La noche en La Promesa se tiñe de emoción, revelaciones y decisiones trascendentales en el episodio del viernes 27 de junio de 2025, que marca un punto de inflexión para varios personajes, pero especialmente para Manuel. La celebración en honor a Adriano y Catalina se convierte en mucho más que una fiesta aristocrática: será el escenario donde nacerán nuevas alianzas, se abrirán caminos inesperados y se intensificarán los conflictos personales.
Lisandro, con un gesto que nadie esperaba, pide al nuevo conde que tome la palabra frente a todos los invitados. La sorpresa se transforma rápidamente en admiración cuando Adriano, visiblemente emocionado, ofrece un discurso impecable. Con un equilibrio perfecto entre el protocolo y la sinceridad, conquista a la audiencia, y especialmente a su esposa, Catalina, quien no puede ocultar el orgullo que siente al verlo desenvolverse con tanta soltura y confianza. La velada parece fluir con éxito.
Desde la distancia, Rómulo observa con satisfacción el resultado del evento. Para él, esta fiesta no solo representa el final de su ciclo como mayordomo, sino también un cierre con dignidad a años de entrega. Consciente de ello, dedica unas palabras de agradecimiento a Lope, reconociendo su dedicación y esfuerzo. El joven, además, celebra su propia pequeña victoria: ha conseguido el permiso para asistir al curso de cocina que tanto anhelaba. Aunque Leocadia ha aprobado su solicitud, todavía existen dudas sobre si este logro será suficiente para evitar que se active la estricta vigilancia en la mansión de los duques de Carril.
Mientras todo parece marchar bien en la superficie, los pasillos del palacio cuentan otra historia. Petra, fiel a su estilo inflexible, impone un ritmo extenuante en la organización del evento. El servicio, agotado, empieza a resentirse. María Fernández, completamente exhausta, apenas puede mover las manos tras una jornada interminable. Teresa, preocupada, comenta en voz baja que la dureza con la que Petra ha tratado a María ha sido innecesaria y cruel.
Por otro lado, Ángela sigue marcada por el desagradable comportamiento de los amigos de Lorenzo. Con determinación, lanza una advertencia directa al capitán: si no toma cartas en el asunto, no dudará en informar a Leocadia sobre los abusos sufridos. Su coraje es evidente, aunque la incertidumbre sobre la respuesta que obtendrá pesa sobre sus hombros. ¿Recibirá disculpas sinceras o tendrá que enfrentarse a una nueva humillación?
Cuando la noche llega a su fin y las copas del último brindis tintinean en el aire, no todos se retiran con el alma tranquila. Manuel, por su parte, ha vivido un momento que lo marcará profundamente. Toño, intrigado por los rumores que circulan tras la fiesta, le pregunta por su experiencia entre tantas damas que deseaban bailar con él. El joven heredero admite que fue halagado en exceso, pero confiesa que hubo una mujer que lo dejó desconcertado: Enora Méndez.
Lo que Manuel no esperaba es que esta misteriosa invitada no fuera una simple admiradora, sino una figura clave en su mundo profesional. Benefactora silenciosa de varios de sus proyectos aeronáuticos, Enora es una presencia habitual en el hangar, donde supervisa el avance de los motores. Su aparición repentina no ha sido una casualidad, y pronto Manuel entenderá que su encuentro con ella podría significar un antes y un después en su vida.
Al día siguiente, los efectos de la fiesta siguen haciéndose sentir. Enora se presenta en el hangar, esta vez de forma oficial y directa. Toño queda completamente mudo al escuchar las verdaderas intenciones de la joven, mientras Manuel la recibe con serenidad, aunque internamente no deja de reflexionar. ¿Quién es realmente Enora? ¿Qué papel jugará en su futuro? ¿Es solo una colaboradora con visión, o algo más?
Mientras el joven marqués empieza a considerar el impacto que Enora podría tener en su porvenir, otro giro inesperado tiene lugar: Alonso le hace una propuesta solemne a Rómulo y Emilia. El patriarca de los Luján no quiere que la pareja se marche sin antes dejar un legado emocional en La Promesa: desea que celebren su boda en la finca antes de partir. Rómulo, conmovido y nervioso a la vez, acepta la encomienda con humildad, sabiendo que será el broche de oro a una vida de servicio.
En medio de todos estos movimientos, las tensiones dentro del servicio no se disipan. Samuel, con una mezcla de afecto y preocupación, se acerca a Petra con la esperanza de suavizar su trato hacia María Fernández. Sin embargo, la ama de llaves no cede ni un ápice. Le recuerda con frialdad que fue testigo de un beso entre un sacerdote y una doncella, un hecho que podría escandalizar al resto del servicio si llegara a saberse. La amenaza de difundir el secreto queda flotando en el aire, como una sombra que puede explotar en cualquier momento.
De este modo, La Promesa cierra un capítulo lleno de emociones cruzadas, decisiones importantes y nuevas oportunidades. Manuel, con el corazón agitado y la mente ocupada, empieza a vislumbrar un nuevo horizonte de la mano de Enora. Su aparición no ha sido casual: es inteligente, decidida y con ideas propias. Características que sin duda impactarán en la vida de un joven noble que busca su lugar más allá de los títulos y obligaciones familiares.
¿Será Enora la persona que le muestre a Manuel un camino distinto, alejado de las presiones del marquesado y más cercano a su pasión por la aviación? ¿Qué otras consecuencias traerá este encuentro? Lo cierto es que el corazón del heredero late con fuerza ante esta nueva posibilidad. Y eso, en La Promesa, nunca es un detalle menor.