El episodio 347 de Sueños de libertad nos deja uno de los momentos más tensos y a la vez más íntimos entre Marta y Pelayo, justo cuando lo que debería ser una conversación alegre se convierte en un cruce de emociones encontradas, frustraciones políticas y dudas personales que podrían poner en peligro el sueño que Marta y Fina han construido juntas.
Un retraso con consecuencias emocionales
Todo comienza cuando Pelayo llega tarde a su encuentro con Marta. Se disculpa enseguida y le explica que tuvo que asistir a una comida de último minuto con Miguel Ángel Vaca, un personaje clave en el entramado político local. El motivo de la cita no es menor: ha aparecido un nuevo rival para el cargo de gobernador civil, un hombre llamado Francisco Cárdenas, que cuenta con una red de apoyo sólida y poderosa.
Marta intenta tranquilizar a Pelayo… sin éxito
Marta, intentando rebajar la tensión, le dice a Pelayo que era previsible que surgieran más candidatos, especialmente después de que se hiciera pública la futura salida del actual gobernador. Pero Pelayo no logra disimular su preocupación. Está visiblemente más nervioso de lo habitual, y aunque sabe que la competencia era inevitable, lo que realmente le inquieta es enfrentarse a un adversario como Cárdenas, alguien con trayectoria intachable, buena imagen pública y una familia grande, lo cual en estos círculos también suma.
Marta admite que no conoce a Cárdenas, así que Pelayo le pinta un panorama sombrío: es respetado, carismático, con un currículum impecable y contactos en los niveles más altos del poder. Aunque Pelayo cuenta con el respaldo del gobernador saliente y de Vaca, cree que eso no será suficiente para contrarrestar la popularidad del nuevo contendiente.
¿Rendirse antes de luchar?
Ante la sugerencia de Marta de buscar apoyo en Carpena y su entorno político, Pelayo se muestra reacio. Teme que al acercarse demasiado pronto a ese sector, pueda parecer desesperado y termine perdiendo credibilidad. Ella intenta devolverle la esperanza recordándole que tiene carisma, visión política y el respaldo de personas influyentes. Pero Pelayo confiesa que ya se siente derrotado antes de comenzar la lucha. Vaca mismo le ha dicho que es prácticamente imposible competir contra alguien con el perfil de Cárdenas.
Una noticia que debería alegrar… pero descoloca
En ese punto, Marta, con un tono completamente distinto, le revela a Pelayo algo que llevaba tiempo queriendo compartir: ella y Fina han decidido que sí quieren tener un hijo con él. Lo dice con calma, pero con una carga emocional fuerte. Es una decisión que no solo afecta su vida personal, sino también sus sueños y su visión de familia.
La reacción de Pelayo es un cúmulo de emociones. Al principio, se muestra conmovido, agradecido, incluso emocionado. Pero en cuestión de segundos, su rostro cambia. Vuelve a mencionar el nombre de Cárdenas, esta vez comparando la noticia del hijo con la ventaja que tiene su rival por ya tener una familia numerosa. La comparación es tan fría como desconcertante.
Marta explota: “¿Tú eras quien quería un hijo y ahora me sales con esto?”
Marta no puede contener su decepción. Aquello que debía ser un momento de unión se transforma en un agrio intercambio. No entiende cómo Pelayo ha pasado de celebrar la noticia a usarla como moneda política. Le lanza una frase dolorosa pero necesaria:
“¿Tú eras quien quería un hijo y ahora me sales con esto?”
Se siente traicionada, confundida. Empieza a dudar si el deseo de formar una familia era sincero o si simplemente era parte de un cálculo político. La ilusión se empaña.
Pelayo reacciona, pero ¿es demasiado tarde?
Pelayo, dándose cuenta del impacto de sus palabras, intenta enmendar el error. Le dice a Marta que sí está feliz, que ese bebé es algo que desea de verdad, que valora profundamente el gesto que ella y Fina han hecho al incluirlo. Reconoce que no debería haber mencionado la política en ese momento. Se acerca, le pide un abrazo y le dice que nada le haría más feliz que tener ese hijo con ellas.
Ella, aunque sigue dolida, acepta el abrazo, y le pregunta una vez más si está seguro. Pelayo, con determinación renovada, le responde que sí.
Marta toma el mando: “No te rindas”
Recobrada la calma, Marta retoma el asunto político. Le dice que no puede tirar la toalla antes de tiempo, que si Cárdenas es fuerte, entonces ellos deben ser más estratégicos. Lo anima a pensar seriamente en buscar alianzas más allá de su zona de confort, incluso si eso implica acercarse a Carpena.
Le asegura que, si siguen juntos, no hay batalla que no puedan enfrentar, ya sea familiar o política. Pelayo, contagiado por su fe, recupera algo de confianza. La abraza una vez más, ahora con más firmeza y complicidad.
Más que un proyecto de familia: una promesa
Este capítulo deja claro que el hijo que Marta y Fina quieren tener no es solo un proyecto personal, sino una declaración de principios, un acto de amor y compromiso más allá de lo convencional. Pero también nos muestra que las inseguridades, las presiones sociales y la ambición pueden nublar hasta los momentos más puros si no se gestionan con madurez.
Pelayo, entre su ambición política y su deseo de formar una familia diferente a lo habitual, camina por una cuerda floja, y Marta lo sabe. Por eso, su intervención no solo es un llamado al corazón, sino también una advertencia: el amor no puede ser usado como herramienta política.
¿Qué pasará ahora?
¿Conseguirá Pelayo reunir el valor y las alianzas necesarias para competir con Cárdenas? ¿Podrán Marta y Fina conservar la armonía de su relación mientras integran a Pelayo como padre sin desdibujar su vínculo? ¿Tendrá Pelayo la madurez suficiente para no convertir la paternidad en una estrategia electoral?
El capítulo termina con una promesa de lucha compartida. No solo por el hijo que desean tener, sino por el modelo de vida que quieren construir. Sueños de libertad sigue demostrando que las decisiones más íntimas también pueden ser las más valientes.