En “La Promesa” nada es casual. Cada silencio, cada ausencia y cada nombre apenas mencionado en los primeros capítulos tiene un peso narrativo que tarde o temprano regresa con fuerza. Y precisamente eso es lo que está a punto de ocurrir con dos personajes que, aunque invisibles hasta ahora, podrían convertirse en las auténticas salvadoras de la familia Luján: las hermanas de Alonso.

El marqués de Luján atraviesa una de sus etapas más oscuras. La ruina económica, la manipulación constante de Leocadia —la llamada postiza— y la distancia creciente con sus hijos lo han hundido en una profunda depresión. La muerte de sus hermanos Pedro y Fernando lo dejó prácticamente solo en el mundo, y la ausencia de aliados de sangre lo ha convertido en presa fácil de las intrigas de quienes buscan dominar el palacio. Sin embargo, el guion parece guardarse un golpe maestro: la irrupción de esas dos hermanas que llevan casi setecientos episodios esperando su turno.

Un pasado enterrado que vuelve

Desde el inicio de la serie, los espectadores supieron que Alonso no era hijo único. En alguna conversación se mencionó que tenía hermanas, pero nunca más se volvió sobre ellas. Ni en el funeral de Fernando, ni en los grandes conflictos familiares, ni siquiera en los momentos de máxima tensión se asomó su presencia. Un silencio tan prolongado no puede ser casualidad. Los guionistas han reservado esas cartas para cuando el tablero esté al borde del colapso, y ese momento parece haber llegado.

Alonso se siente culpable por haber renegado de su propio hijo en el pasado para congraciarse con la corte. Carga con la muerte de Thomas, de Eugenia, con el peso de una finca arruinada que Leocadia tuvo que rescatar. En su mente, todo es un fracaso. La promesa, antaño símbolo de orgullo y nobleza, hoy es vista con desdén. El marqués ha perdido la confianza del pueblo, el respeto de sus criados y, lo más doloroso, la admiración de su propia familia. ¿Quién podría sacarlo de ese pozo de vergüenza? Sus hermanas.

El vacío que dejó la sangre

Con Pedro ahogado en su adolescencia y Fernando muerto en circunstancias turbias —recordemos aquella escena brutal en la que doña Cruz retuvo la pastilla que podría haberle salvado la vida—, Alonso quedó como el último varón de su linaje. Pero eso no significa que estuviera solo. Sus hermanas, aunque invisibles, son también herederas legítimas del apellido Luján y, por lo tanto, con derecho pleno a la casa y a la historia de la familia.

La pregunta que muchos se hacen es: ¿por qué no aparecieron antes? ¿Qué las mantuvo lejos? ¿Una desavenencia familiar? ¿Un exilio forzado por decisiones de la corte? ¿O simplemente un recurso narrativo guardado como bomba de relojería? Sea como sea, el retorno de estas mujeres sería un giro devastador para Leocadia.

La sombra de la postiza

Leocadia se ha convertido en dueña y señora del palacio. Su dinero pagó las deudas y su carácter férreo le permitió imponerse sobre Alonso, sobre Catalina e incluso sobre Manuel. Ha ocupado un vacío que parecía imposible de llenar: el de los hermanos de sangre. Sin rivales en la familia directa, la postiza ha reinado con mano de hierro.

Pero contra la sangre no hay veneno que valga. Si una o ambas hermanas de Alonso regresan, todo el edificio de poder que Leocadia ha levantado podría venirse abajo en cuestión de días. Ellas no necesitarían excusas ni permisos. Aquella también fue su casa. Su apellido está grabado en los muros y en la memoria de los criados. Podrían entrar con la frente en alto, reclamar lo que les pertenece y mirar a Leocadia con el desprecio de quien sabe que la usurpadora es ella.

El despertar de Alonso

Alonso necesita un tirón de orejas. Su carácter blando y su tendencia a dejarse manipular lo han convertido en marioneta de intereses ajenos. Ni Catalina ni Manuel han logrado enderezarlo; al contrario, la distancia con sus hijos lo hunde más en la soledad. Solo unas iguales, sus hermanas de sangre, podrían hablarle sin filtros, recordarle quién es y obligarlo a despertar.

La llegada de esas mujeres supondría un terremoto emocional. No solo rescatarían la dignidad de los Luján, sino que devolverían al marqués la confianza perdida. Le dirían a la cara lo que nadie más se atreve: que lleva demasiado tiempo tolerando injusticias, que ha permitido que la postiza maneje la finca a su antojo y que ya es hora de recuperar el lugar que les corresponde.

El misterio de los nombres

Uno de los grandes enigmas que rodea a estas hermanas es su identidad. Nunca hemos oído sus nombres ni visto sus rostros. Eso significa que los guionistas se guardan un as bajo la manga. Cuando aparezcan, lo harán con nombres potentes, cargados de simbolismo, capaces de quedarse en la memoria del público.

¿Serán mujeres autoritarias, de carácter imponente, que entren al palacio como verdaderas matriarcas? ¿O quizás religiosas, formadas en conventos, que traigan consigo una visión distinta de la vida? ¿Podrían parecerse más a su sobrina Catalina, modernas y adelantadas a su tiempo, dispuestas a plantar cara con ideas nuevas? La incógnita está servida, pero algo está claro: no entrarán como simples figurantes, sino como personajes de peso que harán tambalear los cimientos de la trama.

Una jugada maestra del guion

El regreso de las hermanas de Alonso sería uno de esos giros que cambian para siempre la narrativa de una serie. Tras casi setecientos episodios, la aparición de dos figuras familiares olvidadas abriría un abanico inmenso de conflictos, alianzas y revelaciones. Sería la pieza que faltaba para desequilibrar a Leocadia y devolver a Alonso la dignidad perdida.

Los espectadores, acostumbrados ya a giros inesperados, recibirían este con auténtico asombro. No se trataría de un personaje inventado de la nada, sino de dos figuras mencionadas desde el inicio, ocultas en la sombra, esperando el momento justo. Y ese momento parece haber llegado, porque la Promesa está en un punto de no retorno: o la familia Luján recupera su esencia o se hunde para siempre.

Conclusión: el renacer de los Luján

El marqués Alonso ya no puede hundirse más. Entre la ruina económica, el desprecio social y el dominio de la postiza, su figura se ha erosionado hasta casi desaparecer. Pero la sangre llama a la sangre, y el regreso de sus hermanas podría significar el renacer de una casa que parecía condenada.

Ellas podrían devolver el honor, poner freno a Leocadia y recordar a todos que el linaje de los Luján sigue vivo. Y cuando eso ocurra, el palacio será escenario de un enfrentamiento brutal: la falsa benefactora contra las legítimas herederas.

El futuro de la Promesa está escrito en clave femenina. Y las hermanas de Alonso serán, sin duda, las protagonistas del próximo gran capítulo de esta historia que no deja de sorprendernos.