¡ATENCIÓN, FANS INCONDICIONALES DE ‘LA PROMESA’! Si eres de los que prefiere que cada misterio se desvele en el momento exacto en pantalla y no quieres conocer las verdades más profundas y a menudo desgarradoras sobre la vida de nuestros personajes favoritos, te rogamos encarecidamente que detengas la lectura aquí mismo. Lo que estás a punto de descubrir no es un giro argumental tradicional, sino una revelación sobre la cruda realidad que subyace en cada gesto, cada sacrificio y cada sueño de las doncellas del palacio. Prepárense para un análisis que desvelará el verdadero significado de “servir” en 1916, contextualizado en el fascinante universo de ‘La Promesa’.
Buenas, “promisers” y “clippers”, ¿cómo estáis? En este vídeo de hoy, tal como prometimos, vamos a sumergirnos en el mundo de la servidumbre en la época de ‘La Promesa’, con un enfoque especial en las doncellas. Ya anticipamos que si queríais que comentásemos un poco sobre este universo, la respuesta fue un rotundo “sí”. Así que, os aviso, este vídeo será un poco más histórico que “promesil” en el sentido de la trama directa, aunque, obviamente, estará profundamente contextualizado en el ambiente, el entorno y los personajes de nuestra querida serie. Lo que desvelaremos aquí es la verdad oculta tras los uniformes, las sonrisas forzadas y las miradas bajas.
Vamos a hablar, como digo, del mundo de la doncella en la España de 1916. No nos centraremos en lacayos, mayordomos, ni siquiera en el ama de llaves, aunque sus roles son igualmente fascinantes. Así que, preparaos para entender la verdadera realidad de personajes como Teresa, María Fernández y Vera, quienes actualmente son las doncellas principales que tenemos en la serie. En el pasado, tuvimos a Jana, quien, aunque ya no está entre nosotros en ese rol y había dejado de ser doncella, seguramente la mencionaremos también. Y, por supuesto, no olvidemos a Pía, cuyo trabajo es, quizás, el menos definido, pero que también se desempeña en una especie de rol de doncella en la actualidad.
Este análisis promete ser muy interesante, y, por supuesto, si tenéis cualquier pregunta, cualquier aporte o alguna anécdota que os contasen vuestras madres, abuelas, tías o bisabuelas que sirvieron en una casa, sentíos bienvenidos a compartirla en los comentarios. Será súper interesante de leer y nos ayudará a enriquecer aún más esta crónica.
La Estricta Jerarquía del Servicio Doméstico: Una Verdad Incómoda
Como ya hemos comentado en otras ocasiones, el personal doméstico en la época de ‘La Promesa’ funcionaba dentro de una jerarquía extremadamente estricta y muy bien establecida. Da igual de qué tipo de sirviente estemos hablando; cada puesto tenía unas responsabilidades y un estatus claramente definidos. Y estos, además, se reflejaban directamente en las exigencias físicas del trabajo, así como en el nivel de confianza y cercanía (o la falta de ella) con la familia.
Si pensáis que la nobleza estaba estratificada y tenía sus propias jerarquías, sus rangos —que si duque antes que marqués, si marqués antes que conde, etcétera—, pues con el servicio es básicamente lo mismo. Sin embargo, hay un detalle crucial, una verdad que la serie ‘La Promesa’ a menudo suaviza para el drama, pero que en la realidad de la época era brutal: no había ningún contacto significativo entre la familia y los criados que les servían.
Lo que ocurre en ‘La Promesa’, lo que vemos en series como ‘Downton Abbey’ o ‘La Edad Dorada’, donde los señores y los criados interactúan, comparten confidencias o incluso desarrollan afectos, es, en gran medida, pura ficción del siglo XX. Nuestra conciencia actual nos permite ver a esa gente como personas con sus deseos, sus vidas, su humanidad. Pero en esa época, en la realidad del siglo XIX y principios del XX, los criados apenas existían para la nobleza. No se los nombraba, no eran personajes, no eran protagonistas en la literatura de la época. Para ellos, eran poco más que herramientas, objetos que facilitaban su vida.
