En Sueños de Libertad, la tensión emocional se dispara en una escena profundamente reveladora, cuando Damián intenta presentarse como conciliador, pero termina provocando la ira de María con una propuesta que ella interpreta como traición. Lo que en principio parece un intento de buscar soluciones prácticas a una situación crítica, acaba destapando el dolor y la desconfianza acumulados por María tras su accidente.

La escena comienza en el jardín, donde María, por insistencia de Andrés, ha accedido a salir de su habitación por primera vez en mucho tiempo. Está en silla de ruedas, visiblemente debilitada, pero ha hecho el esfuerzo de bajar para tomar un poco de aire. Damián aparece y, con un tono aparentemente conciliador, celebra que María esté retomando el contacto con el exterior. Le comenta que es una buena señal verla allí, leyendo y enfrentándose poco a poco a su nueva realidad. Ella, sin embargo, deja claro que no fue por voluntad propia, sino por la insistencia de Andrés.

Sin perder tiempo, María lanza una frase con filo: “Tendrá que acostumbrarse a vivir conmigo en esta casa, tanto como quiso echarme.” De inmediato, el ambiente se vuelve tenso. Damián intenta mantener la calma, pero no puede evitar responder: “Reconocerás que te lo estabas buscando.” Estas palabras encienden la chispa del conflicto. María, dolida, expresa su decepción. Esperaba un gesto de arrepentimiento, una disculpa, algún tipo de reconocimiento por parte de Damián. En cambio, se encuentra con su frialdad habitual y su negativa a asumir responsabilidad.

Para María, está claro que su accidente no fue un simple infortunio. Le recuerda a Damián que no estaría en esa silla de ruedas si toda la familia no hubiese conspirado para sacarla de la casa. Aunque él responde que “darle vueltas al pasado no cambiará nada”, María le deja claro que eso no significa que pueda olvidarlo. La herida sigue abierta.

Damián intenta girar la conversación hacia un tono más práctico. Le dice que todos están haciendo esfuerzos para facilitarle la vida, y que ella también debería hacer algo similar por Andrés. Le reprocha, con voz crítica, que Andrés ha faltado a una reunión importante en la fábrica solo para quedarse con ella. Aunque considera loable ese gesto, insiste en que Andrés no puede sacrificar toda su vida por cuidarla.

María, indignada, responde con fuerza: “¿Y qué hay más importante que cuidar a su mujer que está en silla de ruedas?” Le recuerda a Damián que no puede valerse por sí misma, que necesita ayuda incluso para lo más básico. Es entonces cuando Damián lanza su propuesta: que María considere ingresar temporalmente en un sanatorio especializado.

El ambiente se congela.

Damián intenta suavizar la sugerencia diciendo que no se trata de abandonarla, sino de ayudarla. Argumenta que una residencia médica podría brindarle cuidados intensivos las 24 horas del día y ayudarla a recuperar su autonomía. Pero para María, la propuesta suena como un plan para deshacerse de ella. La acusa directamente: “¿De verdad está planeando deshacerse de mí otra vez?”

Damián niega que esa sea su intención, insiste en que se trata de una medida temporal y que, en un par de meses, podría estar de vuelta, más fuerte. Pero María no se deja engañar. Le dice que sabe perfectamente que si se va a un sanatorio, no volverá. Para ella, es una trampa disfrazada de preocupación.

Lo más doloroso llega cuando Damián utiliza a Andrés como argumento: “Piensa en mi hijo”, le dice, intentando justificar la propuesta como un alivio para él. Sugiere que Andrés estaría más tranquilo si ella estuviera bajo supervisión médica. Pero ese comentario solo enciende aún más la ira de María. “¡Váyase ahora mismo!”, le grita con firmeza. Damián trata de calmarla, asegurándole que solo le pide que lo piense. Pero María, temblando de rabia y humillación, no quiere escuchar ni una palabra más.

“Esto es peor que no poder andar”, dice con voz quebrada, refiriéndose no solo a la pérdida física, sino a la pérdida de autonomía, de control sobre su vida, de dignidad. Damián ha cruzado un límite, y aunque insiste en que todo es por su bien, María ya no confía en sus intenciones.

La escena termina con Damián marchándose, y con María sola, devastada, pero decidida a no permitir que la destierren de su propia casa. Es un momento clave que revela la fractura definitiva entre ella y el resto de la familia De la Reina, especialmente con Damián, a quien ya no ve como una figura de autoridad, sino como un enemigo encubierto.

Este episodio no solo muestra la vulnerabilidad física de María, sino también su fortaleza emocional. A pesar del dolor y la dependencia, lucha por conservar su espacio, su dignidad y su papel dentro de la familia. La escena es un retrato desgarrador de lo que significa enfrentarse a una discapacidad en un entorno hostil, donde incluso la compasión puede ser utilizada como excusa para excluir.

En Sueños de Libertad, la “proposición” de Damián no es simplemente una decisión médica: es una forma de despojar a María de su humanidad, de su rol como esposa y como miembro activo de la familia. Y aunque lo hace bajo el disfraz del “cuidado”, para María, el mensaje es claro: quieren quitarla de en medio.

La reacción de María es comprensible y poderosa. Se rebela no solo contra la propuesta, sino contra todo lo que representa: el miedo a ser olvidada, la sensación de ser una carga, la falta de empatía. Su negativa rotunda a abandonar su hogar es un acto de resistencia, de afirmación personal. María no está dispuesta a rendirse.