En los episodios más recientes de La Promesa, los acontecimientos siguen tomando giros inesperados que sacuden la rutina del palacio. Esta semana, especialmente en el capítulo del martes, los espectadores serán testigos de un cambio notable en la relación entre Lisandro y Adriano, un hecho que no pasará desapercibido entre los Luján ni entre los miembros del servicio.
Curro, entre la culpa y la resignación
Curro continúa desempeñando sus obligaciones en el palacio de forma mecánica y obediente, aunque su mente permanece atascada en los recuerdos dolorosos del reciente fallecimiento de su madre, Eugenia. El joven no puede evitar sentirse responsable por no haber estado a su lado en sus últimos momentos. Convencido de que su búsqueda de la verdad sobre la muerte de Jana le ha costado demasiado, empieza a plantearse si realmente vale la pena seguir ese camino en solitario.
El peso de la impotencia y la frustración lo abruman. Curro siente que, sin apoyo ni los medios necesarios, quizá nunca logrará llegar al fondo del misterio de la muerte de Jana. El rencor y el dolor se mezclan, y esa mezcla lo mantiene en un estado de continua melancolía.
Pese a todo, hay una persona que parece mitigar su sufrimiento: Ángela. Su cercanía emocional con Curro se vuelve cada vez más evidente, provocando miradas y comentarios. Y aunque su presencia representa un alivio para el joven, no todos ven con buenos ojos esta nueva complicidad. Leocadia, siempre atenta a las dinámicas dentro de la casa, empieza a observar con recelo el vínculo entre ambos. Preocupada por lo que considera una relación inapropiada, no tardará en intervenir para marcar límites.
Samuel preocupado por Petra
Por su parte, el padre Samuel también vive días de creciente preocupación. La desaparición de Petra, tras su abrupta salida de La Promesa, lo mantiene inquieto. Aunque es consciente de los conflictos que Petra generó durante su estancia como ama de llaves, Samuel no puede evitar sentir compasión por ella, convencido de que había iniciado un proceso de redención sincero.
El sacerdote intenta obtener respuestas recurriendo a las doncellas, pero todas parecen desentenderse del paradero de Petra. Algunas incluso muestran indiferencia o cierto alivio por su partida. Samuel se queda solo en su inquietud, atrapado entre la sospecha y la impotencia, mientras nadie más parece compartir su afán de encontrarla o saber cómo se encuentra.
Una decisión inesperada sobre Adriano
Mientras tanto, Adriano continúa su recuperación tras los difíciles momentos vividos. La vida en el palacio le ofrece una rutina más tranquila, aunque no exenta de tensiones. Emilia y Catalina lo acompañan con dedicación y ternura, intentando facilitarle el proceso. Junto a ellas, Adriano toma una decisión que sorprende incluso a él mismo: una determinación sobre su propio futuro y cuidado que trastoca lo que hasta ahora se daba por sentado.
Este paso adelante no solo revela una nueva faceta del joven, sino que también demuestra su deseo de dejar atrás las sombras del pasado y reconstruir su vida desde la dignidad y la autonomía. Lo que nadie esperaba, sin embargo, es el papel que jugaría Lisandro en este proceso.
Lisandro da un giro en su actitud
Durante semanas, Lisandro ha mostrado desprecio y condescendencia hacia Adriano, a quien consideraba un campesino sin méritos. Pero ahora, de forma sorpresiva, el duque cambia por completo su actitud. Pasa del rechazo abierto a una cortesía inusual, tratándolo con un respeto que desconcierta a todos en el palacio.
Este comportamiento inesperado no solo genera extrañeza entre los Luján, sino también dudas. ¿Qué se esconde tras este giro? ¿Está Lisandro realmente arrepentido de sus palabras anteriores o hay un motivo oculto detrás de esta transformación?
La cúspide de este cambio de actitud se produce cuando Lisandro decide hacerle a Adriano un regalo. Nadie entiende el gesto, ni su simbolismo ni su propósito. La confusión reina entre los presentes, y más de uno comienza a preguntarse si Lisandro está intentando manipular la percepción que se tiene de él en La Promesa, o si en realidad hay algo más profundo gestándose entre ambos hombres.
La pulsera de esmeraldas, un misterio sin resolver
Mientras tanto, otro conflicto se intensifica en los pasillos del palacio: la pulsera de esmeraldas sigue generando tensiones. Ricardo se ha mostrado inflexible desde que la encontró. Determinado a esclarecer su origen antes de entregarla a sus supuestos dueños, ha convocado a varios miembros del servicio para interrogarles al respecto.
Curro, Lope y Pía se ven directamente implicados. Recuperar la joya no será sencillo, ya que Ricardo sospecha que hay algo turbio detrás de su presencia en la propiedad. Sabe que un objeto de semejante valor no puede haber llegado allí por casualidad.
En un intento por aliviar la situación, Pía se acerca al mayordomo con la esperanza de hacerle creer que se trata de un obsequio personal. Su tono es sereno, pero firme. Deja entrever que no hay nada que temer, aunque no llega a explicar del todo los detalles. Ahora queda por ver si Ricardo, tan rígido como exigente, se dejará convencer o seguirá indagando hasta obtener una versión más creíble.
Un martes lleno de emociones e incertidumbres
El episodio del martes promete emociones intensas y revelaciones inesperadas. La transformación de Lisandro respecto a Adriano abre interrogantes sobre sus verdaderas intenciones, mientras que la tensión emocional de Curro y la incertidumbre que genera la pulsera siguen marcando el pulso narrativo.
Los personajes enfrentan decisiones difíciles, con el peso del pasado y la presión del presente apretándoles el pecho. Pero en medio del drama, también surgen atisbos de esperanza, pequeñas luces que podrían señalar el inicio de nuevas etapas para muchos de ellos.
En La Promesa, cada gesto esconde una intención y cada palabra puede cambiar el curso de los acontecimientos. Esta semana no será la excepción.