La Promesa – El regreso inesperado de Samuel sacude el palacio

María Fernández había intentado convencer a su corazón de que Samuel era ya parte de su pasado. Después de descubrir su paradero, se había dicho a sí misma que lo más sensato era olvidarlo, cerrar ese capítulo y seguir adelante. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Cuando menos lo esperaba, y en un momento en que su vida parecía encaminada hacia la resignación, Samuel ha reaparecido… ¡y en el propio palacio! Pero la sorpresa no termina ahí: sigue siendo cura.

La pregunta que se hace todo el mundo es inmediata: ¿qué ha ocurrido durante su ausencia? ¿Por qué ha tardado tanto en regresar? Y, lo más inquietante para María, ¿qué significa esto para su historia juntos?

La partida de Samuel: un adiós que dolió más de lo esperado

El recuerdo sigue vivo en la memoria de María. Samuel, con voz firme pero cargada de emoción, le confesó: “Estoy completamente enamorado de ti”. Sus palabras no fueron un impulso pasajero, sino una declaración que ponía en riesgo todo aquello a lo que había dedicado su vida. Tanto fue así que se planteó abandonar su vocación y entregarse a sus sentimientos.

Para demostrar que hablaba en serio, Samuel decidió confesarlo todo ante el Obispado, delatándose a sí mismo. Aquella decisión tuvo consecuencias inmediatas: debía abandonar el palacio de los Luján para testificar y aclarar su situación.

La despedida fue intensa, casi insoportable. Él, con la mirada fija en ella, pronunció palabras que resonarían para siempre en el corazón de María: “Me has ayudado a encontrarme. Uno no elige de quién se enamora. Lo que siento por ti me ha arrollado sin yo poder evitarlo”. Nadie sabía entonces si ese adiós era temporal o definitivo, pero lo que sí quedó claro es que entre ellos existía un vínculo que ni el tiempo ni la distancia parecían poder romper.

El misterio de su ausencia: el hallazgo de Manuel

Los días pasaban y de Samuel no llegaban noticias. La incertidumbre comenzó a crecer, primero como una inquietud y después como una auténtica preocupación. María Fernández y Petra compartían el mismo desasosiego. Fue entonces cuando Catalina, con la determinación que la caracteriza, decidió intervenir.

Gracias a su ayuda, descubrieron un dato sorprendente: Samuel nunca llegó a presentarse ante el Obispado. Aquello abría más incógnitas de las que resolvía. ¿Dónde estaba? ¿Por qué había mentido o callado sobre sus pasos? La espera se hizo insoportable, y tanto María como Petra entendieron que no podían seguir aguardando respuestas. Buscaron entonces la ayuda de Manuel, heredero del marquesado, que pronto arrojó luz sobre el asunto: Samuel se encontraba en casa de sus padres.

La noticia dejó perplejas a las dos mujeres. La familia de Samuel siempre se había opuesto a su vocación religiosa, y la idea de que hubiera vuelto con ellos tras todo lo ocurrido parecía incomprensible. María, herida, no pudo evitar pensar en voz alta: “Si Samuel me quisiera lo más mínimo, no se hubiera ido así como así, sin dar señales de vida. Lo mejor es que se ha olvidado de mí y yo tengo que hacer lo mismo”. Era una rendición amarga, fruto no solo de la tristeza, sino también del orgullo herido.

Una alianza inesperada: Petra y María unidas por la preocupación

A pesar de las diferencias del pasado, la inquietud por Samuel sirvió de puente entre Petra y María. Durante esos días, se acercaron más que nunca, compartiendo confidencias y desvelos. María no dudó en abrirle su corazón al ama de llaves, contándole su tristeza, su decepción y hasta su sensación de abandono.

En esas conversaciones, surgió también el recuerdo de Jana, la amiga leal que siempre había estado junto a ella en los momentos difíciles. Evocar su apoyo le devolvía algo de fuerza para sobrellevar la espera. Petra, a su manera, supo mostrar empatía desde el primer momento, consciente de que detrás de la rabia de María se escondía un dolor profundo.

El regreso que nadie esperaba

Y entonces, cuando el silencio y la incertidumbre se habían instalado como parte de la rutina, ocurrió lo impensable. La puerta se abrió y, sin previo aviso, Samuel apareció en la habitación.

María y Petra quedaron boquiabiertas. El párroco entró como si nada hubiera pasado, con un gesto sereno, pero enseguida notó el peso de las miradas que lo recibían. Las recriminaciones no se hicieron esperar. Ambas mujeres le reprocharon su falta de noticias y el abandono en el que las había dejado. Samuel escuchó en silencio y luego, con humildad, dijo: “Os pido perdón. Tenéis motivos de sobra para estar molestas conmigo. En cuanto mi amigo, el padre Carlina, me comentó que don Manuel había estado preguntando por mí, me apuré para llegar aquí lo antes posible”.

No obstante, su regreso traía consigo una revelación que María no estaba preparada para escuchar: Samuel seguía siendo cura. Todo lo que había ocurrido durante esos días de ausencia, todas las decisiones que debía haber tomado, parecían no haber cambiado su compromiso con la Iglesia.

Un futuro incierto para su relación

La noticia dejó a María en una encrucijada. ¿Qué significaba para ellos que Samuel hubiera decidido mantener su vocación? ¿Era una señal de que su historia de amor estaba condenada? Las dudas se acumulaban y las respuestas se posponían, como si el tiempo en el palacio quisiera estirarse para prolongar la tensión.

El destino de esta relación, que había empezado con fuerza y pasión, quedaba ahora en suspenso. La promesa de un futuro juntos parecía más lejana que nunca, y solo los próximos acontecimientos dirán si el amor podrá imponerse a los votos sagrados.

La Promesa sigue cautivando cada tarde

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Además, para los más fieles, existe un canal especial de La Promesa en RTVE Play, donde es posible revivir todos los momentos de la ficción en cualquier momento y de forma gratuita. Un espacio perfecto para volver a emocionarse con las escenas más memorables o ponerse al día con los capítulos que te hayas perdido.

El regreso de Samuel es solo una de las muchas piezas de este rompecabezas narrativo. Cada personaje avanza en su propia lucha, pero todos están conectados por los lazos, visibles o invisibles, que se tejen en el palacio. Y, como siempre, detrás de cada gesto y cada palabra, se esconden secretos que tarde o temprano saldrán a la luz.