En los próximos capítulos de “La Promesa”, uno de los momentos más impactantes de la temporada finalmente verá la luz. El personaje de Cristóbal, mayordomo jefe del palacio y durante años símbolo de fidelidad y discreción, se convertirá en el centro de un escándalo que amenaza con destruir el equilibrio de toda la casa. Lo que parecía ser un secreto enterrado en el pasado acabará saliendo a la luz gracias a la astucia de Pía y Petra, quienes, tras semanas de sospechas y silenciosas investigaciones, darán el golpe definitivo.

El episodio arranca con un giro inesperado: Pía, incapaz de contener la intriga, se aventura a registrar el despacho de Cristóbal. Su búsqueda no es un capricho, sino la consecuencia de numerosas señales que la han llevado a pensar que el mayordomo oculta mucho más que simples documentos administrativos. Entre cajones desordenados, papeles amarillentos y cartas ocultas, la ama de llaves halla indicios de una relación prohibida que cambiará para siempre la percepción que todos tienen de él. Pero antes de que pueda salir del despacho, Petra la sorprende in fraganti.

La tensión entre ambas es inmediata. Petra, con su habitual mirada severa y voz cortante, exige explicaciones. Pía, temblorosa, reconoce que no estaba robando nada, sino buscando confirmar unas sospechas. Tras un intenso intercambio de palabras, Petra le da un ultimátum: guardará silencio, pero solo si Pía revela todo lo que encontró. Sin escapatoria, la ama de llaves le muestra las cartas secretas: correspondencia íntima entre Cristóbal y Leocadia, cargada de afecto, pasión y complicidad. La lectura deja a Petra en shock, sobre todo cuando Pía sugiere que Cristóbal podría ser el verdadero padre de Ángela.

Este hallazgo sacude los cimientos del palacio. La posibilidad de que Ángela no sea hija legítima de Leocadia sino fruto de una relación clandestina con Cristóbal constituye un escándalo mayúsculo. Petra, horrorizada, entiende que no solo está en juego la reputación del mayordomo, sino también el honor de toda la familia. Pero Pía no se detiene ahí: afirma que Cristóbal podría estar implicado en delitos aún más graves, incluso relacionados con atentados pasados dentro del palacio.

La magnitud de estas revelaciones deja a Petra paralizada. Durante años creyó conocer al mayordomo, pero ahora se da cuenta de que la fachada de lealtad y rectitud solo escondía ambición, engaños y crímenes. Aunque su primera reacción es correr a contar todo al marqués Alonso, Pía la detiene: aún no tienen pruebas suficientes para encarcelar a Cristóbal. Si se precipitan, solo conseguirán que sea expulsado, lo cual le daría tiempo para huir y borrar todo rastro. Petra, a regañadientes, acepta mantener el secreto, aunque siente que carga con una bomba de tiempo.

Los días siguientes están marcados por la tensión. Pía y Petra comienzan a actuar como aliadas, observando en silencio cada movimiento de Cristóbal. Pero el propio mayordomo, acostumbrado a controlar cada detalle del palacio, pronto percibe que algo anda mal. Nota miradas furtivas, conversaciones interrumpidas y el leve desorden de su escritorio, prueba inequívoca de que alguien lo revisó. Decidido a descubrir quién lo traiciona, Cristóbal prepara una trampa: coloca un billete falso en un cajón para ver si desaparece. Además, empieza a rondar los pasillos de noche como una sombra.

La situación alcanza su punto crítico cuando escucha a Petra leer en voz baja una de las cartas de amor que él había escrito a Leocadia. Ya no hay dudas: Pía y Petra lo están investigando. La furia de Cristóbal es incontenible. Planea fugarse con una maleta cargada de dinero y armas, pero el destino lo traiciona. Un comentario imprudente de Petra, hecho en confianza a otra criada, se convierte en rumor y corre como la pólvora por todo el palacio. Las sospechas llegan a oídos del marqués Alonso, quien decide actuar de inmediato.

En una mañana tensa y cargada de expectación, Cristóbal intenta salir por la puerta trasera con su maleta. Pero lo que encuentra lo deja helado: Alonso lo espera acompañado de Manuel y Curro. El marqués, con tono implacable, le exige explicaciones. Cristóbal balbucea excusas sobre asuntos familiares, pero la evidencia de su huida clandestina lo delata. Manuel, con firmeza, lo conmina a hablar y dejar de fingir. El sudor recorre la frente del mayordomo, que ya se siente acorralado.

En ese instante, Pía y Petra aparecen con las cartas en la mano. El detalle que lo condena no es solo el contenido romántico de la correspondencia, sino la caligrafía inconfundible de Cristóbal, que coincide exactamente con documentos oficiales del palacio. Es la prueba que faltaba, la grieta que derrumba toda su fachada. “Se acabó, Cristóbal”, dice Petra con voz firme. “Sabemos lo tuyo con Leocadia, sabemos tu implicación. No puedes seguir mintiendo.”

El silencio que sigue es sepulcral. Los criados, reunidos en el pasillo, observan atónitos cómo el mayordomo jefe es desenmascarado delante de todos. Alonso, furioso, lo despide en ese mismo instante y ordena que no vuelva a poner un pie en el palacio. Cristóbal intenta defenderse, pero la verdad ya ha estallado. La traición, el romance clandestino y las sospechas de crímenes lo condenan. Con la dignidad hecha pedazos, es escoltado fuera bajo la mirada de todos los sirvientes que alguna vez lo respetaron.

Este desenlace no solo marca la caída de uno de los personajes más poderosos de la servidumbre, sino también el triunfo de Pía y Petra, quienes demostraron inteligencia y valentía al enfrentarse a un hombre peligroso. Sin embargo, el aire de victoria se mezcla con un presentimiento oscuro: si lo de Cristóbal es cierto, ¿qué más secretos pueden estar ocultos entre las paredes de La Promesa?

El futuro de la familia, de Leocadia y de la propia Ángela queda en entredicho. ¿Quién más estuvo implicado en estos engaños? ¿Hasta dónde llega la red de mentiras que envolvía al mayordomo? La serie promete más giros, pero este episodio en particular pasará a la historia como el día en que Cristóbal fue desenmascarado y expulsado delante de todos por un solo detalle que lo delató.