La historia de La Promesa entra en una de sus semanas más tensas y reveladoras. Los acontecimientos se precipitan tras la marcha de Lorenzo, pero su ausencia no significa calma, sino todo lo contrario: abre la puerta a nuevos secretos, traiciones y pasiones prohibidas que sacudirán los cimientos del palacio de los marqueses de Luján. Del 18 al 22 de agosto, los espectadores serán testigos de giros que marcarán un antes y un después, y de una bomba emocional que pondrá en jaque a varias familias: el descubrimiento de que Leocadia y Cristóbal son amantes.
Desde el inicio de la semana, la trama arranca con la salida definitiva de Lorenzo, obligado a responder ante la justicia. El militar cae en desgracia y es arrestado, no sin antes lanzar una última advertencia que hiela la sangre: promete volver para vengarse de quienes lo han traicionado. Su caída, sin embargo, no es un alivio para todos, ya que su sombra y sus alianzas secretas continúan pesando en el destino de varios personajes. Entre ellos, Curro, quien admite ante López Vera y Pía que fue él quien presentó las pruebas que incriminaron al capitán. Este gesto, lejos de ser un acto inocente, destapa su implicación en un plan cuidadosamente urdido junto a Ángela. Ambos, satisfechos por el éxito, celebran su victoria con una intimidad que refuerza la conexión peligrosa que mantienen en secreto.
En paralelo, Leocadia guarda silencio sobre un asunto espinoso: no le confiesa a Ángela que Lorenzo le había pedido matrimonio. Ese silencio marcará una diferencia crucial en la relación entre madre e hija, y también dará pistas del papel ambiguo de Leocadia en toda esta maraña.
Mientras tanto, la enemistad entre Catalina y Martina alcanza un punto de no retorno. La tensión entre ambas damas crece tanto que Martina, cansada de la hostilidad, decide tomar una determinación radical: abandonar el palacio de La Promesa. La noticia cae como un jarro de agua fría, especialmente sobre Manuel, quien, al enterarse, arremete contra su propio padre con una vehemencia que sorprende a todos. En esa confrontación, el respeto entre padre e hijo se rompe, lo que obliga a Alonso a buscar apoyos en lugares insospechados.
La situación empresarial no ayuda. Manuel, empeñado en marcar su propio rumbo, toma decisiones drásticas en su proyecto personal, apartando a Leocadia de sus planes de futuro. Ella, astuta, intenta ganar tiempo retrasando su respuesta, pero el distanciamiento entre ambos queda patente. Por otro lado, el destino de Samuel parece estar lejos de La Promesa, aunque una intervención de Toño reabre la posibilidad de que Cristóbal reconsidere lo que parecía una decisión firme.
La vida sentimental también se agita: Toño y Enora deciden formalizar su relación y contárselo a Manuel, pero su reacción es tan fría y tajante que los deja sin aliento. En paralelo, Candela y Simona intentan un acercamiento con Enora, mientras Toño se sincera con Samuel sobre su realidad sentimental. Vera, por su parte, se ilusiona con la idea de reencontrarse con su hermano, pero la visita que recibe la descoloca por completo: es su madre quien aparece en palacio para anunciarle que su hermano no quiere verla. López, sin embargo, sospecha que todo esto es una manipulación y que tras esas palabras se esconde un nuevo engaño.
Las intrigas no se detienen ahí. Ricardo pide consejo a Samuel para anular su matrimonio con Ana, pero recibe noticias desalentadoras. Y en medio de todo, Pía continúa siguiendo un rastro sospechoso: obtiene del cartero pruebas que confirman sus dudas sobre una carta vinculada a Cristóbal. Decidida a llegar al fondo, se infiltra en el despacho de este, pero es sorprendida hurgando entre sus pertenencias. Contra todo pronóstico, es Petra quien la cubre en ese instante, aunque con una condición: exige conocer toda la verdad.
En la planta noble, la relación padre-hijo vuelve a explotar. Manuel, más encendido que nunca, enfrenta a Alonso por el control de la empresa familiar. Para Manuel, la prioridad es alejar a Leocadia y dejar de depender de las viejas estructuras, mientras que Alonso no soporta perder el control ni el respeto de su primogénito. Este enfrentamiento deja a Alonso hundido, sintiéndose fracasado, mientras Manuel encuentra consuelo en el apoyo de Enora, que lo anima a reconciliarse con su padre antes de que sea demasiado tarde.
Entre tanto, Martina, rota por el dolor de su conflicto con Catalina, sigue firme en su plan de marcharse con Jacobo. La joven siente que el vínculo que la unía a su entorno ya está demasiado quebrado como para reparar el daño.
Pero el verdadero terremoto de la semana lo provocan Cristóbal y Leocadia. El nuevo mayordomo y la señora de Figueroa comienzan a tener encuentros que, a primera vista, parecen extraños. Varias personas del palacio empiezan a sospechar de sus citas, sin lograr descifrar qué se esconde detrás. Lo que nadie imagina es que esas reuniones responden a algo mucho más escandaloso y prohibido: una relación amorosa clandestina. Lejos de ser un simple aliado circunstancial, Cristóbal se convierte en el amante de Leocadia, rompiendo todas las normas de la jerarquía social y desafiando las rígidas reglas del palacio.
Este descubrimiento amenaza con dinamitar no solo el honor de Leocadia y la reputación del mayordomo, sino también la delicada estabilidad del hogar. Porque si su secreto sale a la luz, las consecuencias podrían ser devastadoras para ambos y para quienes dependen de ellos. El simple hecho de que una dama de su posición se relacione íntimamente con un hombre de su servicio es un escándalo en potencia que podría acabar con su prestigio, su influencia y su lugar en la familia Figueroa.
Así, la semana del 18 al 22 de agosto en La Promesa se presenta como una de las más explosivas hasta ahora: traiciones familiares, decisiones drásticas, pasiones prohibidas y un romance inesperado que puede cambiarlo todo. El idilio secreto entre Leocadia y Cristóbal promete convertirse en la chispa que encienda una tormenta en el palacio. Y lo más inquietante es que, en La Promesa, ningún secreto permanece oculto para siempre.