En La Promesa, el drama nunca descansa, aunque la parrilla televisiva lo haga. Y esta vez, el epicentro del escándalo vuelve a tener un nombre que ya conocemos bien: doña Leocadia de Figueroa. A primera vista, esta mujer parece una dama intachable, de porte elegante y voz firme, capaz de juzgar con severidad las conductas ajenas. Sin embargo, tras esa fachada se esconde una historia personal tan compleja como escandalosa. Hoy, las alfombras del palacio se levantan, las cortinas se descorren y un secreto cuidadosamente guardado comienza a salir a la luz: el amante secreto de Leocadia.
Durante años, la figura de Leocadia ha estado envuelta en rumores. Sus movimientos calculados, su habilidad para rodearse de hombres poderosos y su instinto infalible para mantenerse cerca del núcleo de poder no son casualidad. No hablamos de una noble por sangre, sino por estrategia. Ha sabido abrirse camino en un mundo dominado por títulos y linajes, usando como armas su inteligencia, su encanto… y, en más de una ocasión, su corazón (o al menos la ilusión de ofrecerlo).
Un pasado tejido con romances de alto riesgo
Quien conozca la historia reciente del palacio recordará que Leocadia fue amante de don Juan Izquierdo, padre de la marquesa doña Cruz. Un hombre de reputación más que cuestionable: cruel, con un pasado manchado por la esclavitud, y que jamás se caracterizó por su nobleza de espíritu. Lejos de alejarse por principios, Leocadia supo aprovechar esa relación para asegurarse beneficios y alianzas que todavía hoy repercuten en su posición.
Pero no fue el único. En su historial figura también Lorenzo de la Mata, apodado “el capitán garrapata”. Su romance con él, aunque enterrado en el tiempo, sigue resonando en los pasillos. Entre ellos no hubo simples paseos por el jardín: fue una relación con todas las letras, cargada de encuentros clandestinos y estrategias compartidas.
Y cómo olvidar su acercamiento al duque de Carvajal y Cifuentes, un hombre de alto rango con conexiones directas en la corte. Con él, Leocadia jugó sus cartas de forma magistral, asegurándose de mantenerse siempre a una distancia lo suficientemente íntima como para influir… pero nunca tan cercana como para exponerse públicamente.
Incluso hay voces que susurran que pudo haber tenido algo más que miradas con el duque de Carril, padre de Vera. Las coincidencias, las circunstancias y las miradas que se han cruzado entre ambos alimentan la especulación, aunque nadie se atreve a confirmarlo de forma oficial.
Entre la cama y la intriga política
No todo en la vida de Leocadia se limita a romances pasados. Su figura se entrelaza con las tensiones políticas y económicas que agitan a las familias nobles. Por ejemplo, el enfrentamiento entre el varón de Valladares y los Luján, especialmente con Catalina, siempre ha parecido tener un trasfondo económico. Sin embargo, no son pocos los que sospechan que detrás de esa hostilidad hay algo más personal… y que el hilo podría conducir directamente hasta la cama de Leocadia.
El varón tiene poder, recursos y una influencia considerable entre la nobleza. Desde hace meses parece motivado por algo más que simples disputas de tierras. ¿Casualidad? ¿O estamos ante otra jugada maestra de Leocadia, colocándose cerca de quien le conviene para mover las piezas del tablero a su favor?
La gran ironía: moral para otros, permisividad para sí misma
Lo que hace este nuevo descubrimiento aún más jugoso es la doble moral que caracteriza a Leocadia. La misma mujer que ha tenido relaciones con nobles, militares, influyentes y —según rumores— incluso con miembros del servicio, es la que prohíbe a su hija Ángela acercarse a Curro por ser bastardo y lacayo.
La ironía es mayúscula: si Ángela no puede relacionarse con un bastardo, ¿qué decir entonces de su propio origen? El misterio sobre la identidad del padre de Ángela sigue sin resolverse del todo, pero hay quien afirma que ni siquiera Leocadia podría dar una respuesta libre de sospechas. Y su desprecio por el servicio contrasta abiertamente con las habladurías que la vinculan sentimentalmente con algún que otro criado del palacio.
La llegada del nuevo mayordomo
En medio de este clima de sospechas, la llegada de Cristóbal Ballesteros como nuevo mayordomo ha despertado un interés especial. Oficialmente, vino recomendado por el duque de Carvajal y Cifuentes. Pero hay quienes aseguran que, más que un favor del duque, su presencia es fruto de las maniobras de Leocadia.
Algunos ven su relación como puramente profesional; otros, en cambio, perciben una conexión más íntima que podría explicar ciertos movimientos recientes en el palacio. La idea de que Leocadia esté colocando “peones” estratégicos para mantener el control de la casa no suena nada descabellada, sobre todo considerando su historial.
El amante secreto sale a la luz
Y ahora llegamos al punto culminante. El misterio del amante secreto de Leocadia no es un romance nuevo, sino uno que lleva tiempo gestándose lejos de las miradas curiosas… hasta ahora. Según fuentes cercanas, este vínculo combina lo sentimental con lo estratégico, como es habitual en ella.
El descubrimiento no solo sorprende por la identidad del hombre, sino también por las implicaciones que puede tener en la red de alianzas, traiciones y secretos que sostiene la vida en el palacio. Este romance, cuidadosamente oculto, podría explicar algunos movimientos recientes en las altas esferas y dar un giro inesperado a las tensiones actuales entre familias.
Una maestra de la supervivencia social
Leocadia no tiene título nobiliario, pero ha jugado sus cartas con una astucia que muchos aristócratas envidiarían. Su estrategia ha sido siempre la misma: acercarse a hombres con poder, ganar su confianza, seducirlos y asegurar así su posición privilegiada. Lo emocional ha estado siempre subordinado a lo estratégico, y en este terreno, ella es una auténtica maestra.
Su historia demuestra que la nobleza no siempre se mide en sangre azul, sino en la capacidad de adaptarse, manipular y sobrevivir en un mundo donde las alianzas se sellan en salones, pero también entre sábanas.
Hoy, el telón se corre un poco más y vemos no solo a la mujer elegante y severa que camina por los pasillos de La Promesa, sino a la estratega incansable que, con cada amante, ha tejido una red que le permite seguir siendo una figura clave en el palacio.
Pero cuidado: si este amante secreto es solo la punta del iceberg, tal vez estemos a punto de descubrir un entramado de relaciones que no solo harán temblar a los personajes de La Promesa, sino que también nos dejarán a los espectadores pidiendo más.