En el universo lleno de secretos, intrigas y emociones contenidas de La Promesa, este episodio nos sumerge en uno de los momentos más dolorosos y valientes de la serie: la confesión de Pía a Ricardo, el ayuda de cámara de don Alonso. Un acto de honestidad que no solo desvela un crimen largamente oculto, sino también las profundas heridas emocionales que lo originaron.
Todo comienza con un ambiente cargado de tensión. Santos, el joven lacayo e hijo de Ricardo, había amenazado anteriormente a Pía con revelar lo que sabía sobre ella. Su regreso a La Promesa no ha sido nada fácil. La relación con su padre está más deteriorada que nunca, y su actitud sigue siendo desafiante, sobre todo respecto a la figura de la señora Adarre. La constante presión y el temor a que el secreto que ha cargado durante años pueda salir a la luz, llevan a Pía a tomar una decisión que cambiará por completo la percepción que Ricardo tenía de ella.
En una conversación cargada de emoción contenida, Ricardo le confiesa a Pía que había hablado con Santos sobre aquellas amenazas. En un principio, el joven fingió ignorancia, pero tras insistir, acabó admitiendo que fueron palabras vacías, simples amenazas sin fundamento. Sin embargo, Ricardo, astuto y observador, sospecha que su hijo no disparó al aire por completo, sino que alcanzó una verdad que aún no se ha dicho en voz alta.
Cansado de los silencios, Ricardo le pide a Pía sinceridad. “Me duele que no confíes en mí”, le dice con franqueza. Y esas palabras parecen romper una última barrera en la señora Adarre. Comprende el dolor del padre, la confusión del hombre que ha sido testigo de las sombras que se ciernen sobre su entorno y, finalmente, decide hablar. Pero antes de hacerlo, exige una promesa: que Ricardo no compartirá lo que está a punto de escuchar con nadie. Que mantendrá ese peso solo si está dispuesto a cargar con él.
Ricardo acepta, y así se abre una herida del pasado.
Con voz firme y mirada serena, Pía comienza su relato: “Seguro que usted oyó hablar del barón de Linaja. Oficialmente, murió en un accidente de tráfico… pero eso no es cierto. Lo maté yo”. Su confesión es tan cruda como directa. No busca justificaciones vacías. No se excusa. Solo quiere contar su verdad. Y la razón detrás de su acto es aún más devastadora que el crimen mismo.
Pía fue víctima de abusos continuados por parte del barón. No una vez, ni dos. Muchas. Durante un largo y oscuro periodo. Fue vejada, manipulada, humillada y aterrada. Temió por su vida, por su integridad física y emocional. Y un día, simplemente, no pudo más. En sus palabras no hay rencor; hay dolor, pero también determinación. “Lo volvería a hacer”, le dice a Ricardo, “porque se lo merecía”.
La reacción de Ricardo es de absoluta consternación. Cuesta imaginar el dolor que esa mujer, siempre fuerte y digna, ha soportado en silencio. Intenta consolarla, le desea que algún día pueda olvidar todo lo que ocurrió. Pero Pía, con una serenidad amarga, le revela que eso no será posible. Porque del horror surgió una vida: Dieguito, su hijo, es también hijo del barón de Linaja.
Esa revelación añade una capa más de complejidad a la historia. Pía no solo carga con la culpa de un asesinato, sino con el recuerdo vivo y diario de lo que padeció. Cada vez que mira a su hijo, mezcla de amor incondicional y doloroso recuerdo, revive esa etapa terrible. No puede escapar de su pasado, por más que lo intente.
Esta confesión no es nueva para los espectadores más fieles. En los primeros episodios de La Promesa, fuimos testigos del asesinato del barón y de cómo Pía, con la ayuda de Jana, María Fernández y Teresa, se deshizo del cuerpo. Pero escuchar la versión completa desde su propia voz, con la crudeza de los hechos y la sinceridad emocional, le da una dimensión completamente distinta. Es uno de los momentos más duros y valientes de toda la serie.
A medida que Pía abre su alma, se hace evidente que esta historia no es solo sobre un crimen, sino sobre la supervivencia. Sobre cómo una mujer atrapada en una situación de violencia extrema logró recuperar el control de su vida, aunque fuera por medios drásticos. Su acto no fue un arrebato impulsivo, sino el último recurso de alguien que ya no tenía salida.
Y mientras esta verdad estremecedora sale a la luz, La Promesa continúa ampliando su compromiso con la accesibilidad. RTVE ha anunciado la incorporación de audiodescripción en todos los capítulos de la serie a través de RTVE Play, permitiendo que personas con discapacidad visual también puedan disfrutar de esta poderosa ficción histórica. Esta iniciativa no solo amplía el alcance de la serie, sino que también refuerza su papel como referente de la televisión pública inclusiva.
Para quienes deseen revivir este capítulo o descubrirlo por primera vez, RTVE Play ofrece la posibilidad de verlo en cualquier momento, en cualquier dispositivo, y con todas las opciones de accesibilidad activadas. Un servicio que, como la serie misma, apuesta por una narrativa abierta, diversa y profundamente humana.
Este episodio de La Promesa no es simplemente otro giro argumental. Es una declaración de intenciones. Una prueba de que la ficción puede abordar temas complejos como el abuso, la culpa, el trauma y la redención con sensibilidad y respeto. La confesión de Pía a Ricardo quedará grabada como uno de los momentos más significativos de toda la serie, no solo por su intensidad dramática, sino por la humanidad de sus protagonistas.