haría cuántas veces fuera necesario“. Todo se vuelve silencio. Alonso, paralizado, da un paso atrás. Jana aparece frente a él viva, con el porte que el recuerdo había hecho creer imposible. No solo confiesa, sino que explica el motivo: decía que el cuadro no representaba a Cruz, sino la mentira, el dolor, la manipulación que ella misma sufrió y que se perpetuó en ese lienzo.

Jana revela que romper la pintura era la única forma de extirpar el veneno que había quedado atrapado en las paredes y en los corazones. Y deja claro que lo volvería a hacer si hiciera falta. Con cada palabra, condena la hipocresía de esa casa, desde Leocadia hasta el propio Alonso. Su presencia y confesión incendian el salón convertido en trampa emocional.

7. Un retrato que ya no existe

Lo que sigue es una atmósfera de pesadilla: los retratos ya no existen; la pintura ha sido destruida, pero lo que representa renace con más fuerza. Jana camina, firma y se ofrece a demostrar lo que dice. Alonso intenta tocarla, pero se detiene, confundido. Quería creer que era un sueño. Ella insiste: él ha sido manipulado desde el primer día, rodeado de mentiras por aquellos en quienes confiaba. Con palabras hirientes y certeras, revela esquemas de traición. Le habla como se hablaba a su madre. Y mientras ella susurra verdades a su rostro, él siente que despierta de una pesadilla interminable.

8. El despertar: ¿ficción o realidad?

Pero entonces… Alonso despierta. Está sudando. El cuadro está intacto en la pared. Absurdo: no hubo interrogatorio, no hubo acusaciones. Todo fue un sueño. Solo una taza de té intacta sobre la mesa, con un aroma extraño. Leocadia, con la suavidad ensayada que la caracteriza, irrumpe para decirle que estuvo dormido horas. Él rechaza el té con brusquedad y sale tambaleante. El olor lo sigue por el pasillo. La sospecha se instala: ¿es Leocadia culpable de algo más? Esa taza de té, ese mismo aroma… ¿cómo influye en su mente?

9. El destino del retrato y el futuro del marqués

Jana ha dejado en claro que el retrato era el síntoma de toda esa herida. Su confesión cambia todo, pero también revela que la fabricación de realidades y recuerdos ha sido una constante en ese palacio. La pintura, su destrucción y el sueño de Alonso constituyen una metáfora poderosa de lo que sucede cuando el pasado se niega a morir. A partir de ahora, el marqués no solo luchará por su honor, sino también por despertar de la ilusión que lo ha mantenido cautivo.

La pregunta es clara: ¿qué sucederá con el retrato ahora? ¿Lo almacenarán, lo restaurarán o lo dejarán desaparecer para siempre? ¿Y qué harán las personas que quedaron en entredicho cuando Jana habite de nuevo los pasillos del palacio? Una verdad revelada puede ser liberadora… pero también puede ser devastadora.

Esta transformación anticipada del retrato rasgado en detonante narrativo marca una nueva era en La Promesa. La aparición de Jana, su confesión y sus razones profundas redibujan el mapa emocional del palacio: las alianzas se tambalean, las máscaras caen y el espectador se prepara para una trama aún más intensa y visceral.

¿Tú qué opinas?¿Estás listo para descubrir la verdad que hay detrás del retrato, y de todos los secretos que ha arrancado?