Y precisamente para no cruzarse, la servidumbre no solo se movía por las escaleras de servicio que vemos en la serie y que hemos visto en todas las series de época. Tenían sus entradas independientes, su entrada de servicio; no entraban por la puerta principal, igual que no iban por la escalera principal, ni siquiera iban por los pasillos principales, por los mismos que sus señores. Iban por pasillos estrechos, por recovecos, muy parecidos a pasadizos, pero que no eran secretos. Y esto no era solo para no coincidir con la familia, sino, ¡ojo!, para que ni siquiera se les oliese. Sí, sí, sí, como lo escucháis, así de deshumanizado podía ser el trato con los criados. Ellos, a lo mejor, iban por la escalera de servicio, se metían por una portezuela a un pasillito muy estrecho y salían, por ejemplo, a través de un cuadro o una estantería camuflada en una puerta, a la habitación a la que les tocase ir. Esto podía ocurrir incluso para servir las comidas y que así los pasillos no oliesen a comida. Así que, ¡ojo!, estamos hablando de un mundo, de una mentalidad, de una forma de entender a las personas que estaban, entre comillas, por debajo, de una manera completamente deshumanizada. Eran meras herramientas, poco menos que objetos.
Los Escalafones Inferiores: Fregonas y Pinches
En esta estricta jerarquía, abajo del todo, en lo más bajo del escalafón femenino, se encontraban las fregonas. Eran normalmente niñas, muchachitas muy jóvenes, y eran las de menor rango entre las mujeres del servicio. Su trabajo era el más sucio, el más agotador, el peor, porque muchas veces parecían las criadas de los propios criados. Se levantaban antes que nadie, cuando ni había amanecido, y se acostaban las últimas, por supuesto. Sus tareas eran las más duras: fregar y pulir los suelos, limpiar las chimeneas, acarrear y hervir el agua si hacía falta, fregar las ollas, perolas, cacerolas, calderos, todo ese menaje el más arduo de tratar, limpiar las verduras y ayudar a las ayudantes de cocina con las preparaciones más básicas.
Obviamente, este tipo de criadas, las fregonas, no tenían ningún trato con la familia. Normalmente no subían a la planta noble bajo ningún concepto, salvo que fuese extremadamente necesario, si acaso, para encender las chimeneas antes de que se levantase la familia. Y comían aparte del servicio, no comían con sus compañeros, y ni siquiera dormían en habitaciones, sino que tenían jergones tirados en los pasillos, en los corredores de servicio. En ‘La Promesa’, hemos visto a personajes en este rol, como Pía cuando fue degradada tras el salto temporal de 6 meses, o a Jana al inicio de la serie, a quien se la trataba como una fregona. El trabajador masculino equivalente a la fregona era el mozo, que valía para todo. En ‘La Promesa’, si hemos tenido alguien que cumpla esas características, sería Valentín, ese personaje que llegó y se obsesionó con María.
Luego, un escalafón por encima, teníamos a las pinches o mozas de cocina. Ellas trabajaban directamente bajo las órdenes de la cocinera y a menudo aspiraban a convertirse en cocineras por sí mismas. Estas trabajadoras se encargaban de preparar los alimentos, de pelar, de cortar, de remover e incluso cocinar platos sencillos. Ayudaban a mantener la limpieza de la cocina, colaboraban a la hora de recibir los víveres de los huertos de las tierras o de los colmados y se aseguraban, además, de que las despensas estuvieran ordenadas y bien abastecidas. En ‘La Promesa’, es obvio de quién estamos hablando: se trata de nuestra querida Candela García, un personaje que encaja perfectamente en esta descripción.
El Rol de la Doncella: Más Allá de lo que Vemos en Pantalla
En lo que respecta al mundo de las doncellas y la gente de limpieza en general, las doncellas tenían un conjunto de responsabilidades que no tiene nada que ver ni con las fregonas ni con las mozas de cocina, por supuesto. Ellas se encargaban del mantenimiento diario del hogar. Sus tareas incluían ocuparse de los dormitorios (que estuviesen limpios y ventilados), de las escaleras de la zona noble, de los pasillos de la zona noble y de los salones que utilizasen las familias. Ya si nos ponemos más minuciosos, pues hacían las camas, abrillaban los muebles quitándoles el polvo y se aseguraban de que hubiese orden en general, pero no se tenían que meter en labores muy duras.
Además, estaban muy jerarquizadas. Había doncellas exclusivas para las plantas superiores, que se encargaban de las estancias privadas como los dormitorios, y se solían distribuir una doncella por habitación o, como mucho, cada dos habitaciones. Luego estaban las doncellas que se ocupaban de las plantas inferiores y que atendían las zonas públicas o, a veces, también de transición del servicio.
La doncella principal se la conocía como primera doncella y era la que supervisaba el trabajo del resto. Normalmente podía también ocuparse un poco de las hijas de la familia si es que estas no tenían todavía edad de tener una doncella personal. Además, esta primera doncella respondía directamente ante el ama de llaves y gozaba de mayor autonomía, haciendo de intermediaria entre las doncellas y el personal superior, y podía tener algo que decir en establecer los horarios de sus compañeras y en asegurarse de que se cumpliesen los estándares. En ‘La Promesa’, la que podría haberse entendido como primera doncella al principio de la serie era María Fernández, porque María, si recordáis bien, se ocupaba de Catalina y de Leonor.
