Aunque Doña Cruz Izquierdo esté tras las rejas, su influencia sigue resonando con fuerza en los pasillos del palacio de los Luján. La marquesa, conocida por su inteligencia fría y movimientos calculados, ha activado una nueva jugada desde su celda, una que tiene todos los ingredientes para convertirse en el punto de partida de una venganza cuidadosamente orquestada. Y lo ha hecho con algo tan aparentemente inofensivo como un cuadro.
Sí, un simple lienzo, una pintura enviada con todo el boato posible, ha llegado al salón principal de La Promesa. Pero lo que podría parecer un gesto decorativo o nostálgico, pronto se revela como un mensaje cifrado, una amenaza silenciosa… y quizás la antesala de una guerra palaciega. El arte, en manos de Doña Cruz, deja de ser contemplativo y se convierte en arma de precisión.
El cuadro no ha llegado solo. Lo acompaña una carta manuscrita. Y la destinataria no es otra que Doña Leocadia de Figueroa, la mujer que actualmente ocupa el lugar que una vez fue de Cruz. Todo indica que esta pintura no es una cortesía artística, sino una trampa psicológica, una bomba emocional cuidadosamente colocada para detonar en el centro mismo del poder.
¿Y qué contiene este cuadro? No lo sabemos con certeza aún, pero todo apunta a que se trata de un retrato cargado de simbolismo, posiblemente incluso de la propia Doña Cruz. ¿Una forma de decir “aquí sigo”, o peor aún, “esto aún no ha terminado”? Si ese es el caso, sería un movimiento devastador para Leocadia, quien ha hecho lo posible por borrar cualquier rastro de la marquesa.
La escena es digna de una novela de intrigas: el mayordomo Cristóbal entrega solemnemente el cuadro ante la mirada atónita de los presentes. El Marqués Don Alonso, el capitán Lorenzo de la Mata y Leocadia están allí. Tres figuras clave del nuevo orden en La Promesa. Todos observan con creciente inquietud mientras Leocadia abre la carta y su rostro cambia. Algo se ha roto en su expresión.
Los detalles no son casuales. Doña Cruz ha seleccionado meticulosamente el momento, los testigos y el contenido. Nada se le escapa. A pesar de estar encarcelada, su red de contactos sigue viva: desde el pintor de renombre que encargó la obra, hasta los medios para hacerla llegar sin despertar sospechas. Todo huele a estrategia, a vendetta.
Recordemos que no hace mucho, el Marqués vendió la joya familiar, el Palacio de Cádiz, para financiar la defensa legal de Doña Cruz. Esto no solo demuestra hasta qué punto está dispuesto a llegar, sino también los recursos de los que dispone. Y es muy posible que detrás de todo esto se encuentre el oscuro y eficiente abogado Hernando García del Hierro, una figura que actúa desde las sombras y nunca mueve una ficha sin un beneficio claro.
La elección del salón principal como lugar de entrega no es menor. Allí se encuentran los símbolos del linaje, los retratos que narran la historia de la familia. Justo en episodios recientes vimos al Marqués contemplar el cuadro de Carmen, su primera esposa. ¿No será que este gesto de Doña Cruz es una forma de reclamar su espacio perdido? ¿De decir: “yo también pertenezco aquí, incluso más que la impostora que hoy gobierna”?
Todo esto apunta a que nos encontramos ante el primer capítulo de una nueva fase: la venganza de Doña Cruz. El envío del cuadro es solo la primera piedra. La carta podría revelar secretos que derrumben alianzas. Y si el contenido pictórico representa escenas del pasado que pocos conocen, podría tratarse de una amenaza directa a la reputación y poder de Leocadia.
Por otro lado, Leocadia, la actual “reina” del palacio, se encuentra en la cuerda floja. Ha acumulado enemigos silenciosos, ha manipulado a su antojo, y se ha presentado como la heredera legítima. Pero si el pasado regresa con pruebas o símbolos que cuestionen su autoridad, su reinado podría tambalearse.
En este escenario, no solo está en juego la reputación de Leocadia, sino el equilibrio del palacio entero. Si los pilares del poder comienzan a dudar entre sí, si los secretos salen a la luz, si el pasado se hace presente con fuerza… entonces podríamos estar ante una revolución interna.
¿Será este cuadro el detonante de todo? ¿Es el mensaje la clave para entender las verdaderas intenciones de la marquesa? ¿Y qué hará Leocadia ahora que ha recibido este dardo envenenado en forma de arte?
Mientras tanto, en los rincones más privados del palacio, se multiplican las conversaciones en susurros. ¿Quién ayudó a Doña Cruz? ¿Cómo consiguió los recursos desde la cárcel? ¿Y quién será el siguiente objetivo? Lo único claro es que la marquesa no ha dicho su última palabra.
Conclusión:
La llegada del cuadro marca un antes y un después en “La Promesa”. Es más que una escena de impacto; es una declaración de guerra. Doña Cruz, con el poder de una carta y una imagen, ha puesto en jaque a sus enemigos. Y lo que parece ser una simple venganza podría esconder un plan mucho más grande y peligroso.