La próxima semana en La Promesa será una montaña rusa de emociones, con desapariciones, confesiones turbias, amenazas veladas y decisiones que pondrán a prueba tanto a los señores como a los criados del palacio. El eje central girará en torno al misterioso secuestro de Ángela, la doncella que, justo cuando estaba a punto de fugarse con Curro rumbo a Suiza, desaparece sin dejar huella. A partir de ese instante, se abre una carrera contrarreloj que desatará la desesperación en todos los rincones de la finca.

El plan de huida y la sombra del capitán

Curro, harto de los desprecios de su padre Lorenzo, había tomado una decisión drástica: escapar con Ángela lejos de la opresión del capitán y de las rígidas normas de La Promesa. La joven, ilusionada y temerosa al mismo tiempo, había aceptado. Su futuro estaba a un paso de cambiar. Pero la ilusión se desmorona de golpe: en el trayecto para comprar los billetes, Ángela es interceptada, silenciada y desaparece en la oscuridad de la noche. Nadie sabe nada de ella, y el silencio de su ausencia es el detonante de una crisis sin precedentes.

Curro siente que el mundo se derrumba bajo sus pies. Su primera sospecha recae, inevitablemente, en Lorenzo, el único capaz de destruir su felicidad con tal de reafirmar su poder. El capitán, con su actitud arrogante y sus medias palabras, no hace sino acrecentar las dudas. Aunque niega cualquier implicación, su cinismo y sus respuestas ambiguas siembran más incertidumbre que certezas.

La búsqueda y la humillación de Curro

Al amanecer, la alarma estalla en todo el palacio: ¡Ángela ha desaparecido! Cristóbal, el mayordomo, asume de inmediato el control de la búsqueda. Con voz firme y tono militar, organiza cuadrillas y ordena peinar cada rincón de la finca. Pero, en un giro cruel, aparta a Curro de toda participación. Lo considera demasiado inestable y un estorbo para la operación. Humillado, el joven se ve obligado a contemplar cómo los demás salen a buscar a la mujer que ama, mientras él queda relegado al papel de espectador impotente.

Ni las súplicas de Lope, Salvador o incluso Pía logran hacer cambiar de idea a Cristóbal. El mayordomo se aferra a su autoridad como a un estandarte. Sin embargo, el dolor de Curro lo lleva a desafiar las órdenes: si no le permiten buscar por las buenas, lo hará en secreto. La desesperación lo empuja al borde de la insubordinación y la locura.

La confesión velada de Lorenzo y la encrucijada de Leocadia

El verdadero golpe de efecto llega cuando Lorenzo, presionado por la tensión y consciente de que las sospechas lo rodean, decide jugar con ventaja. Con cinismo y una sonrisa fría, confiesa a Leocadia, su amante y cómplice, que sabe dónde está Ángela. Lo plantea con la naturalidad de quien habla de un simple contratiempo, pero en realidad encierra una amenaza demoledora. El capitán coloca a la baronesa de Grazalema en una trampa mortal: o intercede ante el barón de Valladares para que cese las hostilidades contra los Luján, o la doncella podría “sufrir un desafortunado accidente”.

Leocadia queda petrificada. Su relación con Lorenzo se convierte en una cadena que la ata al crimen. Si guarda silencio, se convierte en cómplice; si habla, condena a Ángela. El capitán la ha puesto entre la espada y la pared, usándola como pieza clave en su retorcido tablero de poder. Su dilema marcará el rumbo de los próximos episodios: ¿se atreverá a desafiarlo o claudicará ante el chantaje?

Alonso contra el barón: orgullo herido y derrota

Mientras el drama del secuestro paraliza a los criados, en la nobleza las presiones aumentan. Alonso de Luján intenta salvar a su familia de la ruina negociando con el barón de Valladares. Pero cada intento es un fracaso mayor que el anterior. El barón se burla de su debilidad, lo humilla y endurece aún más las condiciones. Catalina, la hija del marqués, se niega a rendirse y clama por resistir, incluso vendiendo sus joyas o recurriendo a préstamos. Su espíritu combativo contrasta con el abatimiento de Alonso, cada vez más hundido. El conflicto económico y social amenaza con arrastrar a los Luján al abismo.

