El capítulo 329 de Sueños de Libertad se perfila como uno de los más intensos y reveladores de toda la serie, marcando el principio del fin para Don Pedro, el poderoso empresario que durante tanto tiempo ha manipulado a todos desde las sombras. Ahora, completamente acorralado, las traiciones del pasado regresan para enfrentarlo de frente, y sus enemigos han escalado más alto de lo que jamás imaginó.

Todo comienza con Damián, quien ha decidido pasar a la ofensiva. Con la firme intención de desenmascarar a Don Pedro de una vez por todas, establece nuevas alianzas estratégicas. En un movimiento tan audaz como calculado, comparte con Joaquín toda la información que ha conseguido sobre Górriz y la posible implicación de Pedro en la muerte de Jesús. Joaquín, por primera vez, se permite dudar de su propio tío. El recuerdo de cómo fue apartado de la dirección de la empresa lo golpea con renovada fuerza, y su percepción de Pedro comienza a cambiar.

Mientras tanto, Tasio recibe un golpe inesperado al enterarse de que la familia De la Reina ha organizado una elegante cena en honor a Gabriel, el joven sobrino de Damián. Lo que lo hiere no es el evento en sí, sino no haber sido invitado. Esta exclusión lo hace sentirse desplazado, como si ya no perteneciera al círculo en el que antes creía tener un lugar. Este desprecio no solo lo entristece, sino que lo humilla profundamente, sembrando en él un malestar interno que amenaza con romper su aparente estabilidad.

Irene, por su parte, atraviesa un momento emocionalmente complejo. Siente que la vida le ha negado cualquier posibilidad de redención y que jamás ha tenido una verdadera segunda oportunidad. Se desahoga con Digna, hablando entre sollozos, pero Digna, perceptiva como siempre, sospecha que su cuñada guarda un secreto aún más profundo. En las pausas, en las miradas, en las evasivas, hay algo que no encaja. Por eso, decide indagar con sutileza, intentando tirar del hilo hasta descubrir la verdad que Irene todavía no se atreve a confesar.

En otro rincón, María sigue atrapada en una tristeza que no remite. Manuela, con infinita paciencia, trata de animarla, pero todo parece inútil. María se mantiene distante, como si el mundo ya no tuviera nada que ofrecerle. Sin embargo, un pequeño gesto la saca de su letargo: le pide a Raúl que la lleve a pasear. Es su única petición, el único signo de vida en días. Manuela duda, teme que sea demasiado pronto, pero también teme que negárselo apague la última chispa que aún brilla en María.

Cristina, por su parte, guarda un secreto tan pesado que empieza a consumirla lentamente. Aunque sabe que revelarlo podría desencadenar una tormenta, prefiere callar, incluso ante su propio hermano. Tal vez cree que el silencio es una forma de protección, o tal vez solo se protege a sí misma del dolor que podría causar.

Don Pedro recibe otra noticia inquietante: Damián ha contratado a una nueva ayudante para Luis en el laboratorio. Esta decisión lo desestabiliza, pues siente que el control que ha ejercido sobre la empresa se le está escapando de las manos. La llegada de esa nueva figura le resulta extraña, amenazante. Movido por la inquietud, decide enfrentarla sin saber que se trata de Cristina Ricarte. Al verla, su mundo se derrumba. Su rostro se descompone al reconocerla, y la sola mención de su nombre lo paraliza. Cristina, su antiguo secreto, su sombra del pasado, ahora está frente a él, más cerca que nunca.

Irene observa desde la distancia el reencuentro entre Pedro y Cristina. Cada gesto de la joven, cada palabra que pronuncia, es una daga para ella. Se siente desgarrada, consciente de que debe seguir ocultando una verdad que jamás podrá decir. Vive condenada al silencio, atrapada por una historia que la sigue atormentando día tras día.

Andrés, completamente entregado a María, vive para complacerla. Cada palabra suya, cada gesto, está cargado de una devoción absoluta. Pero María, lejos de agradecer, utiliza su dolor como arma. Lo manipula emocionalmente, haciéndole creer que algún día podrán tener un futuro juntos. Sin embargo, lo único que busca es mantenerlo cerca, atado a su sufrimiento. No quiere perder su única fuente de atención, y se aferra a él como quien se aferra a un salvavidas… aunque en realidad lo esté hundiendo con ella.

Begoña, testigo de este desgaste emocional, no puede quedarse callada. Intenta hablar con María, le pide que suelte a Andrés, que lo deje respirar. Pero María, en vez de mostrar empatía, estalla en una furia descontrolada. Grita, pierde los nervios y termina cerrando la puerta de golpe. Para ella, cualquier intento de intervención es una amenaza directa, y su desesperación la convierte en una bomba emocional a punto de estallar.

En paralelo, Damián decide dar un paso definitivo: se enfrenta cara a cara con Don Pedro y lo acusa directamente de estar implicado en la muerte de Jesús. La tensión en la sala es insoportable. Damián no se guarda nada, lanza todas sus cartas. Pero Pedro, fiel a su estilo frío y manipulador, lo niega todo con vehemencia. Incluso exige a Damián que no se entrometa en su matrimonio con Digna. Damián le recuerda con firmeza que Digna fue la mujer de su vida durante muchos años y que no permitirá que la utilice como peón en sus juegos de poder.

El conflicto entre ellos alcanza un punto de no retorno. Ya no hay respeto, ni diplomacia. Solo hay reproches, acusaciones y una guerra verbal cargada de amenazas. Pero lo más impactante aún está por llegar: Irene, la hermana de Don Pedro, comienza a unir todas las piezas del rompecabezas. Su intuición la lleva a un descubrimiento devastador que la obliga a confrontar directamente a su hermano. El final de Pedro parece más cercano que nunca.

Con cada escena, el cerco sobre Don Pedro se estrecha. Los secretos salen a la luz, los aliados desaparecen y sus enemigos ya no se esconden. El episodio 329 promete ser un terremoto emocional que sacudirá los cimientos de Sueños de Libertad. ¿Será este realmente el final de Don Pedro? Todo apunta a que su caída es inevitable… y que solo es cuestión de tiempo para que la verdad lo destruya por completo.