En el esperado capítulo del lunes 19 de mayo, la trama de La Promesa se intensifica con la llegada de un personaje de gran peso: Don Lisandro de Carvajal y Cifuentes, duque de noble estirpe, un hombre de gran influencia y estrecha relación con el rey Alfonso XI. Su arribo al palacio genera un cambio drástico en la atmósfera habitual, pues su presencia impone una tensión nueva y palpable entre todos los habitantes, modificando la dinámica familiar y social de manera notable.

Desde su entrada, Don Lisandro se posiciona como una figura autoritaria y respetada, cuyo peso político eclipsa los conflictos internos que hasta ese momento parecían dominar la casa Luján. La familia, consciente de la importancia del duque, se esfuerza por mostrar una fachada impecable y digna, tratando de ocultar cualquier grieta que pueda dar paso a sospechas o desconfianzas. Sin embargo, en los espacios más discretos del servicio, la hostilidad y las rencillas no desaparecen; por el contrario, se reavivan con fuerza, especialmente porque los viejos agravios entre los Carvajal y otros personajes aún mantienen vivo el resentimiento.

Leocadia, al ver la llegada del duque, no puede disimular su impacto y nerviosismo, pues sabe que Lisandro no es un simple invitado: su presencia trae consigo un propósito mucho más oscuro y serio. Lorenzo, por su parte, no pierde la oportunidad de alardear sobre la importancia política de Don Lisandro, resaltando su cercanía con la corona y su inmensa fortuna. Esto no solo sirve para intimidar a los presentes, sino también para reafirmar el control que esta figura poderosa puede ejercer sobre sus vidas.

Pronto, se confirma la sospecha generalizada: la visita del duque no es meramente social ni protocolaria. De hecho, muchos en la casa sospechan que Don Lisandro está allí para supervisar y garantizar que las órdenes reales se cumplan estrictamente, vigilando que nadie desobedezca o se atreva a desafiar el poder del rey. Ante esta realidad, Alonso y Leocadia imponen una estricta vigilancia y máxima prudencia. Cualquier paso en falso podría desatar consecuencias graves, por lo que todos deben mantener la calma y no levantar sospechas durante la estancia del duque.

No obstante, no todos en la casa están dispuestos a acatar estas órdenes. Manuel, un personaje de fuerte carácter, rechaza de plano la idea de someterse a la voluntad de un hombre que decide el destino de otros con frialdad y sin compasión. Por otro lado, Catalina se muestra igualmente firme, negándose rotundamente a seguir ocultando su matrimonio con Adriano y la existencia de sus hijos. A pesar de los intentos de Adriano por persuadirla de mantener las apariencias y proteger la estabilidad familiar, Catalina está determinada a no vivir más en la sombra ni bajo el yugo de las imposiciones de su padre.

La situación más delicada se presenta con Curro, cuyo estatus en el palacio debe mantenerse en el más absoluto secreto. Don Lisandro ha dejado claro que la presencia de Curro allí es inaceptable y que cualquier indicio de su permanencia podría traer severas repercusiones. Sin embargo, Curro está lejos de abandonar sus investigaciones, en particular sobre la misteriosa joyería que parece estar en el centro de múltiples intrigas. Junto a López, prepara una nueva visita a la tienda para tratar de obtener información valiosa de Trinidad, la dependienta. Aunque Curro intenta proteger a todos y evitar riesgos, la inesperada aparición de Ángela durante la conversación eleva la tensión y complica la situación.

Mientras tanto, Manuel no logra comprender la sumisión y prudencia extrema que Alonso muestra frente a las órdenes del duque. Su incredulidad se mezcla con frustración y una sensación de impotencia al ver cómo su padre prioriza el bienestar general sobre cualquier cuestionamiento moral o ético, justificando que las decisiones de Don Lisandro son la clave para la supervivencia de todos. Por ello, Leocadia toma cartas en el asunto y ordena a Martina y Ángela que eviten a toda costa un encuentro entre Curro y el duque, conscientes de que una confrontación directa podría ser desastrosa.

Sin embargo, la advertencia llega demasiado tarde. Durante un tenso intercambio entre Martina y Don Lisandro, Curro irrumpe en escena haciéndose pasar por un sirviente, pero su identidad es rápidamente descubierta por el duque. Este reconocimiento abre la puerta a un enfrentamiento inevitable, cargado de tensión y peligro, que promete cambiar el curso de los acontecimientos en el palacio.

Paralelamente, Eugenia decide que ha llegado el momento de recuperar el control sobre su propia vida y las decisiones que la afectan. Cansada de los desprecios y manipulaciones de Lorenzo, toma la iniciativa para romper con la dinámica de sumisión y comenzar a sacudir el tablero político y familiar. Aunque Lorenzo se niega a compartir sus secretos y planes, es Eugenia quien da el primer paso en esta partida de poder y estrategias, dispuesta a no quedarse atrás.

Además, su deseo de visitar a Cruz en prisión se mantiene intacto. Esta vez, Eugenia no duda en dirigirse directamente a Alonso, esperando que al menos él atienda su petición y le permita reencontrarse con su hermana encarcelada. Este gesto abre una nueva línea argumental que, sin duda, añadirá emoción y drama a los próximos capítulos.

En resumen, el capítulo del lunes 19 de mayo en La Promesa está cargado de emociones y giros inesperados. La llegada de Don Lisandro al palacio marca el inicio de un enfrentamiento directo con Curro, poniendo en riesgo secretos muy guardados y desatando una cadena de reacciones entre los personajes. La lucha por el poder, la verdad y la justicia se entrelazan en un ambiente tenso donde las alianzas y las traiciones definirán quién tiene el control.