Sueños de Libertad llega a su capítulo 354 con un episodio desgarrador que marcará profundamente a varios personajes, pero en especial a Irene, quien se quedará completamente sola y rota por dentro tras una devastadora revelación. El avance para el jueves 17 de julio en Antena 3 promete emociones intensas y momentos de quiebre que nadie se esperaba.
La historia comienza en la residencia de los Carpena, donde Irene es encontrada en el exterior llorando desconsoladamente. Digna y Don Pedro, sorprendidos al verla en ese estado, se acercan preocupados para saber qué le ocurre. “Irene, ¿qué haces aquí?, ¿por qué lloras?”, pregunta Digna con voz llena de inquietud. Pero Irene intenta disimular con un seco “Por nada”. Sin embargo, su rostro lleno de lágrimas no engaña a nadie, y Don Pedro insiste: “¿Qué te pasa, Irene?”.
Finalmente, Irene no puede más y rompe en llanto mientras confiesa con el corazón en la mano: “La he perdido para siempre. Por eso lloro… he perdido a mi hija”. Las palabras de Irene dejan perplejos a Digna y Don Pedro, que la miran sin comprender completamente la situación. Ella les explica con dolor que le confesó a Cristina la verdad sobre su maternidad, pero la reacción de su hija fue todo lo contrario a lo que esperaba. “Si hubieran visto la manera en la que me miró… esa decepción en sus ojos dolió más que cualquier palabra”, admite destrozada.
La dureza de Don Pedro no tarda en aparecer, recriminándole a Irene por haber desobedecido su consejo: “¿Qué pensabas? ¿Que se echaría a tus brazos a llamarte madre?”. Aunque Digna intenta apaciguar el tono de la conversación, Pedro continúa con severidad, criticándola por haber hablado cuando él le recomendó callar. Irene, entre lágrimas, le replica que el silencio la estaba matando, que no podía seguir con ese peso. Sin embargo, Pedro le reprocha: “¿Y crees que ahora estás mejor? Ni tú ni esa chiquilla que vio cómo su mundo se desmoronaba”.
Al sentirse incomprendida, Irene explota y le exige a Don Pedro que no la juzgue más. Pedro, hastiado, se aleja dejando a Irene destrozada, preguntándose por qué Pedro es tan duro con ella si supuestamente la quiere. Digna intenta consolarla y le explica que algunas personas usan la dureza para proteger a quienes aman, pero Irene no comprende por qué entonces tiene que ser con gritos y desprecio. Aun así, Digna le reconoce que, aunque ella misma le aconsejó que no contara la verdad, ahora se alegra de que lo haya hecho porque “las mentiras y los secretos pudren todo”.
Irene teme que Cristina la odie para siempre, y la sola idea de no tenerla en su vida la desgarra. “No sabría vivir sin ella”, confiesa, rota, mientras Digna la abraza asegurándole que todo mejorará con el tiempo.
Agobiada por el dolor y la confusión, Irene decide también cortar el incipiente lazo sentimental que empezaba a surgir con Damián. Lo busca en su despacho, donde él percibe inmediatamente la tristeza en su rostro y le pregunta preocupado qué le ocurre. Ella apenas puede hablar y confiesa que no puede hablar del tema sin revivir el dolor de perder a su hija. “Y por eso estoy aquí. Siento lo mismo por ti que ayer, pero ahora no puedo pensar en nosotros”, dice con sinceridad.
Damián, comprensivo, le ofrece apoyo incondicional, dispuesto a darle espacio y ayuda si lo necesita. Pero Irene insiste en que debe encontrar la solución por sí misma. Ella necesita recomponer su vida y procesar su dolor en soledad.
Por otro lado, Don Pedro también intenta acercarse a Cristina cuando la encuentra en el laboratorio. Le comenta que ha oído hablar del error en las proporciones del perfume y le quita importancia, animándola a no culparse demasiado. Sin embargo, Cristina, abatida, responde: “Ahora mismo lo único real en mi vida es este trabajo. Todo lo demás es mentira”. Pedro, al verla así, comprende que la confesión de Irene ha hecho estragos. Aun así, intenta suavizar la situación y confiesa que él jamás le habría contado la verdad para evitarle sufrimiento. Pero Cristina no quiere escuchar nada más: “No hace falta que se preocupe por mí”.
Pedro le revela entonces que fue él quien se encargó en su día de buscarle una familia adoptiva, asegurándose de que estuviera en un hogar cristiano que la cuidara. Al escuchar eso, Cristina queda impactada, pero aun así defiende a sus padres adoptivos: “Mis padres son Francisco Ricarte y Ana Gil de Pozas. Ellos me cuidaron y levantaron, nadie más”.
Mientras tanto, Pelayo, molesto con la actitud de Marta, va en busca de Damián. Le recrimina que su hija lo haya dejado tirado en plena carretera, cambiando de opinión sobre su futuro juntos. Damián lamenta la situación y confiesa que ya no tiene expectativas políticas ni familiares con Marta. La conversación entre ambos se vuelve amarga, especialmente cuando se menciona el embarazo que ambos veían como una solución política más que un deseo real de ser padres.
Finalmente, Damián promete a Pelayo que intentará convencer a Marta para que retome el tratamiento en la clínica y continúe con el embarazo, pues ese hijo podría ser el nexo que una a ambas familias. Pelayo se muestra agradecido, pero deja claro que lo único que quiere es que su hija esté bien.
En los últimos momentos, Marta, sumida en la tristeza, es visitada por Damián. Él intenta hacerla recapacitar sobre la importancia del embarazo, no solo para la familia, sino también para ella misma. Sin embargo, Marta se mantiene firme: “Si algún día decido ser madre, será por amor, no por política ni por tus últimas voluntades”. Así, el episodio deja a Marta reafirmando su independencia emocional y a Irene, sola y deshecha, sin saber si algún día su hija podrá perdonarla.
¿Podrá Irene recomponer su relación con Cristina o el dolor será demasiado profundo? ¿Conseguirá Damián que Marta reconsidere su decisión sobre el embarazo? ¿Y qué nuevos secretos y traiciones se avecinan en la colonia? Todo esto y más se revelará en los próximos capítulos de Sueños de Libertad.