Los próximos capítulos de La Promesa traerán consigo un giro dramático que cambiará el destino de varios personajes, pero especialmente el de Ángela y Curro. Lo que comienza como un plan de huida romántica hacia Suiza terminará transformándose en una revelación inesperada que pondrá a prueba la fortaleza de ambos: el descubrimiento de que Ángela está esperando un hijo.
Desde el regreso de Lorenzo al palacio, la vida de la pareja se ha convertido en un tormento insoportable. Las humillaciones, amenazas y la constante vigilancia del villano han convencido a Curro y Ángela de que la única salida es escapar lejos, iniciar una nueva vida en un lugar donde nadie pueda juzgar su amor. Suiza parece ser el refugio ideal, un sitio donde podrían construir un futuro sin la sombra de los chantajes ni los peligros que los acechan día a día.
La preparación de la huida
En la calma engañosa del amanecer, Ángela empieza a organizar discretamente algunos vestidos sencillos, piezas que no llamarían la atención si alguien las llegara a ver. Curro, con el mismo sigilo, reúne un pequeño bulto con monedas, un mapa y una carta de despedida dirigida a Manuel, la única persona en la que confía lo suficiente como para dejar un rastro de sinceridad.
El ambiente está cargado de tensión: cualquier ruido en el pasillo podría delatar sus intenciones. Lorenzo, como un perro guardián, ronda cada rincón del palacio, vigilando que nadie desafíe su voluntad. Pero ni siquiera ese miedo logra apagar la determinación de Curro, quien asegura a Ángela que pronto estarán lejos de Leocadia, de Lorenzo y de todo aquello que los oprime.
“En Suiza nadie nos juzgará. Viviremos sin miedo, solo tú y yo”, promete Curro mientras toma sus manos. Ángela, con lágrimas contenidas, le confiesa que esa es la vida con la que siempre soñó: despertar y dormir en paz, sin esconderse, sin sentirse vigilada.
Las últimas horas antes del escape
La mañana transcurre entre preparativos discretos. Curro pide a Pía algunas provisiones con la excusa de un viaje corto, mientras Ángela aprovecha el movimiento en la cocina para guardar panes y frutas en un saco oculto. La tensión aumenta cada vez que Lorenzo aparece en el pasillo. Su sola presencia es un recordatorio de que no pueden permitirse fallar.
En un momento crítico, Lorenzo bloquea el paso de Curro en la escalera con comentarios sarcásticos y amenazas veladas. Curro, conteniendo la rabia, recuerda la promesa hecha a Ángela: no caer en provocaciones, guardar silencio hasta que llegue la noche. Esa misma tarde, la pareja se encuentra en los establos, lugar elegido para ultimar los detalles. Deciden que huirán justo después de la cena, cuando todos estén distraídos.
El lado oscuro de Lorenzo y el pacto secreto
Mientras los jóvenes preparan su fuga, Lorenzo trama otro de sus movimientos oscuros. Llega a los aposentos de Leocadia para exigir su objetivo: casarse con Ángela. Usando chantajes y amenazas, asegura que revelará secretos comprometedores de Leocadia si no lo consigue. La madre, sorprendida y furiosa, parece doblegarse ante la presión. Sin embargo, cuando queda a solas con Cristóbal, revela que ha fingido aceptar. Su verdadero plan es deshacerse de Lorenzo definitivamente, usando su arrogancia en su contra.
“Ese hombre ha ido demasiado lejos. Ha llegado el momento de librarnos de él”, sentencia Leocadia con frialdad.
La huida interrumpida
Llegada la noche, Curro y Ángela se encuentran junto al portón que conduce al bosque. Nerviosos pero decididos, atraviesan la oscuridad rumbo a la carretera que los llevará a la estación. Cada paso es un triunfo contra el miedo. Sin embargo, pronto Ángela empieza a sentir un dolor extraño en el abdomen. Se detiene, se inclina hacia adelante y con lágrimas confiesa lo que temía: está embarazada.
Curro queda en shock, sin palabras, mientras acaricia con temor el vientre de su amada. Ella lo confirma entre sollozos: llevaba tiempo sintiendo mareos, cansancio, señales que ahora no dejan lugar a dudas. “Estoy esperando un hijo, Curro”.
Ese descubrimiento detiene en seco la huida. Continuar el viaje a pie, cruzando bosques y carreteras, sería un riesgo demasiado grande para la vida del bebé. La desesperación invade a Ángela, que teme no solo por ella, sino por la criatura que crece en su interior. Curro, intentando transmitir calma, le promete protección: “Sea aquí o en otro lugar, yo cuidaré de ti y de nuestro hijo. Pero nadie puede enterarse. Si Lorenzo lo descubre, será nuestra perdición”.
La pareja decide regresar en silencio al palacio. La libertad tendrá que esperar. Ahora ya no luchan solo por ellos, sino por la nueva vida que los une.
La confesión a Leocadia
A la mañana siguiente, Ángela reúne fuerzas para hablar con su madre. Entra en sus aposentos pálida y nerviosa, y con la voz entrecortada confiesa: “Estoy esperando un hijo de Curro”. La revelación deja a Leocadia atónita, pero lejos de reaccionar con ternura maternal, su mente fría y calculadora empieza a trabajar de inmediato.
Con una sonrisa helada, declara que ese embarazo puede convertirse en un escudo contra Lorenzo. Si Ángela está encinta del hijo de otro hombre, ningún argumento servirá para obligarla a casarse con el capitán. De este modo, Leocadia encuentra la coartada perfecta para librarse de la presión sin quedar mal vista.
“Tu hijo será nuestra mejor arma. Nadie podrá forzar esa boda, y si Lorenzo insiste, yo misma lo devolveré a la cárcel”, asegura con voz firme.
La furia de Lorenzo
Poco después, Lorenzo exige a Leocadia una respuesta sobre la boda. Sin embargo, recibe el golpe que jamás imaginó: Ángela está embarazada, y el hijo no es suyo, sino de Curro. La noticia enciende su furia hasta límites insospechados. En su rostro se dibuja el odio y la humillación, prometiendo vengarse con más crueldad que nunca.
“Me lo pagarás, Leocadia. Te arrepentirás de cada palabra. Juro que me vengaré de ti”, grita antes de marcharse con violencia, dejando el ambiente cargado de amenazas.
El nuevo rumbo de Ángela y Curro
Mientras Lorenzo maquina sus represalias, Ángela acaricia discretamente su vientre en el jardín, bajo la mirada amorosa de Curro. Ahora tienen un motivo aún más grande para resistir: proteger la vida de ese hijo que representa esperanza y futuro.
Aunque la huida se ha frustrado, el vínculo entre ambos se ha fortalecido. Ya no se trata solo de escapar de un villano, sino de construir un refugio para la familia que están formando. Curro, decidido, susurra: “No nos van a separar, ni Lorenzo ni nadie”.