LEOCADIA TIEMBLA: el pasado que podría destrozarlo todo || CRÓNICAS de #LaPromesa #series

En La Promesa, cada personaje guarda un secreto, pero ninguno tan peligroso ni tan potencialmente devastador como el que esconde doña Leocadia de Figueroa. La mujer, que desde su llegada al palacio se ha convertido en una figura incómoda, misteriosa y hasta temida, ha levantado sospechas con cada gesto, cada silencio y cada mirada esquiva. Y es que detrás de su aparente fortaleza se oculta un pasado que amenaza con derrumbar no solo su vida, sino el delicado equilibrio de toda la historia.

El centro de esta tormenta no es otro que Ángela, su hija, cuya identidad paterna sigue siendo un enigma. Leocadia se ha negado, una y otra vez, a revelar quién es el verdadero padre de la muchacha. Y cuando alguien insiste, ella levanta un muro de piedra imposible de atravesar. Ni siquiera cuando Ángela le suplicó con lágrimas que le diera un nombre, ofreciéndole a cambio marcharse del palacio para cumplir el deseo de su madre de mantenerla lejos, Leocadia cedió. El silencio fue su única respuesta.

Pero, ¿por qué tanto hermetismo? ¿Qué razón de peso puede justificar semejante secreto? Solo dos caminos parecen posibles: o bien el padre de Ángela es un noble de alcurnia cuyo nombre no puede quedar manchado con un escándalo semejante, o bien se trata de alguien del servicio, un hombre al que Leocadia jamás reconocería como igual. Ambas posibilidades son explosivas, pero cada una abre un horizonte distinto de consecuencias.

En medio de estas teorías aparece un nombre que resuena con fuerza: Cristóbal Ballesteros, el nuevo mayordomo. Un hombre de pocas palabras, reservado, con un aura misteriosa que lo convierte en la pieza perfecta para un rompecabezas lleno de silencios. Su relación con Ángela, aunque sutil, despierta sospechas: demasiada delicadeza en su trato, demasiada protección hacia los más jóvenes, un cuidado casi paternal que no pasa desapercibido. ¿Es Ballesteros el verdadero padre de la muchacha? Hasta ahora nadie lo había considerado, pero cuanto más se observa, más pistas encajan.

La unión secreta entre Leocadia y Ballesteros, aún por confirmar, podría ser la clave que explique todo: el silencio de ella, la discreción de él, y la tensión invisible que vibra entre ambos cada vez que comparten escena. Si mañana, en los avances semanales, se confirma este vínculo oculto, el secreto más guardado del palacio quedará al borde de estallar.

Pero Ballesteros no es el único candidato. El fantasma del pasado también señala a Lorenzo de la Mata, conocido por todos como el “capitán Garrapata”. Antiguo amante de Leocadia, su nombre aparece una y otra vez en las quinielas. Sin embargo, hay algo que no encaja. Su trato hacia Ángela siempre ha sido frío, distante, incluso hostil. Si de verdad fuera su hija, ¿no habría algún rastro de afecto? La sangre, dicen, se reconoce incluso sin palabras. El marqués, sin saberlo, siempre trató con ternura a su sobrino porque intuía un lazo invisible. Con Lorenzo, ocurre lo contrario: la frialdad delata la ausencia de vínculo. Quizá por eso, muchos lo descartan definitivamente.

Y, sin embargo, hay teorías aún más oscuras. Una de ellas apunta a don Juan Izquierdo, el despreciable padre de doña Cruz. Recordemos que este hombre dejó un reguero de dolor en muchas mujeres, incluida Pía. Su historial de abusos lo convierte en un monstruo al que nada lo redime. ¿Y si Leocadia también fue víctima de él? O, por el contrario, ¿y si tuvieron una relación consentida en secreto? En cualquiera de los dos escenarios, el nacimiento de Ángela podría estar ligado a esa oscura figura.

Si esto fuera cierto, todo tendría otra explicación: Cruz, al enterarse, habría ordenado a Rómulo deshacerse de Leocadia para evitar el escándalo. Y el mayordomo, en vez de matarla, le permitió huir con la promesa de no volver jamás. Un pacto que Leocadia rompió veinte años más tarde al regresar, cargada de rencor, para vengarse de Cruz. Venganza que, como vemos capítulo tras capítulo, ejecuta con sutileza y persistencia.

Otra posibilidad no menos explosiva es que el padre de Ángela sea don Lisandro, duque de Carvajal y Cifuentes. Hombre poderoso, cercano al rey, capaz de mover los hilos más delicados de la corte. Su proximidad a Leocadia no pasó desapercibida, y algunos creen que en su relación hay más de lo que se ve. Pero su distancia con la joven Ángela hace que la sospecha no sea tan sólida como otras.

Lo cierto es que, sea quien sea, Leocadia guarda silencio porque sabe que la verdad es dinamita. Confesarlo significaría destapar un pasado de vergüenza, escándalo o poder mal usado. Y en La Promesa, los secretos nunca permanecen enterrados para siempre.

Cada mirada esquiva, cada frase no dicha, cada negativa a responder la súplica de su hija, construyen un muro que tarde o temprano se derrumbará. Y cuando eso ocurra, las consecuencias serán devastadoras. Porque no se trata solo de la identidad de un padre: es el tejido entero de la historia lo que puede desgarrarse. Si Ballesteros es el padre, la revelación lo pondría en el centro de un huracán. Si fue Lorenzo, el desprecio hacia su propia hija lo retrataría como un hombre sin alma. Si fue don Juan Izquierdo, el pasado monstruoso alcanzaría nuevas cotas de horror. Y si fue un noble poderoso como Lisandro, el escándalo resonaría hasta la corte del rey.

Lo que está claro es que Leocadia tiembla. Su frialdad es solo una máscara para ocultar el miedo. El miedo a que Ángela descubra la verdad, el miedo a que el palacio entero conozca su secreto, y el miedo a que su propio pasado destruya el presente que tanto se ha esforzado en construir.

En el universo de La Promesa, nada es casualidad. Los silencios son tan reveladores como las palabras. Y cada secreto, por muy bien guardado que parezca, termina estallando en el momento menos esperado. El de Leocadia no será la excepción. Cuando la identidad del padre de Ángela salga finalmente a la luz, el palacio temblará. Y con él, todos los que han vivido bajo la sombra de esa verdad no dicha.

Sea noble o sirviente, amante o monstruo, ese hombre marcará el destino de La Promesa. Porque lo que Leocadia ha tratado de esconder durante décadas está a punto de convertirse en la chispa que incendie toda la historia.

Y entonces, nada volverá a ser igual.

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