El capítulo 378 de Sueños de Libertad se abre con un ambiente de tensión y pérdida en Casa de los Montes. Marta despierta sobresaltada al notar que Fina no está a su lado. La busca con desesperación por cada habitación, cada rincón, hasta que descubre un sobre sobre la mesa con su nombre escrito. Con las manos temblorosas lo abre y se encuentra con una carta devastadora. En ella, Fina le confiesa que se marcha sin despedirse porque no soporta cargar con la culpa de la muerte de Santiago, un hombre despreciable que quiso dominarla por el simple hecho de ser mujer. Aunque sabe que su final pudo ser un acto de justicia, el temor a que Marta sufra las consecuencias de ese trágico accidente la ha llevado a tomar la decisión más dolorosa de su vida: dejarla. Entre frases cargadas de amor y despedida, Fina le pide que siga luchando por sus sueños y que ilumine la vida de otras mujeres, aunque eso implique separarse para siempre. Marta, rota en llanto, apenas logra sostener la carta en sus manos, consciente de que Fina podría haberse ido de manera definitiva.

Mientras tanto, en casa de los Reina, la tensión se concentra en otra dirección. Durante el desayuno, Andrés recibe la noticia de que uno de los trabajadores está gravemente enfermo y abandona la mesa preocupado. Su reacción inmediata contrasta con la fría ambición de Gabriel, quien aprovecha la ausencia de Andrés para hablar con María. Con una calma calculada, Gabriel expone que la situación puede convertirse en la oportunidad perfecta para desestabilizar a la directiva de las perfumerías. Su plan consiste en dejar que el malestar de los empleados crezca hasta estallar. Según él, la enfermedad entre los trabajadores será el detonante para que, cuando llegue el momento adecuado, una demanda colectiva dirigida por un abogado de confianza acabe hundiendo la empresa. María, inquieta, advierte el riesgo de destruir la reputación de la compañía y de generar un escándalo imposible de contener, pero Gabriel insiste con frialdad: todo esto abrirá la puerta a que un tercero tome el control y compre las acciones a bajo precio, asegurando así el futuro de Julia y el suyo propio.

María, atrapada entre la desconfianza y el miedo, le recuerda el acuerdo firmado con Brosart. Gabriel, sin inmutarse, le asegura que ese pacto se cumplirá, aunque deja claro que actuará a su manera, con hechos más que con palabras. La manipulación, la ambición y el juego de poder se entrelazan en esta conversación, que deja a María cada vez más insegura de las verdaderas intenciones de su aliado.

Por otro lado, la acción se traslada a la fábrica, donde Irene regresa al despacho de Pedro con el rostro serio y la determinación grabada en cada gesto. Él intenta agradecerle su presencia en momentos tan complicados, reconociendo lo esencial que resulta para la empresa. Sin embargo, Irene lo corta en seco: está allí por responsabilidad, no por reconciliación. Su prioridad es Cristina y no permitirá que, por culpa de Pedro, vuelva a perderla de vista. Le deja claro que su vuelta no significa un regreso al pasado, ni mucho menos confianza. Más aún, lo acusa directamente de estar relacionado con la desaparición de José, mostrándose inflexible y convencida de que Pedro oculta algo.

Pedro, acorralado, intenta justificar sus actos y culpar a Damián de influir en Irene, pero ella no se deja manipular. Le recuerda que su vida privada no está sujeta a sus juicios ni control, y que si está en la fábrica es solo por deber y no por lazos fraternales. Pedro, dolido, suplica recuperar la relación entre hermanos, pero Irene reafirma que solo está allí para trabajar, sin dar un paso atrás en su convicción de que Pedro miente.

La tensión se traslada entonces al encuentro entre Irene y Damián. Ella le entrega el correo con actitud distante, y cuando él insinúa que ha vuelto por influencia suya, Irene le responde con dureza: ha regresado por Cristina y porque la empresa atraviesa un momento difícil, pero no para reanudar lo que hubo entre ellos. Cuando Damián habla de la “cuestión de saponificación”, Irene lo acusa de minimizar lo que en realidad es un grave engaño a los trabajadores al ocultarles la verdad sobre la enfermedad de algunos compañeros. Para ella, tanto Pedro como él han cometido un error fatal que acabará pasándoles factura.

La conversación entre ambos se vuelve cada vez más tensa. Damián, consciente de sus errores, admite parcialmente la culpa, pero intenta separar sus faltas de las de Pedro. Irene, inflexible, rechaza cualquier intento de suavizar lo ocurrido y sentencia que entre ellos no habrá nada más que una relación estrictamente profesional. Para ella, lo vivido quedó enterrado, y cuando Damián intenta insinuar que le está castigando por lo hecho por su hermano, Irene lo fulmina con una mirada de rabia: no es venganza, sino pura verdad, porque Damián tampoco ha sabido reconocer sus propios errores.

El capítulo avanza mostrando a una Irene implacable, incapaz de perdonar, ni a Pedro ni a Damián. Marta, devastada por la ausencia de Fina, se enfrenta a la incertidumbre de un futuro sin ella. Y Gabriel, con su ambición sin límites, traza los últimos hilos de un plan que amenaza con dinamitar el corazón de las perfumerías Reina. Entre despedidas dolorosas, conspiraciones empresariales y rencores familiares, Sueños de Libertad promete un episodio cargado de emociones, donde el amor, la traición y la verdad se entrecruzan dejando claro que Irene no perdona nada.