Manuel, entre aviones y deber familiar

En medio de este caos, Manuel también debe tomar una decisión crucial. Su socio, Pedro Farré, le ofrece comprar su parte de la empresa de motores. La propuesta supone renunciar a su pasión por volar, pero también significa obtener fondos para sostener a su familia en este momento crítico. Tras una profunda reflexión, y animado en parte por las palabras de Enora, Manuel decide vender. Lo hace no por derrota, sino con un plan oculto, guardado bajo llave en su mente. Su decisión sorprende a todos, en especial a Toño, que soñaba con un futuro ligado al proyecto aeronáutico.

Cristóbal, Pía y Ricardo: la guerra silenciosa

El mayordomo también libra su propia batalla. Tras el ultimátum de despedir a uno entre Pía y Ricardo, Manuel intervino y anuló su poder, dejándolos a ambos en sus puestos. Cristóbal, herido en su orgullo, decide vengarse de otra forma: anuncia una “reestructuración” en la que Pía y Ricardo deberán compartir la jefatura del servicio. A partir de ahora, todas las decisiones deberán ser consensuadas. Si no hay acuerdo, no se ejecuta. Una condena a la parálisis y al conflicto constante, diseñada para hacerles la vida imposible.

Como si fuera poco, una advertencia inquietante llega a oídos de Cristóbal: alguien le susurra que Pía no es quien aparenta ser, que esconde un pasado oscuro y peligroso. El mayordomo, ya resentido, empieza a mirar a la gobernanta con nuevos ojos, sembrando una semilla de sospecha que podría florecer en traiciones futuras.

Los criados, entre reconciliaciones y secretos

Mientras tanto, en las cocinas y pasillos también hierven otros dramas. Toño intenta reconciliarse sinceramente con su madre Simona, alentado por Enora y Manuel. Esta vez lo hace desde el corazón, admitiendo sus errores y pidiendo perdón de verdad. El abrazo que recibe de su madre simboliza un inicio de curación en su relación.

Por otro lado, Vera enfrenta el regreso de su pasado. Su padre aparece en la puerta del servicio, y aunque Lope duda en dejarlo entrar, ella decide enfrentarse a la verdad de una vez. El encuentro destapa secretos familiares dolorosos que podrían cambiar el rumbo de su vida.

El hallazgo en la cueva: ¿pista o sentencia?

La búsqueda de Ángela da finalmente un giro cuando, gracias a la intervención de Petra y Pía, Curro logra hacerse con el mando de las partidas. Con determinación y rabia, organiza a los hombres y los conduce hacia lugares que otros habían pasado por alto. Es entonces cuando un hallazgo sacude a todos: un pañuelo bordado de Ángela aparece enganchado en la entrada de una cueva abandonada. Es la primera prueba tangible de que la joven estuvo allí. El hallazgo abre una tenue esperanza de que siga con vida, pero también confirma que está retenida contra su voluntad.

La idea de María Fernández, basada en su propio secuestro pasado, había dado en el clavo. Ahora, todas las miradas se vuelven hacia ese lugar sombrío, posible escenario de un cautiverio que hiela la sangre.

Un final de semana cargado de tensión

Así, la semana del 1 al 5 de septiembre en La Promesa se resume en un torbellino de intrigas y dolor: Ángela secuestrada y en paradero incierto, Lorenzo revelando su lado más siniestro y manipulador, Leocadia atrapada en un dilema imposible, los Luján sitiados por el barón de Valladares y Manuel tomando una decisión que podría cambiar el rumbo de la familia.

Las piezas del tablero están en movimiento, y cada una parece más cerca del abismo. ¿Lograrán encontrar a Ángela antes de que sea demasiado tarde? ¿Será Lorenzo desenmascarado como el verdadero culpable? ¿O su amenaza acabará por doblegar a Leocadia y dejar a todos a su merced?

La Promesa nunca había estado tan cerca de romperse.