El lunes en La Promesa se avecina un episodio cargado de tensiones, enfrentamientos y decisiones que podrían cambiar el rumbo de varias vidas en el palacio.
Para María Fernández, el regreso de Samuel es un golpe devastador. Vuelve a La Promesa sin renunciar a su puesto como sacerdote, reafirmando que su vocación religiosa es más fuerte que cualquier otra cosa, incluso su relación con ella. María, hundida, siente que todo lo que habían compartido se desvanece y que ya no hay futuro para ellos. Petra, quizás viendo una oportunidad, le ofrece al cura quedarse nuevamente en el palacio. Samuel acepta, pero su regreso no será tranquilo: su primera fricción surge con Cristóbal, quien se opone a que ocupe habitaciones en la zona del servicio, alegando que no es apropiado que un sacerdote esté tan cerca de los criados.
Mientras tanto, la presencia del coronel Fuentes empieza a dejar huella. Leocadia, siempre atenta, percibe que Lorenzo guarda un secreto por la forma complaciente en que trata al militar. Lorenzo intenta justificarse, asegurando que su actitud se debe únicamente al rango del coronel, pero sus explicaciones no parecen del todo convincentes. Por otro lado, Curro, decidido a destapar de una vez el crimen cometido por Lorenzo, confiesa a Pía que fue él quien llamó al coronel con ese objetivo. Pía se queda atónita, llevándose las manos a la cabeza, preocupada de que en ese proceso Ángela pueda verse involucrada y acabar pagando las consecuencias. Sin embargo, Curro la tranquiliza: tiene todo planeado para que la joven no corra ningún riesgo, consciente de que ella es la única que tiene acceso directo a la documentación del capitán.
Catalina también se verá enfrentada al coronel Fuentes. En su primer choque, el militar deja caer un comentario que hiere su orgullo de madre: insinúa que debería educar a su hijo para servir algún día en el ejército. Catalina no tarda en mostrar su desagrado; su hijo no será moldeado por imposiciones ajenas, y menos por alguien que apenas conoce su historia.
En paralelo, el triángulo entre Manuel, Toño y Enora se enreda cada vez más. Toño empieza a sospechar que Manuel no lo considera digno de su compañera y decide encararlo, lo que provoca un encontronazo entre ambos. Esta tensión personal se traslada también a lo profesional: tras el rechazo de Manuel a vender su parte de la empresa a Leocadia, la situación en los negocios se vuelve más tirante. Alonso, intentando mediar, exige con dureza a su hijo que reconsidere su postura. Pero Manuel no entiende por qué su padre defiende tanto a Leocadia y no duda en decírselo claramente: para él, la mujer no es ni generosa ni compasiva, sino alguien que se aprovecha de la familia para su propio beneficio.
La tensión familiar se palpa. Alonso intenta mantener la calma, pero las palabras de Manuel ponen en evidencia que la lealtad hacia Leocadia no es compartida por todos. El joven no está dispuesto a ceder ante lo que considera una manipulación disfrazada de amabilidad.
Por otro lado, Teresa y Lóe hacen lo posible por animar a Vera, quien cada día parece más melancólica. La joven no puede evitar pensar en su familia, especialmente en su hermano, y la tristeza se apodera de ella. Aunque sus amigas intentan levantarle el ánimo, sus esfuerzos no logran el resultado esperado. El peso de la nostalgia es demasiado fuerte y Vera no consigue sonreír.
Así se dibuja el panorama para el capítulo del lunes: un palacio cargado de tensiones cruzadas, con relaciones al borde del colapso, planes secretos en marcha para destapar crímenes del pasado y nuevas alianzas que podrían surgir o romperse en cualquier momento. Entre los muros de La Promesa, la lealtad, el orgullo y la ambición vuelven a chocar, y el enfrentamiento entre Manuel, Alonso y Leocadia promete ser solo el comienzo de una batalla mayor.