En el episodio 313 de Sueños de libertad, se desencadena una fuerte tensión entre Pedro, Marta y Carmen debido a un incidente que pone en peligro no solo un proyecto empresarial, sino también la confianza y la dignidad de las mujeres que lo han impulsado. Todo comienza con Carmen, visiblemente nerviosa, acercándose a Marta para disculparse por haberse distraído con un tema personal relacionado con su suegra. Aunque Marta intenta tranquilizarla, recordándole que no ha llegado tarde, Carmen está claramente inquieta. Pregunta si Pedro ya está presente y, al saber que está en una llamada, siente cómo la ansiedad se intensifica.
Carmen se responsabiliza por no haber informado a Pedro inmediatamente del problema con la furgoneta, aunque aclara que se vio abrumada por asuntos personales. Fue Claudia quien finalmente habló con Pedro, creyendo que él ya estaba al tanto de todo. Este malentendido y el retraso en la información generan una situación complicada, especialmente porque lo ocurrido podría afectar seriamente el proyecto de venta a domicilio, una iniciativa liderada por mujeres que ha estado funcionando muy bien.
Pedro entra en escena con la autoridad y frialdad que lo caracterizan. Les informa que solo tiene diez minutos antes de salir a una reunión en Toledo, dejando claro que no está para rodeos. Marta intenta mantener la compostura y le pregunta si tiene el listado de pérdidas y los productos robados. Pedro confirma que sí, pero también quiere saber si hay novedades de la Guardia Civil. Marta le dice que no, pero le promete que será el primero en saberlo.
La tensión crece cuando Pedro expresa su preocupación de que las muestras de productos de Galerías Miranda puedan haber caído en manos de la competencia. Aclara que no ha informado aún al señor Miranda con la esperanza de recuperar la mercancía antes de que el asunto escale. Carmen intenta intervenir, rogando que no se cancele el proyecto de venta a domicilio. Le dice que sería una verdadera lástima perder algo que ha dado tantos frutos, tanto a nivel empresarial como personal para las trabajadoras. Pero Pedro la interrumpe con dureza: esto no es un simple contratiempo, sino un ataque directo a la credibilidad de la empresa.
Carmen, intentando defender el proyecto, sugiere evitar zonas conflictivas y duplicar los esfuerzos de ventas esa semana para intentar amortiguar las pérdidas. Pero Pedro la acusa de estar minimizando el problema. Carmen insiste en que lo que busca son soluciones, no excusas, pero Pedro recalca que el problema mayor es la rotura de la confianza. No tolera que se le haya ocultado un hecho tan grave como el robo de una furgoneta cargada con productos valiosos, en un momento crítico para la empresa.
Marta toma la palabra y admite que no fue su intención ocultar la información, sino que se vio retrasada por problemas personales. Aun así, Pedro no lo acepta como justificación. Acusa a ambas de haberlo dejado deliberadamente fuera de la situación, lo que ahora ha desembocado en la pérdida de material exclusivo. Con firmeza y sin vacilar, anuncia que el proyecto de venta a domicilio queda cancelado indefinidamente.
La noticia cae como un balde de agua fría. Carmen protesta con vehemencia. Le recuerda a Pedro que muchas chicas dependen económicamente de ese proyecto y que no es justo que ellas paguen por un error suyo. Pero Marta, viendo que Pedro no va a cambiar de opinión, le pide que no insista más. Aun así, Marta intenta un último esfuerzo, pidiendo una oportunidad más y prometiendo que se hará cargo del asunto. Pero Pedro, implacable, corta sus palabras.
Él afirma que necesitan enviar un mensaje claro: nadie puede causar daño a la empresa sin enfrentar consecuencias. No se puede permitir actuar con impunidad. Su discurso no deja lugar a apelaciones. Y cuando Marta se dispone a salir, Pedro la detiene fríamente. Les ordena que se queden y que realicen todos los trámites necesarios para cerrar el proyecto de manera definitiva.
Este episodio marca un punto de inflexión emocional para las protagonistas. Marta, que ha demostrado liderazgo, compromiso y responsabilidad, se enfrenta al autoritarismo de Pedro, quien utiliza un error para aplastar un proyecto con profundo impacto social. Carmen, por su parte, se ve atrapada entre su culpa personal y su deseo de proteger a sus compañeras. Su súplica sincera cae en oídos sordos, lo que deja en evidencia la frialdad con la que Pedro maneja la situación.
Mientras tanto, las preguntas que quedan flotando en el aire son muchas. ¿De verdad Pedro canceló el proyecto solo por el error de comunicación, o ya tenía la intención de acabar con una iniciativa liderada por mujeres? ¿Por qué no buscó alternativas de solución? ¿Está usando el incidente como excusa para desmantelar una estructura que da poder a otras voces dentro de la empresa?
La escena final es tensa y cargada de impotencia. Pedro, sin un ápice de compasión, reafirma su control. Marta y Carmen, contrariadas, deben ahora lidiar con las consecuencias, no solo profesionales, sino emocionales. El mensaje de Pedro es claro: no se tolerará ni un desliz, sin importar el contexto ni las intenciones. Y eso deja en evidencia que lo que se disputa en Sueños de libertad no es solo un modelo de negocio, sino una lucha por el respeto, la equidad y la voz dentro de la estructura empresarial.