Durante la semana del 4 al 8 de agosto, “La Promesa” se sumerge en una tormenta de emociones y conflictos marcados por la aparición inquietante de un retrato y los efectos psicológicos que desata en los personajes. El hallazgo de un cuadro hiperrealista de Cruz Luján, la madre de Manuel, es el detonante de un desequilibrio generalizado en el palacio. Esta imagen —que parece tener vida propia— no solo remueve memorias dolorosas sino que también crea tensiones palpables entre los personajes.

Para Manuel, el retrato se convierte en un símbolo del dolor no resuelto. Le recuerda la trágica muerte de Hann a manos de su madre, y esto le provoca una lucha interna: ¿cómo seguir amando a una madre que cometió un crimen tan atroz? Mientras lucha con esta dualidad, Enora y Toño intentan acompañarlo discretamente, sin presionarlo.

En paralelo, el retrato genera también tensiones entre el personal del palacio. Cristóbal, el mayordomo, establece reglas estrictas para evitar que nadie lo toque por órdenes del marqués, pero Lorenzo ve en la pintura una posible fuente de dinero y propone venderla, una idea que inquieta profundamente a Martina, quien apenas puede ocultar su incomodidad. El cuadro no solo despierta supersticiones —algunos juran que sus ojos los siguen—, sino que incluso provoca el desmayo de Martina, aumentando el miedo de que esté maldito.

Candela y Ángela comienzan a sospechar que la pintura puede traer desgracias, y su temor parece confirmarse con la atmósfera cada vez más pesada dentro del palacio. En medio de esta tensión creciente, el varón de Valladares continúa presionando a la familia para revertir las condiciones impuestas a los jornaleros. Esto crea un conflicto fuerte entre Martina y Catalina, ya que esta última conocía la fecha límite y no lo dijo. La traición dentro de la familia comienza a agrietar las relaciones personales.

Mientras tanto, Curro se ve envuelto en enfrentamientos con el capitán Lorenzo, quien no oculta su hostilidad hacia él. La tensión entre ambos escala rápidamente hasta llegar al punto en que Lorenzo ataca físicamente a Curro, lo que desata una ola de conmoción en la casa. Es en ese momento que Alonso, con una calma imponente, se pone del lado de Curro y lo defiende, frenando el abuso de poder de Lorenzo y marcando una línea clara respecto a lo que es aceptable dentro del palacio. Este acto de defensa no solo protege a Curro, sino que también revela la creciente división dentro del círculo de poder.

A medida que la tensión aumenta, Cristóbal impone nuevos horarios de comida y restringe la conversación sobre Rómulo Baeza, estableciendo una atmósfera autoritaria y sofocante. Los trabajadores, tanto nobles como sirvientes, empiezan a sentirse atrapados, y su rutina diaria se vuelve insoportable. Cada detalle, cada gesto, cada silencio cobra un nuevo significado dentro de una casa dominada por los secretos.

María Fernández, desesperada por la desaparición de Samuel, se encuentra sin respuestas. Ni ella ni Petra logran dar con su paradero, y la situación la lleva a confiar en Manuel como su último recurso. Justamente cuando todo parece perdido, Samuel reaparece… pero lo hace con una actitud extraña, distante, dejando a María con más preguntas que alivio.

En medio del caos, Manuel, cada vez más vulnerable, confiesa a Curro que a veces le habla al retrato de su madre, como si ella pudiera escucharlo desde el más allá. Pero cuando el cuadro desaparece misteriosamente y se descubre que ha sido destruido en secreto, el escándalo sacude los cimientos de “La Promesa”. Alonso inicia una investigación interna. Todos son sospechosos: tanto miembros del personal como miembros de la familia. La pregunta flota en el aire: ¿quién destruyó el retrato y por qué?

Las sospechas se intensifican. Mientras Catalina intenta mantenerse firme en sus ideales, su relación con Martina se deteriora, y también comienza a resquebrajarse su vínculo con Adriano. Busca apoyo en Simona, su figura materna, aunque no siempre recibe las respuestas que desea escuchar. Por otro lado, el corazón de Vera está tan consumido por la preocupación por su familia que empieza a fallar en sus responsabilidades.

En cuanto a Leocadia, su traición queda al descubierto cuando Manuel se entera de que le ocultó una carta de Pedro Farré. Al enfrentarse a ella, ella intenta manipularlo, pero ya es demasiado tarde. Manuel, firme en su decisión, cancela la venta de su parte de la empresa, dejándola sin margen de acción.

El desequilibrio en el palacio se agudiza aún más con la llegada del coronel Fuentes, cuya sola presencia incomoda tanto a Ángela como a Lorenzo. La tensión entre los condes de Campos y Luján vuelve a aflorar, reavivando heridas del pasado. Mientras tanto, Pelayo y Catalina se enfrentan en una discusión por una llamada al varón de Valladares, lo que desata un nuevo episodio de conflicto.

En medio de este ambiente denso y electrificado, Martina, cansada de todo, consulta con Ángela para iniciar la separación de su parte de la finca. Pero incluso cuando se cree que lo peor ya pasó, el verdadero horror apenas comienza: el pasado, encarnado en secretos, rencores y ausencias, sigue vivo. El retrato pudo haber desaparecido físicamente, pero su sombra sigue proyectándose sobre todos.

La semana concluye con un fuerte mensaje: nada es lo que parece en La Promesa. La verdad es frágil, los vínculos se rompen, y los secretos tienen el poder de destruir hasta las estructuras más firmes. La serie, en estos capítulos, no solo entrega giros dramáticos y traiciones inesperadas, sino que también plantea una reflexión profunda sobre cómo el dolor no expresado puede destruir a una familia desde adentro.