En el próximo episodio de Sueños de Libertad, la calma aparente se rompe con una llamada telefónica que desencadena una serie de giros inesperados. Gabriel, con el auricular en mano, conversa con Brosart de forma confiada y calculadora. Aunque lo que plantea podría parecer arriesgado, él lo tiene claro: es parte de su estrategia para frenar una demanda. Asegura que se encargará personalmente de que no prospere. Apenas cuelga, María aparece, observando con atención. Su primera advertencia es directa: debería ser más prudente, ya que en esa casa hay más teléfonos. Gabriel responde con una falsa naturalidad, convencido de que actuar sin nervios es la mejor forma de no levantar sospechas. Sin embargo, María no se deja engañar: si de verdad quisiera pasar inadvertido, no hablaría en francés, ya que cualquiera podría entenderlo. Incluso le recuerda que su abuela era de Montpellier.
Gabriel intenta justificar sus acciones. En ese momento, aparte de María, solo está Teresa en casa, y duda mucho que ella entienda francés. Explica que la llamada fue para avisar a Brosart de que pronto recibirá una demanda de parte de Perfumerías de la Reina. María, sin fiarse, sugiere que después de tanta “lealtad” demostrada, la noticia no les habrá sentado nada bien. Gabriel admite que no han entendido su estrategia. Ella lo enfrenta: si gana la demanda, habrá traicionado a esa empresa; si la pierde, su reputación como abogado quedará destruida. Con una sonrisa calculada, Gabriel asegura que ninguna de esas opciones ocurrirá porque planea que el juicio nunca llegue a celebrarse.
Ante la pregunta de cómo piensa lograrlo, revela que retrasará el proceso lo suficiente para que, cuando Brosart tenga el control de Perfumerías de la Reina, la demanda sea retirada. Paralelamente, la tensión crece en otro frente: Don Pedro y Damián están a punto de enfrentarse como nunca antes. Don Pedro espera a Damián en su despacho, decidido a exigir respuestas. En cuanto Damián entra, Pedro lo acusa de haber caído muy bajo y de ser quien llevó a José Gutiérrez a Toledo. Damián, desconcertado, intenta mantener la calma, pero Pedro insiste, recordándole que él mismo admitió saber lo ocurrido con el novio de Irene. Aunque Damián reconoce que estaba al tanto, asegura que no siguió investigando y que prometió no usar ese tema contra Pedro.
Don Pedro no cree en la casualidad: después de 20 años, la aparición de José no puede ser fortuita. Damián afirma que, según averiguó, José siempre ha estado pendiente de Cristina y quizá ahora quiere decirle la verdad. Pedro, furioso, lo acusa de saber desde el principio que José era el portero de la finca. Damián lo confirma, pero explica que calló para no herir más a Irene, aunque le dolía verla defender a Pedro sabiendo lo ocurrido. Sugiere que tal vez José sea quien finalmente muestre la verdad. Pedro lo amenaza, jurando que no permitirá que enfrente a su hermana ni que le haga más daño. Un dolor repentino interrumpe su ira, pero logra recomponerse y se retira, dejando a Damián preocupado.
De vuelta en la casa de los Reina, María advierte a Gabriel que su plan tiene un punto débil: su tío y primos no son ingenuos, y tarde o temprano descubrirán lo que hace. Gabriel, confiado, asegura que cuando eso ocurra, ellos ya no estarán en la dirección y Brosart podrá detener la demanda. María reconoce que lo tiene todo planeado, aunque considera que el riesgo que ha tomado es excesivo. Gabriel defiende que era necesario, ya que Andrés seguía sospechando de él a pesar de la confesión de la empleada de paquetería. Con esta jugada, buscaba eliminar esas dudas y mostrarse como un aliado leal a la empresa.
María le recuerda que ahora Andrés le ha pedido disculpas, algo que a Gabriel le ha resultado muy satisfactorio. Él lo considera una victoria personal, aunque por respeto a María no se muestra demasiado eufórico. Pero en medio de este juego de estrategias, ella le confiesa que su verdadera guerra es otra y que no va bien. Gabriel, con determinación, asegura que Begoña acabará siendo suya.
Mientras tanto, en el laboratorio, se produce la revelación más impactante. Irene irrumpe con urgencia para hablar con Cristina. Con gesto serio, le muestra una fotografía y le pide que identifique a las dos personas que aparecen en ella. Cristina reconoce a Irene, pero se queda pensativa al ver al hombre. Irene le pide que lo imagine 30 años mayor. Cristina recuerda vagamente: “Es Pepe, el portero de la finca de mis padres”, aunque cree que lo recuerda porque Irene ya le había hablado de él. Es entonces cuando Irene confirma lo impensable: Pepe, cuyo verdadero nombre es José Gutiérrez, es su padre.
Cristina queda paralizada, incapaz de asimilarlo. Irene explica que él siempre ha estado cerca, cuidándola en silencio. Ante la pregunta de por qué nunca se lo dijo, responde que desde que se quedó embarazada no volvió a verlo y jamás imaginó que seguiría presente de alguna forma. Cristina, con el corazón roto, siente que todo su mundo se tambalea. Ya no sabe en quién confiar ni qué es verdad o mentira. Irene la abraza y le promete que ya no hay más secretos: toda la verdad está sobre la mesa y ahora solo les queda decidir juntas qué hacer con ella.
En este capítulo, cada conversación es una partida de ajedrez en la que las piezas se mueven con precisión, pero también con riesgos enormes. Las intrigas legales de Gabriel se entrelazan con las tensiones familiares, mientras viejas heridas vuelven a sangrar con la llegada de una verdad que llevaba décadas oculta. Lo que Cristina acaba de descubrir no solo cambia su visión de su propia vida, sino que amenaza con reconfigurar todas las relaciones a su alrededor. La pregunta que queda flotando es: ¿será capaz de perdonar y de construir algo nuevo sobre los cimientos de tantas mentiras?
El próximo lunes, 11 de agosto, en Sueños de Libertad, capítulo 371, no solo veremos a Cristina enfrentarse a la revelación más dolorosa de su vida, sino también cómo Gabriel continúa moviendo los hilos para consolidar su poder, y cómo Don Pedro y Damián se hunden aún más en un enfrentamiento que puede romperlo todo. La verdad ha salido a la luz… pero quizá lo más difícil esté aún por venir.