Esta semana en La Promesa, se desatará una tormenta emocional entre Leocadia y su hija Ángela, una historia marcada por la tensión maternal, el amor prohibido y decisiones drásticas. Lo que parecía una lucha de voluntades se convierte en una auténtica guerra entre madre e hija, con Curro como pieza clave en el centro del conflicto.

Desde que llegó al palacio, Ángela ha sido un torbellino que ha desestabilizado los planes de su madre, doña Leocadia, también conocida como “la postiza”. El deseo de Leocadia era claro: quería que su hija regresara a Suiza para terminar sus estudios de derecho y alejarse de los problemas del Palacio de los Luján. Sin embargo, Ángela se plantó con firmeza y le dejó claro que no se movería hasta descubrir la verdad sobre la identidad de su padre. Ese acto de rebeldía fue solo el comienzo de una serie de enfrentamientos.

La situación ha empeorado drásticamente con el reciente acercamiento entre Ángela y Curro. Aunque su relación comenzó con fricciones, lo que parecía una rivalidad se transformó en una conexión profunda, forjada por el dolor y la pérdida. Curro, devastado por la muerte de su hermana Hann y la revelación de ser hijo ilegítimo de Alonso, encontró en Ángela un consuelo inesperado. Ella, por su parte, rompió con todas las normas sociales al declarar que no le importaba su nueva condición de lacayo. Para Ángela, los sentimientos están por encima del estatus social, y no tiene intención de renunciar a lo que empieza a sentir por Curro.

Pero esta relación es una amenaza directa para los planes de Leocadia. Ella, que antes veía en Curro un posible buen partido para su hija, ahora lo desprecia abiertamente desde que se descubrió su origen bastardo. La situación se agrava aún más cuando Leocadia ve con sus propios ojos un tierno abrazo entre Ángela y Curro. Esa escena basta para que tome una decisión irrevocable: Ángela debe marcharse de La Promesa.

Sin previo aviso, Leocadia ordena que se preparen las maletas de su hija y que las carguen en un coche que la llevará a Córdoba para embarcarla en un tren de regreso a Suiza. Le entrega el billete de tren en la mano, y prácticamente la empuja hacia el vehículo. El mensaje es tajante: su estancia en el palacio ha terminado.

Pero Ángela no está dispuesta a ceder. Se niega a obedecer y, en lugar de marcharse, se refugia en los jardines del palacio, decidida a resistir el frío, el hambre y el rechazo de su madre con tal de quedarse. Su determinación sorprende a todos, incluso a los miembros del servicio, como Vera, quien acaba informando a Ricardo Pellicer que la joven sigue en el palacio, ocultándose entre los árboles.

Este gesto de resistencia no solo es una muestra de amor por Curro, sino también una declaración de principios. Ángela se niega a vivir bajo los deseos de su madre, y quiere decidir por sí misma cuándo y cómo retomar su vida académica. En su lucha se reflejan los anhelos de independencia, el deseo de descubrir su origen y el amor juvenil que ha florecido en medio del caos.

Leocadia, furiosa por la desobediencia de su hija y por ver sus planes derrumbados, estalla en ira. En medio de una acalorada discusión, llega incluso a abofetear a Ángela. Esta reacción extrema marca un punto de no retorno en su relación. Por mucho que Leocadia sueñe con ver a su hija como la primera mujer abogada de España, su control sobre ella parece desmoronarse.

Mientras tanto, en otro frente de la historia, la ambición de Leocadia también queda expuesta. Le duele profundamente que Lisandro quiera otorgarle un título nobiliario a Adriano, y estalla de celos e indignación. Aunque se presenta como amiga de Lisandro, le recrimina su decisión, lo que provoca una confrontación donde el duque le deja claro que no es su lugar decidir a quién puede o no ennoblecer.

Esta actitud de Leocadia revela sus verdaderas intenciones: anhela un título para sí misma o para su hija, y no tolera que otro —y menos un plebeyo como Adriano— reciba tal honor. Su obsesión por el estatus y la apariencia social la ha llevado a perder de vista lo más importante: el bienestar y los deseos de su propia hija.

En medio de todo esto, Curro, cada vez más comprometido con la justicia y aún devastado por el asesinato de su hermana, se convierte en un faro de esperanza para Ángela. Ella no solo ve en él al joven de quien se ha enamorado, sino también a un hombre valiente que lucha por esclarecer la verdad. Su unión parece cada vez más fuerte, y mientras Leocadia intenta separarlos con métodos autoritarios, el lazo entre ellos se solidifica.

Esta semana en La Promesa, veremos cómo las consecuencias de esta guerra fría entre madre e hija se intensifican. Leocadia está más sola que nunca, atrapada entre su orgullo, su ambición y su incapacidad para aceptar que Ángela ha crecido y toma sus propias decisiones. Ángela, por su parte, representa una nueva generación de mujeres decididas, valientes y libres, que no aceptan ser manipuladas por el poder familiar ni por las normas sociales.

En los próximos capítulos, el conflicto escalará. La tensión entre Ángela y Leocadia no hará más que crecer, y la presencia de Curro como catalizador de todo este drama será fundamental. Nos espera una semana llena de emociones fuertes, decisiones valientes y, sobre todo, el inicio de una nueva etapa para Ángela, quien se niega a vivir la vida que otros han planeado para ella.

Así que no te lo pierdas: en La Promesa, lo que parecía una simple discusión familiar se transforma en una batalla de ideales, donde el amor, la libertad y la verdad son las armas más poderosas.