En el capítulo 616 de La Promesa, el palacio se ve sacudido por una noticia insólita que desencadena una cadena de reacciones que cambiarán el curso de los acontecimientos: Lisandro propone otorgarle un ducado a Adriano, un simple campesino convertido en héroe. Esta propuesta rompe por completo con las rígidas normas de la nobleza y despierta un intenso debate entre los habitantes del palacio, tanto nobles como sirvientes.
La decisión de Lisandro no surge de un capricho. Su reconocimiento hacia Adriano nace del agradecimiento por haber salvado su vida. Sin embargo, lo que para muchos es un gesto de nobleza y justicia, para Adriano no es más que un acto de humanidad. Él no ve su acción como heroica ni espera ninguna retribución. Por ello, rechaza el ducado con cortesía pero con firmeza, dejando claro que su lugar está en la tierra, no en los pasillos del poder.
Su negativa genera un profundo impacto. Catalina, impresionada por su humildad, cree que Adriano merece un lugar más alto. Emilia y Rómulo, con muchos años en el servicio, también ven en él a un hombre íntegro, digno de ser elevado. Para los sirvientes, su ascenso sería una luz de esperanza: la posibilidad de romper las barreras del linaje y que la meritocracia triunfe sobre la sangre.
Pero Adriano no cambia de idea. Ascender significa para él perder su libertad, su esencia, su conexión con la tierra. No desea vivir definido por un título, sino por sus propios pasos. Su rechazo a la nobleza plantea una pregunta clave: ¿Qué da verdadero valor a un hombre: su apellido o sus actos?
No todos ven con buenos ojos este giro inesperado. Leocadia, firme defensora del orden establecido, ve en la propuesta de Lisandro una amenaza directa a las jerarquías sociales. Que un campesino pueda aspirar al título de duque le resulta insoportable. Sospecha incluso que detrás de la decisión hay intenciones ocultas, quizás una alianza entre Lisandro y Catalina, lo que pondría en peligro su posición dentro del palacio.
Su descontento no pasa desapercibido. Lisandro, al percibir el clima de desaprobación que Leocadia empieza a fomentar, la confronta directamente. Le recuerda su lugar en la corte: no es su rol cuestionar las decisiones del duque. Su advertencia no solo es verbal, sino también una clara muestra de autoridad. Incluso deja caer que quien no respete su palabra quizás no tenga cabida en el palacio. Este golpe directo a su orgullo obliga a Leocadia a replegarse, aunque su silencio solo es temporal. La guerra de poder en el palacio está lejos de haber terminado.
Mientras tanto, Curro y Pía descubren algo tan peligroso como inquietante: el contenido de una misteriosa botella que podría haber sido utilizada para asesinar a alguien. En un lugar apartado del palacio, realizan una prueba vertiendo el líquido sobre una planta… que muere al instante. Es cianuro. Un veneno letal. Este hallazgo confirma que existe un plan oscuro y meticuloso en marcha dentro de La Promesa. Para Curro, esta no es solo una prueba; es el símbolo de una conspiración que amenaza con romper la frágil paz entre los muros del palacio.
La furia contenida de Curro estalla. Ya no puede quedarse callado. Esa botella no está allí por azar, sino como parte de un plan deliberado. Junto a Pía, se compromete a descubrir quién la dejó, quién era el objetivo y quién se esconde tras esta amenaza mortal. La promesa de justicia se convierte en un motor imparable.
En paralelo, María Fernández se derrumba emocionalmente. La reciente excomunión de Samuel la ha sumido en una profunda culpa. Él, que representaba pureza y bondad, ha sido expulsado del sacerdocio. María empieza a cuestionarse a sí misma: ¿pudo haber hecho algo para evitarlo? Samuel, por su parte, se ha distanciado, levantando muros incluso con aquellos que lo aman.
Y en medio de estos dramas, Leocadia disfruta momentáneamente de un alivio: Ángela ha decidido retomar sus estudios, alejándose del palacio. Su interés por Curro había sido una fuente constante de tensión para Leocadia, por lo que su marcha representa una victoria. Pero lo que Leocadia no ve es que Ángela no se ha rendido, sino que ha emprendido una retirada estratégica. Su objetivo no es huir, sino fortalecerse y volver con más determinación. Este regreso futuro podría poner patas arriba el frágil equilibrio que Leocadia tanto desea preservar.
Entre alianzas rotas, secretos mortales y decisiones valientes, el episodio 616 de La Promesa marca un antes y un después. Adriano, al rechazar convertirse en duque, no solo desafía el sistema, sino que abre un nuevo capítulo en la historia del palacio, uno donde el valor se mide por los actos y no por la sangre. Mientras tanto, las amenazas ocultas se intensifican, los enfrentamientos emocionales crecen y los juegos de poder se hacen cada vez más peligrosos. Y es que, en La Promesa, nada es lo que parece… y lo peor aún está por llegar.