El capítulo 345 de Sueños de libertad nos regala una escena profundamente emotiva entre Marta y Fina, una de las más sinceras e íntimas que han vivido hasta ahora. En medio de las tensiones que rodean sus vidas y las decisiones que podrían marcar su futuro para siempre, ambas mujeres se abren como nunca antes, dejando que el amor, el miedo y la esperanza se mezclen en un diálogo que cambiará sus destinos.
La conversación comienza con Marta pidiendo perdón. Se siente culpable por no haberle contado toda la verdad a Fina, justificando su silencio con la intención de protegerla. Pero Fina, lejos de reprocharle, le responde con dulzura y madurez: lo mejor para las tres —ella, Marta y Pelayo— es enfrentar la realidad con los ojos bien abiertos, especialmente cuando hay tanto en juego. Fina muestra una madurez que sorprende, dejando claro que no quiere vivir a oscuras ni tomar decisiones a ciegas.
Además, Fina le pide que no juzgue a Pelayo con dureza. Aclara que él no es responsable de lo ocurrido y que hablar con él le ayudó a comprender mejor la complejidad de la situación. Marta, algo desconcertada, pregunta si Pelayo ha logrado convencerla. Fina no le da un sí rotundo, pero admite que se lo está pensando muy en serio, lo que deja en evidencia que, aunque no ha tomado una decisión, la idea de formar una familia empieza a dejar de parecerle imposible.
Con un tono inesperadamente cálido, Fina incluso reconoce que Pelayo podría ser un buen padre. Es un gesto de apertura que no pasa desapercibido. Y justo cuando la conversación parece calmarse, Fina deja caer una de sus confesiones más profundas: le tiene miedo a ser una mala madre. Dice que no sabe ni cómo se coge a un bebé, que la idea de cuidar a un niño le provoca vértigo. Ese temor la paraliza, porque no quiere fallar, ni a Marta ni a sí misma.
Pero Marta, con la paciencia y la ternura que la caracterizan, la tranquiliza. Le recuerda que ya ha cuidado de su sobrina en muchas ocasiones, que tiene instinto, que su amor bastará para aprender todo lo necesario. “Con cariño, todo sale bien”, le dice. Y esa frase, tan simple, lo cambia todo.
Poco a poco, empiezan a imaginar juntas cómo sería criar a un hijo en común, incluso si la sociedad no las reconoce como pareja o familia. Hablan del papel que tendría Fina, quien, aunque no pueda ser madre legal ni públicamente, sí podría convertirse en una figura clave para el niño, al estilo de Digna: alguien que aporta amor, valores y apoyo incondicional. Esa idea les reconforta. Ambas perdieron a sus madres demasiado pronto, pero en sus vidas existieron mujeres que llenaron ese vacío con ternura. Y ahora, quizás ellas puedan hacer lo mismo.
Pero los miedos de Fina no desaparecen por completo. Sigue teniendo dudas sobre el procedimiento de inseminación artificial, le parece raro, incluso riesgoso. Teme que algo salga mal o que el proceso sea doloroso para Marta. Esta última le asegura que se realizaría en Inglaterra, un lugar donde todo es más seguro, legal y profesional. Aun así, Fina no se conforma con una respuesta rápida: quiere asegurarse, necesita información clara.
Es entonces cuando Marta propone una solución lógica y sensible: consultar a Luz, una doctora de confianza, discreta y competente. Fina acepta de inmediato, y le pide que la contacte para saber cuándo pueden ir juntas a la consulta. Esa pequeña decisión, ese “sí” tácito, marca un punto de inflexión: ya no se trata solo de soñar con la posibilidad, sino de empezar a actuar para que el sueño se vuelva realidad.
Y justo cuando parece que la conversación va a terminar, Fina se detiene un segundo antes de salir. Mira a Marta, con una mezcla de vulnerabilidad y amor, y pronuncia una frase breve pero demoledora:
“Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.”
No hay palabras grandilocuentes ni gestos teatrales. Solo esa declaración, tan directa como profunda, que resume todo lo que Fina siente. Es un mensaje de amor absoluto, de confianza, de entrega. Una promesa silenciosa de que, pase lo que pase, el lazo entre ellas es más fuerte que cualquier miedo.
Este episodio es, sin duda, uno de los más emotivos de Sueños de libertad. La relación entre Marta y Fina ha pasado por muchos momentos complicados, pero ahora parece alcanzar una madurez insospechada. El hecho de que se planteen tener un hijo juntas, aunque la sociedad las condene o no las entienda, es un acto de rebeldía y amor valiente.
En paralelo, también se abre un nuevo frente de posibilidades. Si Luz las apoya, si Pelayo cumple su promesa sin condiciones, si ambas se comprometen de corazón, quizás esta idea de familia —tan poco convencional para la época en que viven— pueda convertirse en una realidad.
Pero las preguntas siguen en el aire:
¿Fina podrá superar sus inseguridades?
¿Marta logrará mantener su fortaleza emocional si las cosas se complican?
¿Y qué papel jugará Pelayo si finalmente se concreta esta paternidad compartida?
Todo esto y más se definirá en los próximos capítulos. Pero si algo ha quedado claro hoy, es que el amor entre Marta y Fina no es una aventura pasajera. Es una historia de coraje, de reconstrucción, de ternura… y, sobre todo, de verdad.
El capítulo 345 ha marcado un antes y un después. Con esta declaración de amor, con la posibilidad de crear una familia juntas y con un futuro que aún está lleno de incertidumbre, Sueños de libertad demuestra una vez más por qué sigue conquistando al público cada tarde.
No te pierdas lo que viene. Porque cuando dos mujeres se atreven a soñar juntas, nada —ni el tiempo, ni el miedo, ni los prejuicios— puede detenerlas.