La semana del 4 al 8 de agosto en La Promesa promete emociones intensas y revelaciones que cambiarán el rumbo de muchos personajes. El detonante de todos los conflictos es la llegada del cuadro de Cruz, un retrato que se convierte en una presencia tan inquietante como la marquesa misma. Esta pintura no es solo un objeto decorativo: es un símbolo del pasado que regresa para remover secretos, culpas, traiciones y heridas abiertas. Tanto los señores como los criados sienten que la marquesa ha vuelto de alguna forma, lo que convierte el ambiente en una mezcla de nostalgia, miedo y tensión.

Desde el inicio de la semana, el impacto psicológico que genera el cuadro en Manuel es devastador. El joven heredero revive el profundo trauma de la muerte de Jana, su gran amor, a quien cree asesinada por su propia madre, Cruz. Verla representada tan vívidamente en un cuadro lo saca de su eje emocional, a tal punto que incluso llega a hablarle al retrato, como si pudiera responderle. Esto, además de mostrar su dolor no resuelto, lo deja emocionalmente vulnerable.

Pero Manuel no es el único afectado. Petra, en silencio, revive su pasado con la marquesa; Alonso se quiebra emocionalmente ante la mirada fija del retrato, recordando momentos que lo sacuden hasta lo más profundo. Incluso Candela, en escenas cargadas de simbolismo y humor negro, tiene premoniciones sobre lo que está por venir.

Martina y Catalina, por otro lado, están en un punto de no retorno. Martina quiere reconciliarse, pero Catalina le deja claro que lo que se ha roto entre ellas no tiene arreglo. Paralelamente, la relación entre Catalina y Adriano se deteriora rápidamente, y aunque ella busca consejo en Simona, las respuestas que recibe no son las que esperaba.

Mientras tanto, Cristóbal Ballesteros, el nuevo mayordomo, impone su estilo autoritario con reglas estrictas que aumentan el malestar general. Prohíbe incluso mencionar a Rómulo Baeza, lo que genera un clima opresivo y desconfiado en todo el servicio.

El martes, de forma inesperada, alguien destruye el cuadro de Cruz. Esta acción desencadena una investigación impulsada por Alonso para encontrar al responsable. ¿Fue un miembro de la familia? ¿O del servicio? Nadie está exento de sospechas.

Lejos de estos hechos, Toño sigue encantado con Enora, disfrutando de una conexión romántica inesperada. Por su parte, Manuel intenta continuar con sus negocios y llega a un acuerdo con Leocadia, sin saber que ella le ha ocultado información clave: un mensaje de Pedro Farret que podría afectar seriamente la empresa familiar.

Cuando Manuel descubre esta traición, enfrenta directamente a Leocadia, quien intenta justificarse. Sin embargo, él decide anular la venta de su participación en la empresa, rompiendo el acuerdo que estaba a punto de firmar. A partir de aquí, la confianza entre ambos se quiebra por completo.

En la casa, Curro se convierte en víctima del abuso de poder de Lorenzo, quien llega a golpearlo brutalmente. Afortunadamente, Alonso sale en su defensa, sin saber todavía toda la verdad sobre lo sucedido. Esto genera más tensión entre los Luján y los Campos, especialmente cuando Catalina llama al barón de Valladares, lo que vuelve a reavivar viejas disputas aristocráticas.

Vera, por otro lado, se ve atrapada por la nostalgia de su familia y empieza a contemplar la idea de contactarlos. Sin embargo, López la advierte sobre los riesgos que implicaría volver a vincularse con su pasado. La joven empieza a fallar en sus tareas debido a esta distracción emocional, algo que preocupa a quienes la rodean.

El viernes, la tensión alcanza su punto máximo. Ángela, furiosa con Curro por haber traído al coronel Fuentes, se niega a escuchar cualquier justificación. El propio coronel se instala en palacio, causando incomodidad en Lorenzo, quien parece tener algo que temer. Todo indica que hay secretos militares que están por salir a la luz.

Al mismo tiempo, María Fernández pierde la esperanza de volver a ver a Samuel, pero recibe una noticia inesperada: él está vivo y con una familia noble extranjera. Este descubrimiento la deja conmocionada, y a la vez despierta en Vera aún más preguntas sobre su propia historia y origen.

La tensión en la finca es tal que nadie parece confiar en nadie, y Cristóbal, cada vez más autoritario, busca espiar al servicio a través de Curro. Este último, sin embargo, se mantiene firme y no delata a ninguno de sus compañeros, lo que lo pone en la mira del nuevo mayordomo.

Finalmente, Manuel decide romper todo lazo de confianza con Leocadia, a quien ya no cree. A pesar de sus manipulaciones, ella no consigue salirse con la suya. La decisión del heredero no solo afecta su relación personal y empresarial, sino también el futuro de Toño y Enora, quienes celebran con entusiasmo la nueva oportunidad empresarial que se abre ante ellos.

Y como si fuera poco, María Fernández recibe una última sorpresa: Samuel regresa, pero no como ella esperaba. Ahora es un “señor”, alguien con estatus, lo que revive la vieja tensión de “yo soy solo una doncella”. La historia entre ambos parece tener una segunda oportunidad, aunque llena de incertidumbre.

Esta semana marca un punto de inflexión en La Promesa: los fantasmas del pasado vuelven con fuerza, las traiciones salen a la luz, y los personajes tendrán que enfrentar las consecuencias de sus actos y decisiones. La destrucción del retrato de Cruz no borra su presencia… solo la transforma en un símbolo más oscuro, latente en cada rincón de la casa.

Y mientras unos luchan por el poder, otros intentan simplemente encontrar su lugar en un mundo donde las promesas se rompen tan fácil como los lazos familiares.