El episodio 90 de Una Nueva Vida comienza con un ambiente cargado de tensión y emociones a punto de estallar. Seyran, al entrar en la casa, queda paralizada al ver a Ferit junto a Suna. La sorpresa se mezcla con la desconfianza, y el aire se vuelve irrespirable. Ferit, con reflejos rápidos, intenta controlar la situación antes de que explote. Para protegerse, afirma con firmeza que esa reunión fue gracias a Suna, insinuando incluso que fue la propia Seyran quien la envió como mediadora. Estas palabras dejan a Seyran en un lugar vulnerable, sin poder replicar.

Suna, intentando suavizar la incomodidad, explica apresuradamente que fue ella quien buscó a Ferit, tanto por el bienestar de la mansión como por los asuntos pendientes entre ellos. Reconoce que fracasó en convencerlo y, insinuando que ahora es tarea de Seyran hablar, abandona la casa en medio de un silencio insoportable. Al cruzar la puerta, la tormenta interna de Suna se desata: el recuerdo del momento apasionado con Ferit, interrumpido por su hermana, aún quema dentro de ella. Se da cuenta con dureza de que, de no ser por Seyran, tal vez habría traicionado a Abidin. Esa revelación la destroza, aunque su corazón sigue latiendo por Ferit.

Después de su partida, Seyran intenta traer a Ferit de vuelta al yalı. Le confiesa que vio al vendedor de piedras entrar en la casa de Çiçek y sospecha que ella está implicada en todo. Sin embargo, Ferit ya no escucha con el mismo corazón. Su rabia y decepción lo han separado de su familia; el apellido Korhan ya no significa nada para él, y solo piensa en forjar su propio destino.

En paralelo, Gülgün presiona a Orhan: según ella, la única salvación de Ferit es regresar a la mansión y asumir la empresa familiar. Pero Orhan sabe que ese regreso es imposible. Halis Korhan ya cortó todos los lazos y, en su decisión, Ferit no tiene cabida. Mientras Seyran mantiene la esperanza, Ferit avanza con pasos firmes hacia un camino sin retorno.

Suna, tras pasar la noche vagando por las calles, regresa agotada al yalı. Allí la espera Abidin, consumido por la sospecha y la rabia. La recibe con un interrogatorio despiadado. Las insinuaciones y acusaciones lo llevan a insultarla, y Suna, humillada, explota. Aunque intenta explicar que solo buscaba recomponer la relación, Abidin no escucha. Sus palabras hieren tanto como sus silencios, y al final, él estalla de furia y se marcha, dejando un vacío insoportable. Suna, incapaz de soportar más, lo sigue hasta el jardín. Allí, en medio de una discusión que se convierte en catástrofe, Suna pronuncia las palabras que lo destrozan: quiere divorciarse.

Ese anuncio cae sobre Abidin como un rayo. Aturdido, sin poder aceptar lo que oye, responde con furia y reproches, acusándola de cobardía y de haberlo traicionado. Entre ellos, el amor parece haberse transformado en un muro de resentimientos y heridas abiertas.

Mientras tanto, Seyran insiste en convencer a Ferit en la academia, pero se encuentra con un muro impenetrable. Ferit ha cerrado su corazón. Ella se retira derrotada, mientras él reafirma su decisión de romper con el pasado.

En otra trama paralela, Naci logra escapar de los hombres de Çiçek. Si habla, todos los secretos que ella ha guardado caerán como un castillo de naipes. Enloquecida, Çiçek urde un plan desesperado: silenciar a Naci para siempre. Pero antes de lograrlo, Naci llega al yalı, cuenta a Halis todo lo que sabe y desnuda las intrigas de Çiçek. Esta confesión sacude al patriarca. Lo que antes dudaba, ahora es innegable: Ferit tenía razón. Sin perder tiempo, Halis ordena a sus hombres traer a su nieto de vuelta, cueste lo que cueste.

Kazım, astuto como siempre, se entera de lo ocurrido pero calla. Prefiere esperar para ponerse del lado del vencedor. Para él, la lealtad siempre ha sido negociable.

Hattuç, alarmada por la confesión de Naci, llama a Seyran y le ordena encontrar a Ferit y llevarlo a la mansión. Consciente del peligro, Seyran pide escolta, decidida a no arriesgarse sola. Mientras tanto, Çiçek, rabiosa, recibe a Abidin en su propiedad. Intenta calmarlo y atraerlo a su bando, ofreciéndole quedarse allí con Suna. Para ella, ganarse a Abidin es asegurarse un aliado.

El regreso de Ferit al yalı, aunque obligado, rompe el silencio de la mansión. Halis lo recibe con un reconocimiento inesperado: admite que todo lo ocurrido fue plan de Çiçek y pide perdón. Ferit, herido pero aún ligado por la sangre, acepta la disculpa. La familia respira aliviada, aunque saben que la tormenta apenas empieza.

En medio de esto, Esme descubre la decisión de Suna de divorciarse y la enfrenta. La recrimina por manchar el honor familiar, recordándole que sería su tercer fracaso matrimonial. Pero Suna, harta de culpar a su madre por todas sus desgracias, explota con palabras durísimas. Le echa en cara no haberla defendido el día en que Ferit pidió su mano y eligió a Seyran. Si Esme hubiera luchado, su vida sería distinta. Esme se derrumba ante esas acusaciones, mientras Suna sigue firme en su decisión.

El golpe final llega cuando Abidin revela su secreto: delante de todos, confiesa que Çiçek es su madre biológica. La bomba estalla en la mansión. Halis, furioso, prohíbe a Abidin volver a cruzar la puerta y le dice a Suna que, si lo desea, se marche con él. Pero Suna toma una decisión inesperada: anuncia que se divorciará y que se quedará en la mansión. Esa determinación destruye a Abidin, que se marcha enfurecido.

En la casa de Çiçek, un nuevo personaje aparece: Karan, su hijo, un hombre de mirada gélida y carácter psicopático. Ella lo convierte en su arma más poderosa, dándole una orden única: no mostrar piedad con los Korhan, salvo con Abidin.

De regreso en la mansión, Halis impone reglas férreas: nadie saldrá de la casa, la amenaza de Çiçek es demasiado peligrosa. Pero dentro de esas paredes, las tensiones se multiplican. İfakat y Gülgün reavivan su vieja rivalidad, arrojándose culpas por los errores de Orhan y sembrando resentimientos.

Las sospechas sobre Suna y Ferit empiezan a circular. Hattuç la interroga directamente, preguntándole si siente algo por él. Ella lo niega, pero las dudas ya están sembradas.

Mientras tanto, Abidin, consumido por la furia, toma una decisión que cambiará todo. Con sus hombres, secuestra a İfakat y la lleva a la casa de Çiçek. Allí, frente a Karan, comienza el verdadero calvario de la mujer.

En el yalı, la calma se rompe con la llegada de un taxi. En la entrada, la familia encuentra a İfakat, cubierta de moretones, rota en cuerpo y alma. La venganza de Çiçek ha comenzado. El mensaje es claro: nadie en la familia Korhan volverá a conocer la paz.

El episodio concluye con la confesión más devastadora: Abidin revela su lazo de sangre con Çiçek frente a todos. Esa verdad destruye los cimientos de la familia, fractura alianzas y abre un camino de guerra abierta. Ahora, con Karan en el tablero, la batalla promete ser más cruel que nunca.