En los últimos capítulos de La Promesa, uno de los focos de tensión más intensos ha girado alrededor de Martina de Luján, la joven heredera mimada y cada vez más problemática del palacio. Hija única de Fernando y Margarita, nieta de marqueses y poseedora del 25% de La Promesa, Martina no solo ha mostrado un carácter caprichoso, sino que ha escalado en su arrogancia hasta poner en jaque la estabilidad familiar y, en particular, su relación con su prima Catalina.

Desde su llegada al palacio, Martina dejó claro que no iba a ser una visitante cualquiera. Alejada de la imagen de una joven educada y discreta, ella irrumpió con descaro, engañando a sus padres y haciendo lo que le parecía sin rendir cuentas a nadie. Su llegada fue una especie de irrupción descontrolada: fingió que se iba a París a estudiar moda, pero en realidad decidió quedarse en La Promesa, como si la finca le perteneciera por derecho, cuando en realidad es propiedad de su tío Alonso. Este acto ya fue un primer gran capricho, un claro signo de que Martina no iba a someterse a las reglas ni expectativas familiares.

Pero ese fue solo el principio. Martina no solo ha vivido a su antojo, sino que ha dejado un rastro de mentiras, fiestas descontroladas y comportamientos que han afectado a quienes la rodean. Uno de los personajes que más ha sufrido sus desplantes ha sido Curro, con quien mantuvo una relación que empezó con un coqueteo inocente pero que rápidamente se convirtió en una montaña rusa emocional.

Martina trató a Curro con superioridad y desdén, como si él fuera simplemente un entretenimiento pasajero, sin valorar lo vulnerable y entregado que él estaba a ella. Cuando la relación parecía que podía avanzar, la repentina muerte de su padre Fernando la sacudió y, sin mucha explicación, Martina dejó a Curro tirado, sin ninguna consideración por el daño emocional que le causaba. Su actitud fría y distante frente a ese abandono mostró que, para Martina, nada parece serio ni permanente, y que sus caprichos son más importantes que los sentimientos de los demás.

Además, esta etapa de inestabilidad emocional coincidió con un período oscuro para Martina: su afición oculta al alcohol. Se la vio escapándose por las noches para refugiarse en la leñera del palacio, donde se entregaba a festines solitarios con el mejor coñac, propiedad de su tío el marqués Alonso. Esta faceta de autodestrucción, oculta tras su imagen de niña mimada, mostró un lado mucho más frágil y peligroso de la joven, que intentaba sobrellevar sus conflictos internos con la rebeldía y el exceso.

La actitud permisiva de sus padres, Margarita y Fernando, quienes en vez de poner límites o intervenir, preferían ignorar o encubrir sus actos, contribuyó a que Martina no aprendiera a responsabilizarse de sus errores, alimentando así su carácter caprichoso y descontrolado.

Su inquietud y amor por la vida social, la moda y las fiestas la llevaron a una escapada junto a su amiga Pitita, un viaje de norte a sur de España plagado de fiestas, coqueteos y aventuras que no hicieron más que alejarla aún más del mundo familiar y de sus responsabilidades. De ese periplo surgió su compromiso con San Jacobo, un romance que al principio pareció sincero pero que rápidamente mostró ser otro de sus caprichos más: una relación frívola y pasajera, una joya más en su colección de conquistas.

Pero el conflicto más dramático y revelador de los últimos episodios ha sido la fractura con su prima Catalina, quien comparte la administración de la finca y representa uno de los pocos pilares familiares firmes. La disputa estalló en medio de una crisis provocada por la amenaza del varón de Valladares y una carta firmada por 27 nobles que exigían revertir los sueldos de los labriegos, poniendo en riesgo la estabilidad económica y social de la propiedad.

En vez de mostrarse solidaria y apoyar a Catalina ante esta delicada situación, Martina optó por atacarla con dureza. No solo la criticó abiertamente y levantó la voz en discusiones acaloradas, sino que llegó a usar como argumento su 25% de propiedad para desafiar la autoridad de Catalina, como si eso le diera derecho a imponer su voluntad sin consideración alguna.

El punto más bajo llegó cuando Martina, sin ningún pudor, le espetó a Catalina que era una mala madre. Esta acusación fue no solo cruel sino totalmente fuera de lugar, dado el propio historial de Martina de escaparse, mentir, manipular y causar daño a quienes la rodean. Fue un ataque que mostró hasta dónde está dispuesta a llegar esta joven en su afán de controlar y destruir a quien se interponga en su camino.

La evolución de Martina desde una joven consentida hasta una figura descontrolada y destructiva pone en tela de juicio no solo su madurez, sino también el futuro de la familia Luján. ¿Es Martina una niñata perdida sin remedio o queda alguna esperanza de que pueda redimirse y madurar? ¿Hasta dónde llegará con sus caprichos antes de provocar un daño irreversible?

Esta trama abre un espacio para reflexionar sobre los peligros de la permisividad familiar y cómo la falta de límites puede convertir a alguien en un ser destructivo, que usa su posición y privilegios para imponer su voluntad sin importar las consecuencias. En la lucha de poder dentro de La Promesa, Martina se ha convertido en una pieza que amenaza con romper el frágil equilibrio entre tradición, autoridad y justicia.

Mientras la tensión crece entre las dos primas, el futuro de la finca y la familia penden de un hilo, y los espectadores están expectantes por ver cómo se resolverá este conflicto que promete desencadenar más secretos, traiciones y giros inesperados en la serie.

¿Crees que Catalina podrá hacer frente a la furia destructiva de Martina? ¿O esta última terminará ganando la batalla familiar gracias a sus artimañas y manipulaciones? Lo que está claro es que La Promesa no dejará de sorprendernos con sus personajes complejos y sus historias llenas de pasión, intriga y drama.