Y finalmente ha llegado ese instante que los seguidores de Sueños de libertad más temían y que durante semanas intentaban retrasar en su mente: la marcha de Fina. La noticia, aunque esperada debido al embarazo de la actriz Alba Brunet, no ha perdido en absoluto la fuerza dramática con la que ha sido presentada en la trama. La salida de este personaje no es simplemente un paréntesis, sino un punto de inflexión que ha dejado huella tanto en los protagonistas como en el público.
El capítulo 377 se ha convertido en un episodio inolvidable, cargado de tensión, emociones desbordadas y un desenlace que marca el inicio de una nueva etapa. Fina, la aprendiz de fotógrafa que conquistó a los espectadores por su carácter fuerte y apasionado, se despide tras haber vivido una noche de amor y entrega junto a Marta, su gran compañera y su razón de ser. Esa velada, que pudo haber significado un renacer de esperanza para la pareja, se transforma en la antesala de la tragedia que marcaría su separación.
Durante toda la semana, los guiones de la ficción fueron sembrando pistas y preparando a la audiencia para lo que se avecinaba. La irrupción de Santiago (Gabriel de Mulder) en el capítulo emitido el 18 de agosto fue la primera señal clara de que la calma en la vida de Marta y Fina estaba a punto de romperse en mil pedazos. La llegada de este hombre, un fugitivo de la justicia con ansias de venganza, trajo consigo el caos. Su plan era tan perverso como calculado: acabar con la vida de ambas mujeres, y en especial con Marta, frente a los ojos de Fina, de manera que la fotógrafa quedara condenada al dolor eterno de presenciar la muerte de su amada.
El enfrentamiento fue inevitable. Santiago irrumpió en la casa del monte que compartían Marta y Fina, desatando una batalla desesperada por la supervivencia. Armado con una navaja y cegado por el odio, primero intentó atacar a Fina, pero el destino tenía otros planes. En un forcejeo lleno de tensión y angustia, fue la propia Fina quien terminó clavando el arma contra su agresor. No fue un asesinato planeado ni frío, sino un homicidio en defensa propia. Sin embargo, eso no borra el peso moral del acto ni las consecuencias que traerá para su futuro. Sus manos quedaron manchadas de sangre y, con ellas, su destino.
Es en este momento cuando entra en juego Pelayo (Alejandro Albarracín), personaje cuya presencia se convierte en determinante para el futuro de la pareja conocida cariñosamente como “las Mafin”. Pelayo, el marido de Marta y yerno de Damián de la Reina (Nancho Novo), llevaba tiempo esperando la ocasión perfecta para separar a las dos mujeres. Su odio hacia Fina, su rechazo a sí mismo y su deseo de mantener las apariencias le habían empujado desde hace tiempo a buscar fórmulas para apartar a la fotógrafa del lado de su esposa.
En episodios anteriores, ya se habían visto sus maniobras sutiles: buscar contratos de fotografía para Fina en lugares lejanos, con el único objetivo de alejarla de Marta. Sin embargo, el crimen accidental cometido por la joven le proporcionó la herramienta definitiva para forzar su salida. Pelayo se quitó la máscara y mostró su verdadera cara: la de un hombre sin escrúpulos, dominado por la ambición, la represión y un profundo desprecio por sí mismo.
En una conversación cargada de tensión, Pelayo dejó claras sus condiciones: o Fina abandonaba España rumbo a Buenos Aires, o él la denunciaría a la policía por el homicidio de Santiago. La amenaza era tan directa como cruel, y Fina, consciente del daño que podría causar a Marta si la verdad saliera a la luz, terminó cediendo. No lo hizo por miedo a la cárcel, sino por amor a la mujer que lo significaba todo para ella.
La marcha de Fina, entonces, se convierte en un sacrificio silencioso, en un acto de amor desesperado. Pelayo, satisfecho por haber ganado esta partida, queda retratado como un hombre amargado que, incapaz de ser feliz, condena a Marta a compartir su misma infelicidad. Ella, sin conocer la verdad, vivirá desgarrada por la ausencia de Fina, mientras su marido mantendrá una fachada de comprensión y apoyo. La mentira se convierte en un veneno que, tarde o temprano, acabará explotando.
Aunque la salida de Alba Brunet de la serie es sólo temporal, la producción ha decidido que este adiós tenga un impacto a la altura de lo que representan las Mafin para el público. No se trataba de una despedida ligera, sino de un giro dramático que sacudiera las emociones de los espectadores y dejara abiertas decenas de preguntas sobre el futuro.
El vínculo entre Marta y Pelayo, ya de por sí frágil, será puesto a prueba sin la presencia de Fina. No hay que olvidar que Marta había renunciado a la idea de tener un hijo con su marido no por influencia de su amante, sino por los consejos de su hermano Andrés (Dani Tatay). Esta decisión, unida al vacío que deja Fina, puede convertirse en un detonante para que la relación entre los De la Reina se resquebraje aún más.
Por otra parte, la trama general de la serie sigue su curso con las intrigas de Gabriel (Oriol Tarrasón), cuyas maquinaciones amenazan con hundir la reputación de la familia. En este escenario, Pelayo puede terminar enfrentándose a las consecuencias de sus propios actos. Ha creído jugar bien sus cartas, pero quizá no haya medido el alcance real de sus decisiones.
El regreso de Fina, previsto tras la baja maternal de Alba Brunet, será uno de los momentos más esperados de la ficción. Los guionistas deberán encontrar la forma de recomponer una pareja que, si bien es una de las más queridas de la televisión española, ahora queda separada por un océano, un secreto y un chantaje. ¿Podrán reencontrarse Marta y Fina tras tanto dolor y tanta distancia? ¿Qué pasará si en el camino aparecen nuevos personajes que pongan en riesgo su amor?
Por ahora, el futuro está lleno de incógnitas. Lo único seguro es que la marcha de Fina marca un antes y un después en Sueños de libertad. Su evolución como personaje, desde aprendiz de fotógrafa hasta mujer capaz de luchar por su vida y por su amor, ha sido una de las más intensas de la serie.
El público la despide con un aplauso cargado de cariño y con la esperanza de que, cuando regrese, lo haga con más fuerza que nunca. Porque aunque Pelayo crea haber ganado, la llama de las Mafin sigue viva en la memoria de los espectadores… y en el corazón de Marta.