María Castro reflexiona sobre la marcha de Jana en La Promesa: “Al final, nadie es indispensable”

 

La serie La Promesa, emitida cada tarde en La 1 de Televisión Española, continúa siendo uno de los pilares más sólidos de la programación de ficción nacional. Desde su estreno, esta producción ha sabido conquistar a un público fiel, cautivado por su cuidada ambientación, sus tramas intensas y el carisma de sus personajes. Sin embargo, en los últimos meses, la ficción ha atravesado uno de los momentos más delicados de su trayectoria: la inesperada salida de Jana, personaje central interpretado por Ana Garcés.

La despedida de Jana no fue una mera ausencia temporal ni un giro narrativo que dejara la puerta abierta a un posible regreso; fue un adiós definitivo, dramático y trágico. La protagonista, después de un largo recorrido de lucha personal, parecía haber alcanzado por fin un merecido momento de felicidad junto a Manuel, su esposo. La pareja, unida por el amor y por un futuro en común, esperaba con ilusión la llegada de su primer hijo. Sin embargo, ese sueño se desvaneció de forma abrupta cuando Jana fue asesinada cruelmente por alguien cercano a ella, un giro argumental que dejó a los seguidores con el corazón encogido.

La reacción del público no se hizo esperar. Muchos espectadores manifestaron su descontento en redes sociales, algunos incluso anunciando que dejarían de seguir la serie. La conexión emocional que habían desarrollado con Jana era profunda, y su pérdida generó un vacío difícil de llenar. Aunque las audiencias experimentaron ciertas variaciones tras este episodio, La Promesa logró mantener a buena parte de su público, que sigue interesada en descubrir cómo evolucionará la historia tras esta sacudida argumental.

En medio de este panorama, María Castro, actriz que encarna a Pía en la ficción, ha ofrecido recientemente una entrevista a la revista Lecturas en la que no solo ha hablado de su papel, sino también de la marcha de Ana Garcés y de cómo el equipo ha afrontado este cambio. Castro, con una trayectoria consolidada en televisión, ha destacado la calidad del trabajo que se realiza en el set:

“Laboralmente estoy muy contenta. Aparte de que el personaje es bonito y la serie está muy bien hecha, el set de la serie es súper agradable”, señaló, subrayando que la buena atmósfera de trabajo es uno de los grandes valores de la producción.

La actriz también quiso resaltar la armonía que existe entre el elenco. Según sus palabras, nunca ha habido problemas con actores invitados o incorporaciones temporales:

“No hemos tenido la visita de ningún actor haciendo un personaje episódico que me haya hecho decir: ‘A ver si se va este’. Toda la gente que llega lo hace con muchas ganas de trabajar, de hacer la vida fácil al compañero”, confesó.

Esta buena sintonía no impidió que la salida de Ana Garcés dejara una huella personal en Castro, especialmente porque ambas compartían camerino. “Ella es mi compañera de camerino, me he quedado solita”, comentó con un tono que mezclaba afecto y nostalgia. Según reveló, todo el equipo estaba al tanto de la decisión de Garcés desde hacía tiempo, por lo que la noticia no les tomó por sorpresa, aunque sí implicó un cambio importante.

Respecto a la marcha de su compañera, María Castro fue clara y directa:

“Yo feliz por ella porque es lo que quería. Ana sentía que había acabado su paso por La Promesa, por lo tanto, se ha cumplido su deseo”, afirmó, reconociendo que en este tipo de decisiones es fundamental respetar la voluntad del intérprete.

La actriz también reflexionó sobre el impacto que puede tener la salida de un personaje tan querido:

“Aunque siempre tienes miedo de la reacción del público, yo nunca creo que nadie sea imprescindible. Ninguna somos indispensables, aunque ella hizo un papelón espectacular. Ella, como persona y como actriz, estuvo estupenda en La Promesa. Pero al final nadie es indispensable”, aseguró.

Sus palabras reflejan una visión profesional y realista del trabajo en televisión: las series, especialmente las de emisión diaria, están en constante transformación. Los personajes entran y salen, y la historia debe adaptarse para mantener el interés de la audiencia. Castro lo expresó así:

“Cuando me enteré de que se iba, pensé: ‘Unos se irán, vendrán otros, y quedará la cosa a pachas’. Y no me equivoqué. La audiencia sigue siendo la misma. De hecho, hemos tenido varios picos de audiencia desde entonces. Porque, claro, la gente que quería a Jana ahora tiene que vengar su muerte”.

Este último punto es clave para entender cómo el equipo de guionistas ha sabido reconducir la trama. La desaparición de Jana no se ha tratado como un simple cierre, sino como el detonante de nuevas líneas argumentales llenas de intriga, venganza y emociones intensas. Lejos de diluirse, la historia ha encontrado nuevos motores narrativos que mantienen viva la tensión.

La experiencia de María Castro en La Promesa pone en valor la importancia del trabajo en conjunto y la resiliencia de los equipos creativos. Aunque reconoce el talento y la entrega de Ana Garcés, entiende que el flujo natural de una producción televisiva implica cambios y desafíos continuos. En este sentido, sus declaraciones son también un mensaje para el público: la esencia de una serie no depende únicamente de un personaje, por icónico que sea, sino del conjunto de historias, relaciones y emociones que se construyen episodio a episodio.

Por su parte, el público se enfrenta ahora a una nueva etapa de La Promesa. Muchos seguidores han aceptado que la marcha de Jana, por dolorosa que haya sido, forma parte de un proceso creativo que busca sorprender y conmover. Otros, más reticentes, siguen echando de menos la presencia de Garcés, pero no pueden evitar sentir curiosidad por cómo se desarrollarán las tramas que su ausencia ha desencadenado.

En definitiva, la entrevista de María Castro no solo arroja luz sobre la dinámica interna del rodaje, sino que también sirve como recordatorio de que en televisión —y en la ficción en general— la única constante es el cambio. Los personajes pueden desaparecer, pero la historia sigue adelante, reinventándose para atrapar al espectador. La Promesa parece haber entendido esta regla a la perfección, y, a juzgar por los niveles de audiencia, ha logrado transformar una pérdida en una oportunidad para evolucionar.

El tiempo dirá si las nuevas tramas alcanzan el mismo nivel de conexión emocional que generó Jana. Por ahora, el equipo sigue trabajando con entusiasmo, los actores mantienen una relación de respeto y camaradería, y el público continúa encontrando motivos para encender el televisor cada tarde. Y, como bien dice María Castro, “al final, nadie es indispensable”, pero todos, delante y detrás de las cámaras, aportan algo único que hace que La Promesa siga siendo una cita ineludible para sus seguidores.

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