En el último episodio de Sueños de libertad, las tensiones familiares alcanzan nuevos niveles. María, movida por sus propios intereses y sus deseos de controlar la situación con Julia, pone en marcha un plan que podría desestabilizar aún más la relación entre los personajes. La escena se inicia con María en una conversación telefónica con Irene Carpena, quien le explica las condiciones para venderle las acciones de Julia a su hermano, don Pedro. Mientras la llamada transcurre con una aparente calma, la verdadera intención de María empieza a salir a la luz.

María se muestra calculadora y firme al discutir las opciones disponibles. La oferta de los franceses es menos atractiva que la de los Carpena, pero aún está a la espera de una posible mejora. Durante la conversación con Irene, María revela que tiene mucho más en mente que solo las ganancias de la venta de las acciones. Cuando Andrés entra en la habitación y escucha sobre los avances de la negociación, su incomodidad es evidente. Aunque intenta mantenerse tranquilo, María no deja de manipular la conversación con astucia, asegurando que lo único que le importa es asegurar un futuro para Julia.

El clima se tensa aún más cuando Andrés, visiblemente afectado por la situación, le pide a María que no venda las acciones de Julia. Le suplica que no lo haga, convencido de que eso podría destruir la estabilidad que han logrado. Sin embargo, María, con una sonrisa enigmática, no parece dispuesta a ceder. Andrés no puede ocultar su desesperación mientras le ruega a María que cambie de opinión, pero ella no se deja influenciar por sus palabras. En su mente, tiene un plan mucho más grande en juego.

María le deja claro a Andrés que sus razones son mucho más profundas que un simple interés financiero. Ella quiere asegurarse de que Julia no dependa únicamente de la empresa familiar, Perfumerías de la Reina. Sin embargo, a medida que la conversación avanza, queda claro que las verdaderas intenciones de María no son tan nobles como parecen. Andrés intenta mantener la calma, pero la frustración y la impotencia comienzan a apoderarse de él. Él sabe que María tiene la capacidad de arruinar sus planes, y que sus decisiones podrían cambiarlo todo.

La situación alcanza su punto máximo cuando María, en una jugada maestra, hace una exigencia inesperada: le pide a Andrés que eche a Begoña de la casa. Con esta condición, María espera que Andrés tome una decisión entre su amor por Julia y su lealtad hacia Begoña. Andrés, furioso por el ultimátum, no puede creer lo que está escuchando. La acusación de María de que Begoña es la responsable de su infelicidad es un golpe bajo, pero es claro que María está dispuesta a llegar tan lejos como sea necesario para conseguir lo que quiere.

En un estallido de ira, Andrés le responde a María que solo está buscando venganza, acusándola de ser la “mujer del demonio” en un tono desafiante. Sin embargo, María, imperturbable y serena, le ofrece una sonrisa triunfante, consciente de que ha puesto a Andrés en una posición imposible. La tensión entre ellos es palpable, y Andrés se ve obligado a elegir entre dos mundos completamente opuestos. ¿Cederá ante las demandas de María y echará a Begoña de la casa? ¿O resistirá y tomará el riesgo de perder todo lo que ha construido hasta ahora?

Con este nuevo giro, la trama se complica aún más. María ha logrado poner a la familia Reina en una encrucijada emocional, y ahora todo depende de cómo Andrés manejará la situación. ¿Tomará la decisión que le exige María para garantizar un futuro para Julia, o sucumbirá a la presión y protegerá a Begoña? La lucha por el poder y el control dentro de la familia continúa, y las decisiones que se tomen en los próximos episodios serán cruciales para el destino de todos los involucrados.