Sí que es verdad que luego, al principio de la serie, cuando llega Teresa, se supone que llega porque Cruz había puesto un anuncio en el periódico buscando una doncella personal, ¡ojo!, no una doncella a secas, sino una doncella personal para Jimena, porque era ya la esposa de Tomás. Aunque, como enviudó tan rápido, Cruz no le dio tiempo de cambiar ni retirar el anuncio. ¿Qué pasa? Que Teresa llegó, le dijeron que Jimena, además justo en ese momento, se había ido de La Promesa, y la pusieron de doncella a secas, lo cual sería completamente inaudito e inaceptable para una profesional como Teresa, que venía con otra idea, a un puesto superior, y que de pronto se vio relegada a fregar suelos y, encima, siendo maltratada. Esto es un “spoiler” de la frustración interna de Teresa, que la serie ha sabido reflejar.
Diferencias Cruciales: Lo que ‘La Promesa’ no Muestra (o Suaviza)
Como veis, entre las funciones de las doncellas no entraban muchas de las que le vemos a las de ‘La Promesa’. Por ejemplo, no se ponían a planchar, no se ponían a lavar la ropa, no se ponían a ayudar en las cocinas como explicaba Petra el otro día, y por supuesto, ni mucho menos se ponían a servirles bebidas ni la comida a los señores. ¡Ojo!, porque esa era tarea de los lacayos. Se consideraba eso una labor masculina bajo la jurisdicción del mayordomo, además. Y no solo es que cumpliesen una función práctica, sino que además los lacayos eran un poco también decorativos, porque tenían que ser jóvenes, guapos y parecidos entre ellos. O sea, si había gemelos sirviendo de lacayos, esa casa era la “molda”, lo más cotizado. Vamos, a Curro se lo rifarían en todas las casas, por ejemplo.
Y como iba diciendo, tampoco lavaban ni planchaban. Eso eran tareas de las lavanderas y planchadoras, porque claro, el lavar, secar, almidonar, planchar la ropa de toda la familia y la lencería de la casa, es que eso en la época de ‘La Promesa’, a principios del siglo XX, sin electrodomésticos, ¡imaginaos la tarea titánica que podía ser! No se podía tener a las doncellas ocupadas en eso porque, entonces, ¿cuántas doncellas iban a necesitar una casa para funcionar y salir adelante? Eso solo ocurría en casas muy pequeñas, de gente no tan pudiente como se supone que son los marqueses de Luján, donde los roles se tenían que combinar por necesidad y te podías encontrar a un ama de llaves que también era cocinera, por ejemplo.
Y ahora, aparte de este tipo de doncellas, tenemos a la doncella personal de la señora de la casa, que en este caso sería Pía. Este era un puesto de mucho prestigio y confianza, porque la doncella se encargaba del vestuario, de las joyas y de la apariencia personal de su señora. La bañaba, le cepillaba el pelo, la peinaba, la ayudaba a vestirse y desvestirse, remendaba y cuidaba sus prendas y preparaba su equipaje para los viajes. Además, tenían que ser mujeres que tuviesen ya no solo nociones de peinadora, sino conocimientos de moda para saber aconsejar a su señora sobre cómo vestir, qué llevar y cómo llevarlo, tanto en el tema vestuario como en el tema peinado. Las doncellas personales, además, también acompañaban como una especie de dama de compañía a sus señoras en sus viajes y, además, no respondían ante el ama de llaves, sino directamente ante su señora, y solían tener, además, habitaciones propias dentro de lo que son las habitaciones del servicio, una para ellas solas.
La Verdadera Carga de Ser Doncella en La Promesa
Este análisis, aunque histórico, es un “spoiler” de la verdadera carga que llevan personajes como Teresa, María Fernández, Vera y Pía. Nos revela que, aunque la serie añade drama y romance, la base de sus vidas es una servidumbre deshumanizada, donde su dignidad a menudo se ve comprometida. La frustración de Teresa al ser degradada, la lealtad inquebrantable de María Fernández a pesar de las adversidades, la inocencia de Vera frente a un mundo cruel, y la posición de Pía como confidente y sirvienta personal, adquieren un significado más profundo cuando entendemos la rigidez y las expectativas de su época.
En ‘La Promesa’, las doncellas no solo limpian y sirven; luchan por su amor, por su dignidad, por un futuro mejor en un mundo que les niega la humanidad. Este análisis es un “spoiler” de la verdad detrás de sus miradas, de sus silencios, y de la constante batalla por mantener su esencia en un sistema que busca despojarlas de ella.